Por: Alaka Holla, Norbert Schady, y Joana Silva
En todo el mundo, casi 1 de cada 5 jóvenes de entre 15 y 24 años está desempleado o forma parte de la fuerza laboral, pero no tiene trabajo, y 1 de cada 7 adolescentes de 10 a 19 años padece algún trastorno mental. En los países de ingreso bajo y mediano, casi 6 de cada 10 niños de 10 años (PDF, en inglés) no saben leer ni pueden comprender un párrafo simple.
Estas cifras no son una buena señal para la innovación y el crecimiento económico futuros. Las personas que hoy tienen menos de 25 años conformarán más del 90 % de los trabajadores en edad productiva en 2050 (PDF, en inglés).
Sin embargo, estas crisis independientes pero relacionadas tienen orígenes mucho más antiguos. Como sostenemos en un volumen reciente dedicado a los efectos de la pandemia de COVID-19 en los jóvenes , la acumulación de capital humano —es decir, la salud, las habilidades y la experiencia que contribuyen a la productividad— comienza en etapas tempranas de la vida (desde la gestación), es secuencial (el desarrollo de las habilidades actuales se basa en las habilidades adquiridas anteriormente) y señala períodos delicados (durante los cuales cualquier impacto o deficiencia puede afectar de manera permanente toda la trayectoria de la acumulación de capital humano). Por lo tanto, los jóvenes desempleados en el presente probablemente carecían de oportunidades tempranas suficientes para desarrollar tanto sus habilidades cognitivas como socioemocionales.
Con ocasión del Día Internacional de la Juventud, he aquí las inversiones fundamentales que las comunidades y los Gobiernos deben realizar si quieren empoderar a estas generaciones futuras, liberar su potencial y sentar las bases de un futuro sostenible, pacífico y próspero.
1) Invertir ahora para afrontar los enormes retrocesos en el desarrollo de la primera infancia que se produjeron durante la pandemia
Las bases del capital humano de los jóvenes se establecen durante la infancia y sus años escolares. Incluso antes de la pandemia, en promedio, solo 1 de cada 5 niños asistía a algún nivel de educación preescolar en los países de ingreso bajo y mediano. Pruebas abrumadoras de todo el mundo (PDF, en inglés) muestran que la educación preescolar mejora de forma inmediata el grado de preparación de los niños para la escuela y aumenta el rendimiento y los avances escolares durante la escuela primaria y secundaria, al tiempo que disminuye la propensión a cometer delitos durante la adolescencia y la dependencia de la asistencia social durante la edad adulta.
La pandemia redujo aún más las oportunidades de desarrollar habilidades en las etapas iniciales de la vida. Nuevos datos de Bangladesh revelan que la pandemia provocó pérdidas dramáticas en las habilidades cognitivas, lingüísticas y socioemocionales de los niños pequeños, las que creemos se traducirán en una disminución del 25 % en los ingresos esperados durante la edad productiva. En el primer año de la pandemia, más del 50 % del tiempo de instrucción en los establecimientos preescolares se perdió, y la asistencia a la educación preescolar aún no se ha recuperado en muchos países.
Llegar a los niños en sus hogares es difícil y costoso. Pero los niños que tenían menos de 6 años cuando comenzaron los confinamientos por la pandemia están en la escuela primaria o están en la edad en que pueden beneficiarse de la educación preescolar. Debemos aprovechar esta oportunidad para abordar los retrocesos relacionados con la pandemia antes de que se amplíen y se conviertan en problemas más complejos de resolver a medida que los niños crecen.
2) Recuperar las pérdidas de aprendizaje sufridas por los niños en edad escolar
Incluso antes de la pandemia, los países de ingreso bajo y mediano atravesaban una crisis del aprendizaje (i). La pandemia convirtió dicha crisis en una catástrofe. Más de 1000 millones de niños vivían en países que cerraron las escuelas durante al menos un año. Calculamos que los niños perdieron un mes de aprendizaje por cada mes que las escuelas estuvieron cerradas, es decir, no aprendieron durante ese período y, en algunos casos, olvidaron lo que ya habían aprendido. La salud mental de los niños en edad escolar también se desplomó durante los confinamientos.
Las escuelas desempeñarán un papel muy importante en la recuperación de todas estas pérdidas en los ámbitos de las habilidades y la salud mental. Sin embargo, en un informe (i) reciente del Banco Mundial se concluye que solo 1 de cada 5 países contaba con una estrategia explícita para recuperar y acelerar el aprendizaje después de la reapertura de las escuelas. La buena noticia es que existen estrategias de comprobada eficacia para recuperar estas pérdidas. En un último informe (PDF, en inglés) del Panel Asesor Internacional sobre Educación, se consideran como intervenciones óptimas apoyar a los maestros con planes de lecciones y materiales didácticos estructurados y orientar la enseñanza según los niveles de aprendizaje de los estudiantes en lugar de su edad o grado.
3) Ayudar a los jóvenes en la transición al empleo
Los niños de entre 15 y 24 años experimentan otra fase crítica al momento de su transición desde la etapa de acumulación de capital humano hasta la etapa de la utilización de este. Este período presenta diversas posibilidades: los jóvenes pueden estar en la escuela, estar empleados o “no estudiar ni trabajar ni recibir capacitación” (un grupo conocido como los “ninis”). Sus decisiones, ya sea participar en comportamientos constructivos o asumir riesgos como sexo sin protección, consumo de drogas, actividad criminal o participación en pandillas, tienen consecuencias a largo plazo.
Además, las crisis y conmociones inesperadas pueden alterar de manera considerable sus perspectivas y causar efectos que perdurarán en el futuro. Durante la pandemia, la tasa de empleo de los jóvenes que ingresaron al mercado laboral disminuyó drásticamente (PDF, en inglés) y, en muchos casos, no se recuperó, a pesar del repunte del empleo de los adultos. A fines de 2021, más de 40 millones de jóvenes que habrían estado trabajando de no haber ocurrido la pandemia no tenían un empleo, lo que agravó las tendencias del desempleo juvenil. Además, se produjo un aumento sustancial de la juventud ociosa. Tan solo en Sudáfrica, la pandemia provocó que 1,6 millones adicionales de jóvenes se mantuvieran ociosos; antes de la pandemia, aproximadamente un tercio de todos los jóvenes pertenecían al grupo de los “ninis”.
Invertir en el futuro
Ninguna de estas inversiones se llevará a cabo sin los esfuerzos concertados de los Gobiernos, las comunidades y las organizaciones multilaterales. Existen políticas de comprobada eficacia que pueden mejorar el capital humano de los jóvenes. El mundo puede estar en un momento decisivo para la juventud actual, pero también es igual de claro qué se necesita para emprender el camino hacia un futuro mejor. En este día dedicado a los jóvenes, comprometámonos a intensificar nuestros esfuerzos para invertir en este grupo de la población y garantizarles un futuro más seguro, saludable y productivo.
Nota publicada en Voces del Banco Mundial, reproducida en PCNPost con autorización
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