Por: Edgar Cabañas y Benigno López
Las conexiones con gran capacidad de transporte de datos pueden ser el petróleo del siglo XXI: una fuente potencial de gran riqueza para los países que exploten mejor este recurso. Un gran ejemplo de este potencial es Paraguay, con ubicación equidistante a las grandes economías de Sudamérica.
La conectividad digital es algo que parece obvio e invisible, pero no lo es. Las conexiones con gran capacidad de transporte de datos van a ser, si no lo son ya, el petróleo del siglo XXI: una fuente potencial de gran riqueza para los países que exploten mejor este recurso.
Un gran ejemplo de este potencial es Paraguay. Con su estratégica ubicación equidistante a las grandes economías de Sudamérica, su territorio ya acoge la Hidrovía Paraguay-Paraná que conecta al Brasil con Uruguay como vía de salida oceánica y también rutas viales en fase de obras conocidas como el Corredor Bioceánico, que conectarán los puertos de Brasil con los de Chile, pasando por el Chaco Paraguayo, gracias a alianzas público-privadas.
Paraguay, en términos de digitalización y conectividad, aún queda lejos de los países desarrollados, como lo plasma su posición 58 sobre 65 países en el Índice de Desarrollo de Banda Ancha 2018 del BID; tampoco está en altos niveles en los subíndices y, si consideramos solo países de América Latina y el Caribe (“ALC”), la posición de Paraguay es la 19 sobre 26.
Entre las principales limitantes del país en lo que refiere a costo de la conectividad, la salida internacional es un cuello de botella, debido a los pocos puntos de escape a disposición (Brasil y Argentina), lo que hace que los precios de tránsito IP en el Paraguay sean muy superiores al promedio, con un valor de entre 10-20 US$/Mbps, en comparación al precio promedio pagado en Brasil de 3-6 US$/Mbps o Europa donde el tránsito no cuesta más de 1 US$/Mbps. Este sobrecosto se traslada al precio minorista y también limita la capacidad de competir de operadores pequeños o el ingreso de nuevos competidores e inversores al mercado.
A sabiendas del elevado “peaje” que afronta el país, en 2018 se puso en marcha un proyecto conocido como “Banda Ancha Paraguay”, impulsado inicialmente por el BID con financiación de la Itaipú Binacional. El proyecto ha buscado alternativas que permitan conseguir una conexión paraguaya de fibra óptica con salida al océano, lo que haría que las compañías nacionales puedan adquirir la señal a un costo más competitivo.
Tras un estudio de viabilidad realizado por Deloitte España, se concluyó que la mejor alternativa era el uso de las líneas de transmisión de electricidad que comparten Paraguay y Brasil a través de Itaipú hasta Sao Paulo.
Esta propuesta de conectividad es todavía limitada ya que la capacidad de transferencia de información que tendría esta conexión es de sólo 200 Gbps, comparado con la capacidad que podría tener una red de fibra óptica independiente, de acuerdo con el proyecto original, pudiendo llegar al menos a 16 Tbps – asumiendo 40 canales (lambdas) de 100 Gbps cada uno en un par de fibras ópticas y cuatro pares en un cable de 12 fibras – lo que sería 80 veces superior.
Una red fibra óptica propia, ¿es necesaria para el Paraguay? Para responder a la pregunta, es necesario visualizar los cambios globales que vienen ocurriendo rápidamente en términos de digitalización: existen estimaciones que señalan que la tecnología 5G tendrá un impacto global de US$13,2 trillones para 2035, afectando la productividad en todas las industrias, incluida la agricultura, manufactura, servicios, gobiernos y otros. Aprovechar estos nuevos avances solo sería posible si el país cuenta con la infraestructura digital adecuada.
Una red de fibra óptica paraguaya abriría la oportunidad estratégica de lograr la instalación de un gran cetro regional de datos en el país, sirviendo como ruta de conexión para salidas al Atlántico desde Uruguay, por vía propia, y al Pacífico, pasando por Argentina y Chile. Esta salida a ambos océanos sería la única en Sudamérica y tendría un interés estratégico no solo para la región, sino incluso para Europa y Asia como conexión alternativa, ya que actualmente sus conexiones principales son a través de zonas conflictivas en Oriente Medio.
Paraguay tiene salida bioceánica, al igual que Bolivia o Perú, que podrían ser otros grandes interesados; no obstante, el Paraguay posee otros factores que lo diferencian, sobre todo energía eléctrica abundante y económica, y una localización con bajo riesgo de desastres naturales.
El principal desafío por parte del sector público es la disminución del costo de la conectividad internacional a través de una red de fibra óptica propia. Una inversión de este tipo solo podría realizarla el gobierno o mediante una asociación pública-privada, ya que posee además un alto componente social por el potencial beneficio para la población.
Un centro de datos en el país generaría un gran interés para el sector privado, siendo especialmente atractivo para empresas que ofrecen servicios de “nube” (almacenamiento de datos en Internet) tanto públicas (Apple, Amazon, Google, Microsoft, Samsung, Alibaba y Tencent, por ejemplo) como privadas (industria, sector financiero, servicios en general) e incluso de telecomunicaciones y gubernamentales. Esta infraestructura digital y su alcance continental podrían incluso justificar la inversión en nuevos cables submarinos para lograr salidas alternativas a Asia y Europa.
El abanico de inversiones que puede atraer un centro de datos es casi incalculable, además de ventajas en materia de mejora en la cobertura y los precios de la conectividad del país y la región, por lo que tendrá un efecto transversal a toda la economía y la sociedad en general. En ALC, en promedio, un 10% de mayor penetración de banda ancha está asociada con un 3,19% de PIB más alto, 2,61% de mayor productividad, y 67.000 nuevos puestos de trabajo.
Es necesario retomar las conversaciones hacia la idea original del proyecto “Banda Ancha Paraguay”, ya que la propuesta de utilizar la red de transmisión de Itaipu solo permitirá cubrir en el corto plazo la demanda de conectividad en el país, además de limitar cualquier inversión que requiera un alto flujo de información. El costo de oportunidad de no actuar ahora puede ser incalculable.
Nota publicada en Los Blogs del BID reproducido en PCNPost con autorización
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