Por: Raquel Fernández.
Has notado con cuánta frecuencia tu taxista es una mujer, qué porcentaje de trabajadores en una construcción son mujeres o cuántas veces una mujer pilotaba el avión que te ha llevado a destino? Las respuestas son probablemente no tan seguido, un bajo porcentaje y no tantas.
Aunque la participación laboral femenina en América Latina y el Caribe ha aumentado significativamente en los últimos 20 años –la tasa de participación de la mujer ha pasado del 47% al 58% en promedio– todavía queda mucho trabajo por hacer. Y no solamente para aumentar esta tasa, sino también para eliminar prejuicios sobre qué profesiones puede ocupar la mujer y combatir disparidades entre países y regiones, razas y edades. Y es que las brechas laborales no solamente se dan entre mujeres y hombres, sino también entre las mujeres mismas.
Tomemos como ejemplo la participación en el mercado de trabajo de la mujer en áreas rurales y urbanas. De acuerdo a datos del Sistema de Información de Mercados Laborales (SIMS) desarrollado por el BID (ver gráfico), en la mayoría de los países de la región las mujeres participan más en el mercado laboral cuando viven en zonas urbanas que en zonas rurales. Así, en el ámbito urbano un 59.4% de las mujeres de 15 a 64 años son económicamente activas, 8.5 puntos porcentuales más que las que viven en el entorno rural. Las únicas excepciones las encontramos en Bolivia, Perú, Ecuador y Jamaica (y en este último caso, por pocas décimas).
Las mujeres con hijos, y especialmente aquellas madres solteras, tienden a tener mayores facilidades para el cuidado de los mismos en zonas urbanas que en las rurales. En el campo la atención de los niños se suele dar por medio de redes familiares (lo cual típicamente no se contabiliza como trabajo cuando no se recibe un salario). En cambio, en la ciudad existe una mejor infraestructura (guarderías y otros centros de cuido) para propiamente tercerizar estos servicios.
Con este apoyo, la mujer puede lograr un mejor balance entre su vida profesional y personal, lo cual le facilita su decisión de ingresar al mundo del trabajo o a la capacitación laboral. Aunque la mayoría de los países de ALC cuenta con estrategias de protección laboral que buscan conciliar las actividades de producción doméstica y las del mercado de trabajo de mujeres embarazadas y madres, estas sólo benefician al 47% de las mujeres que trabajan de manera formal. Faltan además políticas que promuevan el apoyo tanto a la maternidad como a la paternidad partiendo de un concepto igualitario que ayude a balancear las labores domésticas con las actividades profesionales.
La educación:
Los niveles educativos de las mujeres en las áreas rurales son menores que en las áreas urbanas: en la región el porcentaje de mujeres de 15-64 años con un nivel educativo alto (más de 14 años de escolarización) es del 21.3% en zonas urbanas vs. solamente el 4.9% en zonas rurales. Esto tiene un efecto duradero y profundo en la trayectoria laboral de las mujeres, ya que un aumento en los años de escolaridad se traduce en mayor conocimiento y habilidades y por lo tanto en mayores posibilidades de ingresar al mundo del trabajo formal.
Por otra parte, los niveles educativos están asociados a la decisión de tener hijos. Datos para cuatro países latinoamericanos demuestran que a los veinte años de edad, el 80% de las mujeres con bajo nivel educativo tienen por lo menos un hijo, comparado a solamente un 20% de aquellas con un nivel educativo más alto (Gasparini y Marchionni, 2015). Con las responsabilidades que conlleva tener hijos y la falta de apoyo para el cuidado de los niños antes mencionado, resulta más difícil para las mujeres en zonas rurales obtener oportunidades laborales.
Los estereotipos:
Los estereotipos sobre qué tipo de trabajos pueden ocupar las mujeres persisten, tozudamente, en todos los países y están reforzados por brechas de género a nivel educativo, en particular con respecto a las materias STEM. Es así que por ejemplo, en 41 de los 65 países participantes en las pruebas PISA, a los varones les va mejor en las matemáticas, con Colombia, Chile y Costa Rica entre los países con brechas de género más amplias en este sentido y también con respecto a brechas de género en ciencia.
En los entornos rurales, estos estereotipos son mayores, si cabe. Seguramente a todos nos viene a la mente la imagen de mujeres en el campo cosechando los cultivos, recogiendo el café y el maíz, pero ¿qué pasaría si las niñas, desde que van a la escuela, se imaginaran a sí mismas siendo químicas, agrónomas, biólogas, zoólogas (todas disciplinas STEM), como lo hacen más comúnmente los niños? ¿Podríamos tal vez aumentar la gama de trabajos a los que tienen acceso las mujeres en las áreas rurales?
No sólo cantidad, sino calidad:
Supongamos ahora que logramos contrarrestar los tres factores anteriores y que efectivamente logremos aumentar la participación laboral femenina en las áreas rurales. ¿Es eso suficiente? Cuando hablamos de participación laboral, nos debemos referir no simplemente a buscar un empleo sino también a acceder a un empleo de calidad.
En este sentido, los datos muestran que las oportunidades de trabajo formal que existen en las áreas urbanas tienden a ser mayores que aquellas en áreas rurales –las tasas de formalidad son del 35.6% vs. el 12.8%, respectivamente. Un trabajo formal, a su vez, no solo significa tener acceso a beneficios de seguro social y a una pensión al llegar a la jubilación, sino que se traduce en trabajos más productivos para la economía.
Como mujer y especialista en políticas públicas, reconozco que hemos avanzado considerablemente a través de las últimas décadas en ingresar al mercado laboral, pero aún queda mucho camino por recorrer. Como hemos visto, siguen existiendo brechas importantes entre las mujeres mismas.
Es necesario, por lo tanto, que las políticas laborales no solamente integren explícitamente el enfoque de género, sino que también sepan abordar los retos específicos que limitan el acceso al mercado de las mujeres dentro de contextos diferentes.
Nota originalmente publicada en el blog “Factor trabajo” del Banco Interamericano de Desarrollo BID, reproducido en PCNPost con autorización.
SOURCE: Los Blogs del BID
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