El valor de la muerte

Por: Andrés Quintero Olmos.

Tras los recientes ataques en Paris y la inmediata respuesta de solidaridad internacional reflejada especialmente en las redes sociales y los medios, hoy muchos se preguntan por qué una vida en Francia parece valer más que una en Colombia, por ejemplo. Y es que en realidad el fundamento no es subjetivamente hipócrita sino racionalmente humano.

De acuerdo con Víctor Hugo, existe un fenómeno humano que diferencia las vidas, es decir, no todas las muertes son iguales porque simplemente no todas las vidas valen igual:

Observen esta escalera de hechos: quebrantamos una piedra con más tranquilidad que cortamos un árbol; cortamos un árbol con más tranquilidad que matamos a un animal; matamos a un animal con más tranquilidad que a un hombre; matamos a un hombre con menos titubeos que a un genio, de ahí es testigo el largo estremecimiento, que aumenta de siglo en siglo, que siguió la muerte de Sócrates o el suplicio del Cristo. Este escalofrío creciente del hombre en presencia de esta ascensión de la muerte, yendo de la piedra al espíritu, es una revelación. Es la revelación de una ley, una ley profunda, una ley universal, una ley que fundamenta a las mismas leyes. ¿Cuál es esa ley? Aquí está: la cantidad de derecho se mide a la cantidad de vida.

Todo se resume a que es moralmente humano que unas vidas duelan más que otras, debido a que la cantidad de espíritu en un ser condiciona la cantidad de derecho que se le aplica. Por ejemplo, no sería igual de grave asesinar al Papa que a un terrorista de ISIS.

Frente a este postulado, el atajo equivocado sería decir que la vida de un francés en relación a la de un colombiano tendría mayor valor, por ser en promedio el europeo individualmente más educado e ilustrado que el sudamericano. En cambio, parece correcto afirmar que sociológicamente, la vida de un francés tiene mayor valor que la de un colombiano por el simple hecho de que la sociedad francesa parece conmoverse más con la vida de sus conciudadanos. El rechazo internacional de un acto atroz se mide según la repulsión inicial de la sociedad donde ocurre el hecho atroz. Por ejemplo, ¿cómo pedirle a un francés que se conmueva por un muerto colombiano si sus mismos conciudadanos no lo hacen?

Por eso es que, más allá de la mayor atención mediática y del efecto repetitivo de los hechos que los banalizan, el repudio internacional de un acto terrorista en Francia es mayor que el de uno realizado en Colombia.

Aun así, tenemos que entender que la valoración moral o social de la muerte depende también de su previa calificación jurídica o política. Por ejemplo, durante la era Uribe, el Gobierno colombiano catalogaba a las muertes perpetuadas por las FARC como actos terroristas. Hoy, durante Santos, los mismos actos son considerados como hechos perpetuados en conflicto armado entre dos bandos iguales, a imagen y semejanza de la mesa de La Habana. Por tanto, la misma muerte durante Uribe o Santos no tendría igual valoración social.


Imagen en página inicial: The Day of the Dead, 1859. Pintura de William Bouguereau, 1825-1905. Material en dominio público en USA y en los demás países donde el derecho de autor se extiende por 100 años (o menos) tras la muerte del autor. Wikimedia Commons. PD-old-100


 

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