USAexit: una luz que se apagó

Por: Francisco Manrique.

“Las elecciones americanas fueron un referéndum sobre lo que una mujer hubiera podido llegar a ser y lo que un hombre  rico puede hacer con impunidad”. TIME Magazine

En menos de seis meses, es insólito haber estado físicamente presente en los lugares donde se produjeron unos resultados históricos que van a marcar un cambio fundamental en el destino de tanta gente. Más impresionante aún, cuando lo que sucedió, fue tan distinto a lo que pronosticaban las encuestas, los analistas, los medios y otros formadores de opinión a nivel nacional e internacional.

Estuve en Londres en junio, en Colombia en octubre, y en esta semana en los Estados Unidos. En estos tres casos, los votantes le dieron una bofetada monumental al establecimiento de cada uno de estos paises. Millones de personas patearon el tablero de juego sin importar las consecuencias posteriores. Como después de un tsunami, el panorama tuvo un cambió monumental que evidencia problemas profundos en la sociedad contemporánea, sin distinción de su  geografía y tradición.

La falta de liderazgo de los políticos, y la sensación de que el sistema les falló a personas con menor educacion, le ha abierto la puerta a demagogos y populistas sin escrúpulos como Trump. Apelando a los instintos más primarios, han sabido atizar la cultura machista, el fuego del miedo, el odio y la desconfianza, contra todo lo que no sea conocido, tenga el mismo color de piel y creencias religiosas similares.


Trump elecciones

AFP PHOTO / John MACDOUGALL


Y como las ondas que producen un tsunami, los efectos tienen altas probabilidades de golpear las costas en otras latitudes, re configurando el panorama geopolítico y económico mundial de manera fundamental.

Creo que me quedó corto al afirmar, que en el caso de los resultados de las elecciones americanas, es un verdadero tsunami cuyas consecuencias se van a sentir por muchos años en todos los rincones del planeta. Hemos presenciado el USAexit de la primera potencia mundial. Algo que seveía impensable,   multiplica la gran incertidumbre internacional. Si esto hubiera sucedido en el Congo a nadie le importaría, pero sucedió en los Estados Unidos, que hasta el martes pasado, fue un referente para las democracias en el mundo, y que hoy es una luz que se apagó.

Una amiga americana me decía el miércoles: “al despertar me sentí enferma y avergonzada. Me encontré con un país que no era en el que yo nací. De una luz para las democracias en el mundo, pasamos a representar lo que históricamente habíamos repudiado. Una realidad muy difícil de aceptar”. Su voz representa a la mayoría numérica que votaron por Clinton pero que perdieron la elección en el Colegio Electoral.

La elección de Trump destruyó de un plumazo la credibilidad de este país como faro de la democracia. Una cosa es haber tenido a un inepto como Busch en la Presidencia, otra muy diferente es tener a un personaje como Trump, elegido por sesenta millones de norteamericanos que perdieron su norte ético. No todos los días se elige en el país más poderoso del planeta a un presidente que se siente orgulloso de agredir sexualmente a las mujeres, no pagar impuestos, mentir descaradamente sin ruborizarse, descalificar a los emigrantes, e ir en contravía de procesos históricos que le han dado legitimidad y respeto mundial a su país como la OTAN. Y para rematar, alguien con inmensos conflictos de interés.

Hay un gran contraste entre la elección de Trump y la de hace ocho años con Obama. Pasamos del “yes we can” al “yes I can”. El super héroe que va a volver de nuevo su país grande. Con Obama, millones de personas celebraron el resultado como un voto a la esperanza, al optimismo y a la aceptación de los cambios demográficos, tecnológicos y sociales del momento, en medio de la crisis económica más profunda. Hoy, ante el estupor internacional, con Trump, el resultado hace caer las bolsas en el mundo, y ha sacado a flote los instintos más bajos del ser humano en millones de votantes americanos.

Esta es la realidad con la cual se despertaron los norteamericanos al día siguiente de las elecciones, a pesar de que Clinton ganara el voto popular por más de 200.000 personas, pero perdió el conteo del colegio electoral. Se repitió la historia de Gore y Busch en el 2000 con resultados que hoy son los causantes del desastre del Medio Oriente, de la crisis económica del 2008, y las bases del desbarajuste al proceso electoral que ha creado Trump.

El absurdo sistema del Colegio Electoral, que tienen los Estados Unidos, es el responsable que se repita un resultado que mina significativamente a la sociedad norteamericana. Quienes eligieron a Trump querían patear al establecimiento y buscar regresar al pasado. Bueno, lo lograron y de que forma. Como sucedió con el Brexit, los votantes representan mayoritariamente una clase blanca, poco educada, quienes han sufrido el mayor impacto de los cambios impulsados por su país en el mundo como líder de la globalización y la tecnología que la soporta.

De manera impresionante, votaron a favor de Clinton los afroamericanos, los latinos, la gente mejor preparada y más cosmopolita de ese país. Pero al igual que en el caso inglés, los jóvenes que ejercieron su voto, de manera abrumadora también lo hicieron a su favor. La misma division del Brexit que demuestra las profundas fracturas de clase, género y edad, que hoy puso patas arriba al sistema político americano.

Para tener una mejor aproximación a la nueva realidad en los Estados Unidos, es importante entender lo que significa generar un cambio en la política de una nación. Los votantes le piden a Trump una revolución y la pregunta es si este personaje, a quien nadie le daba una mínima posibilidad de lograr su cometido, lo va a poder conseguir.

