Al oído del Alcalde Peñalosa

Por: Francisco Manrique.

“It takes a great man to be a good listener.” Calvin Coolidge.


Peñalosa

Palacio Líévano, Alcaldía de Bogotá, diciembre de 2009. Foto: Pedro Felipe. CC BY-SA 3.0.


En mi Post anterior explique las razones por las cuales, la revocatoria que están promoviendo el ex alcalde Petro y quienes se oponen a Peñalosa, es improcedente y de alto riesgo para Bogotá. Ojalá  se tramitara una propuesta en el Congreso para la doble vuelta, o evitar que se abuse de esta figura antes de que un alcalde cumpla dos años de su mandato, pero con razones de fondo y bien documentadas del incumplimiento en el cargo .

Pero el análisis de la situación de Peñalosa se quedaría incompleto, si no se tienen en cuenta otras dimensiones para entender los problemas de imagen que hoy lo afectan en su gestión, y como podría cambiarla en lo que le queda de su periodo. Si él no lo hace ahora, se corren varios riesgos a saber: no sólo compromete su legado como Alcalde, sino que también, genera un peligro muy alto de abrirle las puertas a personajes como Petro, con miras a las elecciones del 2018.

Lo primero concierne directamente al Alcalde y su motivación personal para pasar a la historia, pero lo segundo nos compete a todos aquellos ciudadanos que no queremos que se abran las puertas a personajes como el anterior alcalde, que demostró su gran incompetencia en el manejo de la ciudad. Políticos como él, quieren amplificar la mala imagen de Peñalosa, como trampolín, para aspirar a la Presidencia de Colombia.

Para que eso no ocurra, el Alcalde tiene que cumplir con lo que se ha comprometió, y así le quita piso a los que buscan su revocatoria. Pero además, su éxito va a ser el de todos los que deseamos que Bogotá vuelva a ser un gran referente internacional, como lo fuera a finales de los años 90. Pero también, va a tener que acercarse a la gente, y aproximarse con curiosidad a  escuchar a quienes honestamente queremos que él tenga éxito en su gestión por el bien de todos y de la ciudad.

Analizando bien su problema de imagen, no deja de ser una paradoja la situación de Peñalosa. Al asumir la Alcadia, recibió  una herencia muy compleja de Petro, porque este buscó fracturar ideológicamente a la ciudad, además de que su gestión fue muy cuestionada. El atraso era evidente debido a la incapacidad de ejecución de su antecesor y la falta de administración que se evidenció durante su mandato. Para no hablar de los inmensos escándalos de corrupción sin antecedentes que nos dejó el Polo Democrático cuando estuvieron manejando a Bogotá.

Esta realidad abría una oportunidad de oro a Peñalosa, no sólo para mejorar lo que  había  recibido mostrando resultados, cosa que ya lo está haciendo, sino también, ejerciendo un estilo muy diferente de liderazgo político al de su antecesor. Esto significaba estar mucho más dispuesto a promover un liderazgo colectivo que convocara a sociedad. Y me explico.

Desde la óptica anterior, yo  esperaba un cambio más profundo en Peñalosa para que “pudiera liderar” esta nueva etapa de la transformación sostenible de Bogotá en su segunda administración.

Han pasado  casi dos décadas desde que Peñalosa dejó su primera Alcadía. En ese tiempo, el mundo cambio, el país también, y Bogotá no fue la excepción. Especialmente después de doce largos años de administraciones que frenaron el impulso que traía la ciudad en los 90. La urbe que heredó en el 2016, era muy diferente a la que recibió en 1998.

Pero para enfrentar estos nuevos retos en el tiempo que le queda, Peñalosa tendría que cambiar la percepción que mucha gente tiene de él. Sin embargo, las encuestas nos muestran que hasta hoy no lo ha logrado después de un año y cinco meses, y que más bien ha habido un deterioro creciente de su imagen. Y la pregunta es: ¿porqué?.

Estoy seguro, que la percepción  seria hoy muy distinta, si Peñalosa se hubiera preparado más para esta nueva realidad, y para incorporar estos cambios tan profundos en su modo de pensar. Ha debido ser mucho más abierto a escuchar, y estar más  cercano a las diferentes audiencias que tiene una ciudad tan diversa como Bogotá. El que no lo haya sido así, se refleja en la percepción de la gente, en las encuestas más recientes.

