Por: Lauren Phillips.
Pese a que estamos a poco más de 10 años de la fecha límite para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), las pruebas señalan que lograr las metas, en particular en África Subsahariana, exigirá un cambio radical en la cantidad y la calidad de la financiación disponible. Las estimaciones más precisas indican que se necesitan USD 2,9 billones por año para alcanzar los ODS.
Los datos también sugieren que, si bien hay retrasos en varios de los objetivos, el ODS 2 destaca especialmente en este aspecto debido al escaso progreso alcanzado en numerosas regiones. Frente a los notables avances hacia el logro del ODS 1 —fin de la pobreza—, el ODS 2 es el indicador con los peores resultados en Asia Oriental y Meridional, y presenta deficiencias generalizadas en África Subsahariana y en gran parte de América Latina y el Caribe. De hecho, las tendencias mundiales en relación con el ODS 2 —hambre cero— son alarmantes. En la edición de 2018 del informe sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, que elaboran todos los años la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), se sugiere que lejos de disminuir, la inseguridad alimentaria está aumentando por segundo año consecutivo, y que actualmente más de 821 millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria crónica.
Los datos sobre los ODS 2.3 y 2.4 —que se centran en duplicar la productividad y los ingresos de los productores de alimentos en pequeña escala y en asegurar la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos y aplicar prácticas agrícolas resilientes— no han recibido demasiada difusión. No obstante, al aplicar parámetros tales como los fondos públicos o la asistencia oficial para el desarrollo que se destinan a la agricultura, o el valor agregado agropecuario por trabajador, queda claro que estos subindicadores también están considerablemente a la zaga. Eso subraya la necesidad cada vez más imperiosa de modificar la trayectoria en lo referido al ODS 2 para dejar atrás la actual situación de aumento de personas que padecen hambre y de la inseguridad alimentaria, y avanzar hacia el objetivo de erradicar el hambre haciendo hincapié en mejorar la productividad y los ingresos de los pequeños productores.
Pero, ¿qué es exactamente lo que debe modificarse?
En primer lugar, es necesario aumentar radicalmente los recursos que se destinan al problema. La FAO estima que alcanzar el ODS 2 exigiría una inversión anual de USD 180 000 millones. Para poner esa cifra en perspectiva, los USD 1 800 millones que el FIDA invertirá este año en su programa de préstamos —el más ambicioso de su historia— representan apenas un 1 % de lo que se necesita. ¿De dónde vendrá el dinero que falta? Los donantes tradicionales y las instituciones multilaterales solo pueden aportar una parte. Lo que resta tendrá que provenir de los Gobiernos de los países en desarrollo y, sobre todo, del sector privado, y hasta de los pequeños productores.
En segundo lugar, hace falta algo más que solo dinero; también es necesario definir con mayor claridad qué tipo de soluciones tendrían un impacto transformador que permitieran avanzar hacia la consecución de los ODS 2.3 y 2.4. Por ejemplo, las inversiones habituales en emprendimientos de agricultura comercial de gran escala no son suficientes para afrontar el desafío que supone establecer sistemas alimentarios que incluyan de manera sostenible a los pequeños agricultores como productores y consumidores de alimentos y les permitan aumentar sus ingresos.
La respuesta radica en fortalecer la capacidad de los organismos técnicos y financieros que trabajan sobre el terreno para satisfacer las necesidades de los pequeños productores y velar por que las inversiones, además de aumentar la productividad, permitan establecer mercados que consuman los bienes que producen, generen ingresos, y promuevan cambios en las prácticas para impulsar este proceso. Es necesario acelerar las inversiones en la agricultura en pequeña escala usando conjuntos específicos de medidas de apoyo que permitan poner en práctica soluciones viables y adaptadas a las complejas situaciones de las zonas que recibirán la mayor parte de los fondos (por ejemplo, países en situación de fragilidad o gravemente afectados por el cambio climático).
En tercer y último lugar, es necesario organizar con eficacia los esfuerzos en pos del objetivo a fin de evitar el desperdicio de recursos o la duplicación del trabajo, con vistas a crear sinergias basadas en iniciativas de asociación y complementariedad; en suma, se trata de replantear la estructura que sustenta la seguridad alimentaria y la agricultura en pequeña escala.
