En las selvas tropicales de Centroamérica se asienta una comunidad conocida como La Mosquitia. Bordeada por los pinares y las aguas de los ríos, La Mosquitia alberga a la comunidad indígena Miskita (96%) y a otras como Tawahas y Pech, que, hasta hace unos meses, no contaban con energía eléctrica.
Para poder acceder a la comunidad, es necesario viajar en pangas -pequeña embarcación de motor. Su difícil acceso hace que el suministro de servicios básicos sea limitado. Datos oficiales indican que el 70 por ciento de esta comunidad no contaban en 2013 con acceso al servicio eléctrico.
Hasta esa fecha, el 30 por ciento de la comunidad que tiene energía eléctrica pagaba un alto precio de hasta US$ 0,70 por Kwh. El 43 por ciento de la población se alumbraba con velas, un 15 por ciento con ocote-leña y otro 12 utilizaba kerosene.
A finales de 2017, el BID aprobó una operación de US$ 2.55 millones para llevar acceso a la energía a estas poblaciones indígenas. El proyecto consiste en la instalación de un parque fotovoltaico – micro red- con capacidad de generación de hasta 550 Kw.
Innovación con Energía en Surinam: Primera Planta Solar para Comunidades Rurales
Asimismo, en Surinam, el BID financió la primera planta solar con capacidad de 500 kWp, que suministrará energía a más de 400 hogares de las comunidades Atjoni y Pokigron. Estas comunidades tenían acceso a un servicio interrumpido de hasta 4 horas de energía, generada por combustibles fósiles.
Ambas comunidades son provenientes de descendientes de esclavos africanos conocidos como Maroons. Los habitantes de Pokigron y Atjoni tienen un estilo de vida muy tradicional, basado en la agricultura, la caza y la pesca.
Se estima que en Surinam hay otras 135 comunidades indígenas en la misma situación. Sin embargo, el país ha encontrado en la energía solar una oportunidad para poder suministrar el servicio a las comunidades más aisladas del país.
En Pokigron y Atjoni, el BID financió una planta solar compuesta por 1680 paneles solares de 300 Wp por panel y un grupo de 8 bancos de baterías que operará de forma híbrida con los generadores de diésel como respaldo.
Cocinas limpias para mejorar la salud de mujeres y niños en Guatemala
Por otro lado, en la región también es necesario invertir en programas que permitan reducir el consumo de biocombustibles para cocinar. En Guatemala, por ejemplo, 7 de cada 10 personas usan leña para cubrir sus necesidades de energía.
Ese consumo ocurre principalmente en las poblaciones rurales, que son las de menor ingreso y que representan el 87% de la población total de Guatemala. Además, este país reporta el mayor consumo de leña en Centroamérica. Mientras tanto, el sector energético es el segundo con mayor emisión, ya que representa el 39% de las emisiones totales.
Como una forma de atender esas necesidades, el BID firmó un convenio por 11 millones de euros. La donación, proveniente de la Facilidad NAMA, permitirá implementar un proyecto de uso eficiente de leña y combustibles alternativos para cocción en comunidades indígenas y rurales en Guatemala.
Más de 1.1 millones de personas, en su mayoría mujeres indígenas y niños en áreas rurales, que viven en condiciones vulnerables serán beneficiarios directos.
Estos son solo algunos de los proyectos que el BID está apoyando en la región, con el objetivo de ampliar el acceso a la energía eléctrica en las comunidades más aisladas, y, sobre todo, para cumplir con la misión de mejorar vidas en América Latina y el Caribe.
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