La baja calidad de los servicios de desarrollo infantil tiene un impacto nulo e incluso negativo en el desarrollo de los niños. Por eso es necesario medirla periódicamente y a través del tiempo ya que es muy útil para el personal de los programas como herramienta para orientar y mejorar sus prácticas. Sin embargo, debido a la pandemia actual, la mayoría de los centros infantiles están cerrados por lo que los efectos del aprendizaje remoto en el desarrollo deberán ser evaluados. Por ejemplo, los bebés y los niños más pequeños aún están aprendiendo a leer señales socioemocionales y necesitan “ver y sentir” la receptividad de caras sin barbijos. ¿Cómo podremos medir la calidad de esos servicios?
Es importante resaltar que pocos programas en la región medían la calidad de manera frecuente y estructurada antes del COVID-19 como parte de sus sistemas de diagnóstico y monitoreo. Los pocos que lo hacían raramente optaban por incluir aquellos aspectos de la calidad más fuertemente relacionados con el desarrollo de los pequeños, la calidad de procesos. Esto se refiere a los aspectos que promueven el desarrollo infantil como las interacciones de las educadoras con los niños. La calidad de procesos no suele medirse por varios motivos entre los que resaltan la dificultad de observar las interacciones y la escasez de instrumentos factibles para contextos con recursos limitados.
Dos países que sí miden la calidad de procesos
Existen dos experiencias que usaron herramientas de medición de la calidad y se implementaron hace poco en Argentina, con el Monitoreo de Interacciones Receptivas en sala de Argentina (MIRAr) y en Uruguay, con el Instrumento para la Evaluación de la Calidad de los Servicios para Niños de Cero a Tres años (IECS-03). ¿Qué se puede aprender de estas experiencias para implementar en el contexto pos-COVID-19?
- MIRAr midió la calidad de procesos. Sus ventajas incluyeron su corta duración en campo; la posibilidad de recolectar datos con personal no profesional, siempre que la capacitación fuera la adecuada; el costo razonable, dada la simplicidad de la herramienta; y su solidez técnica. El instrumento constó de 32 ítems que evaluaron desde el tono de voz que la educadora usaba con los niños, hasta la disponibilidad de materiales de estimulación en el centro. Cada uno de sus 32 ítems tenía dos opciones de respuesta (0/1) dependiendo de si el elemento evaluado se encontraba o no en el centro. El evaluador puntuaba los ítems a partir de la observación y en algunos casos, a través de entrevistas. El puntaje total corresponde al porcentaje de ítems presentes en la sala. Este instrumento ha sido probado y validado con una muestra de 95 centros en el Gran Buenos Aires y resultó confiable y factible de administrar a escala.
- El IECS-03 fue diseñado con el objetivo de monitorear y evaluar la calidad de los centros educativos para niños de cero a tres años en Uruguay. Este instrumento valuó cuatro dimensiones: las condiciones físicas o de estructura de los entornos para los niños, la calidad de procesos, el involucramiento de las familias y las comunidades, y las acciones de gestión de los centros. Su implementación requirió de observación en aulas, revisión de documentos, entrevistas al personal del centro y entrevistas con los responsables del niño. El investigador decidía si incluir las cuatro dimensiones o solo alguna dependiendo del objetivo.
Existe otra experiencia en Chile que se suma al esfuerzo de medir la calidad de procesos. La instalación de un Sistema de Aseguramiento de Calidad (SAC), parte de la agenda del Ministerio de Educación será un importante paso en esta dirección. La constitución del Consejo Asesor para la Calidad de la Educación Parvularia fue el primer paso para llevar a un monitoreo de las variables de procesos en todas las aulas de la Sub-secretaría de Educación Parvularia. Otros países pueden ver esta experiencia y tomarla como punto de partida.
El contexto pos-COVID-19 ¿ofrecerá oportunidades para mejorar la calidad de procesos?
Algunos servicios de atención ya están redefiniendo protocolos y lineamientos para reanudar actividades con la atención presencial de los niños en los centros de cuidado y prescolares. Esto requiere el cumplimiento de criterios sanitarios e higiénicos que permitan reanudar el servicio de forma segura y saludable.
Existen tres posibles oportunidades para mejorar la calidad de procesos dado el contexto actual:
- Los cambios en la organización y el equipamiento de los centros para mantener el distanciamiento físico, la reducción del tamaño de los grupos y del número de niños por educadora en el aula puede fortalecer la naturaleza de las interacciones.
- Los nuevos procesos, rutinas y manejos de grupo durante la reapertura pueden mejorar los tiempos y las transiciones entre las actividades de juego y aprendizaje que son clave de la calidad.
- Una mejor conectividad, acceso a internet y a plataformas digitales puede volver más eficiente la prestación de los servicios a la primera infancia con el uso de tecnologías.
Si bien este tiempo de pandemia puede tener efectos catastróficos en el desarrollo de los niños, tomemos estas oportunidades observando las experiencias regionales para preservar los conceptos fundamentales de la calidad de las interacciones. Esto es lo que realmente importa para que un niño alcance su potencial y aproveche las atenciones efectivas en un escenario pos-COVID-19.
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