Impuesto a las bolsas plásticas: Más que un castigo, un llamado a la consciencia social.
La norma, que empezó a regir el 1 de julio de 2017 a partir de la reforma tributaria, planea disminuir hasta en un 75% el uso de estos elementos. Se cuestiona si una multa tan baja puede cambiar el comportamiento de los colombianos.
Por: Andrés Martínez Zalamea.
Hace treinta años, con el llamado reporte de Bruntland, que emanó de la comisión del mismo nombre, la Organización de las Naciones Unidas unió a 22 países en la lucha contra el deterioro del ambiente humano y los recursos naturales, sentando así las bases del desarrollo sostenible en el mundo.
Entre las tendencias que han marcado este enfoque en los últimos años se encuentra el retiro gradual de las bolsas de plástico. Tradicionalmente estas bolsas han sido entregadas sin costo en almacenes, al ser consideradas un método barato, higiénico y práctico de transportar artículos. Pero, al estar compuestas por polietileno, un derivado del petróleo que los microorganismos no detectan como alimento (a diferencia de otros deshechos), técnicamente nunca pueden biodegradarse. Esto quiere decir que, aunque estas bolsas de plástico se descompongan gracias a la acción del sol, su efecto nocivo en el medio ambiente podría no tener fin.
“El plástico es un problema que surgió después de que la industria mundial encontró la necesidad de repartir y hacer más global la entrega de sus productos”, explica Carlos Pacheco, profesor del departamento de Ingeniería Civil de la Universidad del Norte. El académico explica que este boom del plástico obedeció a la facilidad de producirlo por ser una mezcla de tres químicos. “Es muy barato, mientras que el papel y el vidrio tienen un proceso más complicado cuando se quieren producir bolsas o botellas. Hace unos 50 años no importaba el medio ambiente, sino el rendimiento, y la materia prima del plástico era más fácil de conseguir”, agregó.
Dada la facilidad de fabricarlas, el problema general de las bolsas de plástico es la cantidad de desperdicio que producen. Muchas terminan en las calles, atentando contra la estética, pero incluso cuando se arrojan en los lugares adecuados, su lenta descomposición hace que se acumulen grandes volúmenes de basura que pueden contaminar cuerpos de agua, taponar alcantarillas y afectar la vida animal. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, cerca de 100.000 ballenas, focas y tortugas mueren el año por comer o quedar atrapadas en bolsas de plástico.
Como resultado de su inhabilidad para biodegradarse, los aditivos tóxicos que contienen las bolsas quedan flotando en el ambiente, afectando el sistema endocrino de los organismos. Los efectos de una bolsa que es utilizada en promedio 20 minutos, pueden sentirse hasta mil años después.
¿Cómo funciona el impuesto?
En Colombia, uno de los países que hizo parte de la Comisión Bruntland en 1987, comenzó a regir el pasado 1 de julio el impuesto al uso de bolsas plásticas. Decisión que tomó el Gobierno con la reforma tributaria de 2016 para no solo desincentivar su consumo, sino también disminuir el impacto ambiental que generan sus residuos. Este cobro quedó establecido en los artículos 207 y 208 de la Ley 1819 de 2016, partiendo de un valor de $20 en 2017, $30 en 2018, $40 en 2019 y $50 en 2020, por cada unidad de bolsa. El cobro de este impuesto se realiza a través de personas naturales o jurídicas que pertenezcan al régimen común de IVA, como grandes supermercados, que facturen más de $300.000 en ventas diarias.
Tenderos de barrio pertenecientes al régimen simplificado no están obligados a cobrar ni a declarar este impuesto. Este impuesto tampoco aplica para bolsas que son utilizadas como material de empaque de productos, como el caso de las frutas en los supermercados.
Con la iniciativa se busca seguir lo que se ha hecho en países como Inglaterra, donde el cobro de 5 peniques por bolsa, desde 2015, llevó a una disminución del 85% en el uso de estos elementos. En total, este impuesto ya se aplica en al menos 127 países; Dinamarca fue el primero en implementarlo en 1993.
“Lo que es común en todos estos esquemas es que no opera a través de una sanción financiera considerable”, afirma Andrés Vargas, profesor de Economía de Uninorte. La hipótesis que, según Vargas, se puede plantear de cómo una tarifa tan pequeña puede tener un efecto tan significativo, es porque “hace evidente que esa acción que se está tomando de consumir una bolsa es un mal”.
“El impuesto opera para entregarle una señal al consumidor para que asuma que la decisión que está tomando está teniendo un efecto positivo o negativo sobre la sociedad en general. Lo que hace es realzar o crear una normal social, en la que se hace evidente el hecho de que el consumo de ese tipo de bienes genera unas externalidades negativas, unos efectos no intencionales, pero perjudiciales para el resto de la sociedad”, puntualizó el economista.
Para 2020 se espera haber reducido hasta en un 75% el consumo irracional de las bolsas de plástico, que, según cifras del Ministerio de Ambiente y Desarrollo y Sostenible, es de 6 por semana por cada persona – un total de más de 10.000 millones al año si se suma toda la población del país.
La caída del uso de las bolsas plásticas, dos meses después de la entrada en funcionamiento del decreto, ha sido reportada ampliamente. Según Fenalco, el consumo de la bolsa plástica se ha disminuido 27% en los comercios que recaudan los $20 del impuesto y la Cámara Colombiana del Plástico ha reportado entre un 30 y 40% de disminución de las ventas. Incluso desde antes, a raíz de campañas ambientales, el uso de bolsas plásticas se redujo en un 25%, como informó Asoplásticos.
Nuevos nichos que abre
De acuerdo con Pachecho, una vez la sociedad deja de utilizar las bolsas probablemente se afecte la competitividad de las empresas productoras de bolsas podría, pero ahí es cuando estos deben generar nuevos materiales para hacer bolsas. “Se pueden hacer de caña de azúcar, fécula de maíz, bolsa de papel. Esas bolsas se degradan y no generan ese problema ambiental”, indica el profesor.
“Esto puede abrir la puerta a nuevos materiales y toda la experimentación que hay con materiales biodegradables”, mantiene por su parte el profesor Andrés Vargas. “La innovación que hay en esa área es gigantesca. Hacia allá está girando de manera irreversible la sociedad. Mal haríamos en tratar de frenar ese cambio y con seguridad la industria está ajustándose a eso”, concluyó.
Nota publicada en UnNorte, publicación de la Universidad del Norte, reproducida en PCNPost con autorización
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