El margen de maniobra de Peñalosa mejoraría muchísimo, si lograr hacernos comprende e todos los que vivimos en Bogotá, que la ciudad tiene dos tipos de retos muy distintos. Los que le corresponden directamente al Alcalde y su equipo de gobierno, y que consisten en ejecutar con excelencia lo que prometió, para poner orden en el caos que heredaron en la Administración de la ciudad. Y los que nos corresponden a todos los ciudadanos asumir, porque implican cambios profundos en nuestra manera de comportarnos y relacionarnos con los demás..

Los primeros los llamaría unos retos técnicos de la gestión. Son el ABC del manejo de cualquier ciudad, y los que sus  habitantes tienen derecho a exigir: un buen funcionamiento de los servicios, como la atención a la salud, la educación, la seguridad y la respuesta oportuna a los reclamos de la gente en las empresas como la EAB y ETB.

Pero hay otros retos más complejos que yo los llamaría “adaptativos”. Y lo son, porque implican cambios importantes en el comportamiento de la gente y de los empleados públicos de la ciudad. Las personas resienten estos cambios y muchas veces los atacan. Pero si no se hacen, difícilmente se puede avanzar. Para venceré la resistencia se requiere un liderázgo colectivo alineado con las nuevas realidades de la ciudad y el mundo en general.

Dos ejemplos se me vienen a la mente del pasado: la Cultura Ciudadana de Mockus y el uso de los bolardos por parte de Peñalosa para enseñarnos a respetar el espacio público. Al principio fueron recibidos con incomprensión y agresividad, pero hoy más que nunca, los extrañamos y entendemos su importancia. Ambos tienen que ver con nuestro comportamiento ciudadano, tema que junto con cultura de colaboración y la formación del capital humano,  pertenecen a la infraestructura mental de la ciudad.

Ahora bien, la ciudad necesita cambios importantes en frentes tan complejos como la movilidad, la conectividad y el establecer una visión de futuro para el desarrollo sostenible de su economía, en medio de un entorno que cambia cada vez más rápidamente. Y todo lo anterior, en un ambiente de mucha incertidumbre porque tenemos una sociedad fracturada por el proceso de paz. Y lo que suceda en Bogotá, por su tamaño y peso específico,  tendrá  un gran impacto hacia adelante  en el futuro del país.

Como se ve, estos temas no sólo requiere de una buena gerencia, donde Peñalosa tiene muchas fortalezas, sino requiere de “nuevos liderazgos”. Al finalizar la segunda década del siglo XXI,  ya no es válida la figura del Llanero Solitario, para enfrentar los retos de la sociedad urbana contemporánea, y en especial, si es una ciudad del tamaño de Bogotá. Peñalosa necesita urgentemente promover nuevos liderazgos a lo largo y ancho de la ciudad.

Y en una sociedad dividida como la nuestra, tampoco es válido el liderazgo autoritario que ahonde aún más nuestras diferencias. Se necesita un liderazgo colectivo que ayude a apropiar los proceso de cambio que  se hagan en los próximos tres años. Sin este requisito no habrá continuidad. Este debería ser una preocupación primordial de Peñalosa si quiere que haya permanencia de las ejecutorias que se hagan hasta final de su mandato. Si lo logra hacer, ese será su verdadero legado político para la posteridad. Sobre este tema he escrito muchos blogs en el pasado.

En resumen: los problemas actuales de Enrique Peñalosa no tienen que ver con que haya incumplido su Plan de Desarrollo. Si termina su mandato, estoy seguro que lo habrá logrado realizar en una buena proporción. El reto de fondo, es que entienda que su principal desafío no es sólo gerenciar, sino liderar los cambios sostenibles que Bogotá necesita, dadas las nuevas realidades que hoy tiene la ciudad en un entorno muy distinto al que tuvo hace 19 años.

En mi próximo Post, propondré algunas sugerencias que ojalá le llegaran al oído del Alcalde Peñalosa para que logre terminar su mandato como esperamos quienes creemos que una revocatoria después de doce años de desastrosas administraciones, es lo peor que le podría pasar a Bogotá.


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