¿Qué podemos hacer para lograr avances en estas tres cuestiones, a saber, aumentar los recursos, intensificar los esfuerzos para promover enfoques transformadores, y reorganizar la estructura para garantizar una consecución eficaz de las metas?
Aumentar la inversión
Para satisfacer las enormes necesidades de financiación que supone el ODS 2, existen dos conjuntos de medidas fundamentales. El primero es destinar una mayor cantidad de inversiones multilaterales y bilaterales tradicionales a los países con los mayores niveles de inseguridad alimentaria y con las concentraciones más elevadas de pequeños productores. Los países con los peores resultados relativos en todos los ODS son principalmente Estados frágiles y asolados por conflictos en África Subsahariana, Asia y el Medio Oriente. Se trata de países que también acusan los mayores niveles de inseguridad alimentaria. Es evidente que estos países necesitan más asistencia para alcanzar el ODS 2, en particular en lo referido a las metas 2.3 y 2.4.
Además, la comunidad internacional debe buscar maneras de aprovechar mejor los recursos nacionales en los países en desarrollo, lo que a su vez exige adoptar medidas en materia de políticas para fomentar el gasto y las inversiones públicas destinados a introducir mejoras eficaces en la agricultura en pequeña escala. La comunidad internacional también debe brindar asistencia para catalizar los recursos del sector privado con el fin de satisfacer las necesidades de las pequeñas y medianas empresas agrícolas y de producción de alimentos; en ese sentido, puede ser útil reducir los riesgos para el sector brindando bienes públicos y capacitación para ayudar a las pequeñas empresas rurales agrícolas y no agrícolas a cumplir las exigencias de los agentes privados de mayor tamaño.
Focalizar las inversiones
El segundo conjunto de medidas —realizar inversiones centradas en afrontar la inseguridad alimentaria— exige centrarse de manera explícita en los desafíos interrelacionados que plantean la inseguridad alimentaria, la fragilidad y la resiliencia al cambio climático. Los datos demuestran más allá de toda duda que el cambio climático tiene profundas repercusiones sobre la seguridad alimentaria; un 80 % de los desastres naturales están relacionados con el clima, y el cambio climático incide en todas las dimensiones de la inseguridad alimentaria. Los efectos del cambio climático también tienen especial incidencia en determinados Estados pobres, por ejemplo, los de la región del Sahel, que están sufriendo las consecuencias del aumento de la sequía y la desertificación, y de los cambios de temperaturas.
La menor resiliencia de estos Estados y su fragilidad institucional exacerban las repercusiones de los desastres naturales. Se observa una clara coincidencia entre los países que integran la Lista armonizada de situaciones de fragilidad del Banco Mundial y aquellos que enfrentan los mayores desafíos en materia de desnutrición. Por ende, se necesitan soluciones técnicas centradas en la adaptación al cambio climático —y en algunos casos, en la mitigación de sus efectos—, aunadas a iniciativas tendientes a fortalecer las instituciones estatales. En los Estados en situación de fragilidad y afectados por conflictos, también se necesitan intervenciones que se aboquen al nexo entre la ayuda humanitaria y la ayuda para el desarrollo.
Llamada a la acción
Las inversiones del FIDA están centradas en el ODS 2 —en particular en sus metas 2.3 y 2.4—, a través del cual también promueve el logro de las metas del ODS 1. En otras palabras, el FIDA busca reducir la pobreza rural y erradicar la pobreza extrema entre los pequeños productores, que representan la mayoría de los agricultores del mundo. La necesidad fundamental de aumentar las inversiones movilizando a nuevos actores y de mejorar su eficacia dirigiéndolas a las causas fundamentales de la inseguridad alimentaria es un aspecto fundamental de la visión del FIDA relacionada con su transformación para alcanzar los ODS. Dicha visión se está debatiendo activamente con los Estados Miembros del FIDA, y sienta las bases para una nueva forma de llevar a cabo las operaciones.
Nota publicada en FIDA, reproducida en PCNPost con autorización.
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SOURCE: FIDA
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