David Brooks es un respetado columnista del New York Times, que escribía en estos días sobre los resultados electorales en su país, comentaba  lo siguiente:

“Para lograr un cambio en la política de un país se necesita: reunir expertos que puedan proponer cambios en la legislación lo que implica una tarea compleja, y trabajar con personas que piensan distinto, para atraer a los contrarios con el fin de llegar a los acuerdos necesarios. Se requiere de una gran paciencia y contar con la habilidad de agrupar a muchos para movilizarlos a través de las instituciones, los grupos de interés, y los partidos políticos, trabajando en equipo, y tejiendo redes con el apoyo de los poderosos. Significa rodearse de la mejor gente, aceptando la diversidad de sus opiniones” . Y yo añadiría: también se necesita construir una visión unificadora que convoque e inspire lo mejor de la sociedad.

La mala noticia es que, para hacer lo anterior, Trump es la persona  totalmente inadecuada: es impaciente, combativo, intolerante, divisivo, narcisista, ignorante, superficial, inexperto en el arte del gobierno, poco sutil y sin escrúpulos. Para este personaje, el ganar es un juego de suma cero donde todo vale. Cuando él gana los demás pierden. Los escándalos lo preceden, las tres bancarrotas y las víctimas de sus abusos hablan elocuentemente de su trayectoria como hombre de negocios. Este dechado de virtudes será el presidente numero 45 de la democracia más antigua del mundo.

Trump logró sintonizarse con 60 millones de gringos que se sienten los perdedores en su país. Su visión negativa y obscura del estado actual de los Estados Unidos entró en resonancia con esta masa de población. Aprovechando la ira y el miedo que estaba latente en esta gente, les abrió las compuertas y les dio su voz.

A todas estas personas, en su mayoría hombres, les vendió la idea de su capacidad de corregir el rumbo que perciben como negativo de su país, para “hacer nuevamente grande a America”. Esta estrategia calculada buscó reforzar la posición de víctimas de estos votantes,  desconociendo olímpicamente que la realidad estadística no confirma la percepción catastrófica que  Trump utilizó.

La narrativa que Trump les vendió a sus votantes enfatizó varios puntos: los Estados Unidos deben de estar aislados como una fortaleza, pero serán grandes de nuevo. En este escenario, el empleo es lo más importante, por lo que va a castigar a las empresas que se salgan de su territorio. En este nuevo paraíso, los blancos volverán a ser superiores, de ahí el apoyo del Ku Klux Clan. Y las élites merecen la desconfianza de la gente trabajadora porque son los verdaderos responsables del pésimo estado actual del país -( así las estadísticas muestren todo lo contrario). Con estos argumentos llegó Trump a ganar la presidencia.

Una visión complementaria del cambio que quieren, quienes votaron por Trump, podría ser la siguiente: exigían una disrupción radical sin importarles quién era el agente de cambio que los representara. Tampoco se preguntaron si esa persona podía ser el modelo de rol para sus hijos, o si tenía la experiencia y la habilidad de ejecutar sus planes en caso de que los tuviera.

Trump les vendió la esperanza de volver al pasado pero sin decirles la verdad: por más presidente que sea del país más poderoso del mundo, hay realidades que no puede cambiar. Y si no, que le pregunten a sus antecesores en el cargo para que dimensionen las limitaciones que enfrentan. Y más en una sociedad abierta como la norteamericana.

Pero ganar la Presidencia no es suficiente para lograr modificar la realidad, sin que el que llegue,   también esté dispuesto a aceptar cambiar su forma de pensar.  En el caso de Trump a sus 70 años, está posibilidad  se ve muy remota por su tipo de personalidad. Aún más, su victoria posiblemente le haya reforzado su egolatría que ha sido su marca personal.

Como lo que le gusta es ganar, veamos que debería hacer y porque el escepticismo es tan grande, de quienes conocen su trayectoria.  Durante sus cuatro largos años que tiene por delante, Trump debe de sanar y no dividir, dejar de mentir compulsivamente para decirle a sus seguidores la verdad que no quieren oír: vivimos en un mundo complejo, diverso e interconectado por la tecnologia, y no en una sociedad aislada, homogénea y con un mesías que los va a hacer grandes de nuevo,pero sin explicar el como lo va a lograr.

Pero el cambio que Trump  también tendría que lograr, significa utilizar juiciosamente los datos, y basarse en la evidencia, para tomar decisiones difíciles, en lugar de dejarse llevar por sus impulsos primarios. Y va tener que explicarles a sus seguidores que la prosperidad de un pueblo solo se logra si la mentalidad es la de ganar – ganar y no la de yo gano pero usted pierde. Este es un punto especialmente crítico en un mundo donde debe haber una sana interdependencia y respeto por la diversidad racial, de género y de cosmo visión.

Y si lo anterior es bien difícil en el caso de Trump, el siguiente punto es casi un imposible. Su historia muestra un comportamiento donde la ética no existe. Los caso documentados, que salieron a la luz pública en esta campaña tan vergonzosa, así lo demuestran sin ninguna discusión.

Temas que eran tabú para cualquier político, con Trump quedaron legitimados. Tres veces divorciado y un infiel empedernido, con 13 mujeres que lo han denunciado por acoso sexual, y con su tercera esposa, hoy primera dama, con un pasado bastante controversial. Esto de por sí le a generado un repudio de millones de personas a nivel nacional e internacional.

Pero como lo informa Semana, es además un personaje que ha utilizado todos los atajos posibles para ganar un dólar más. Sin sonrojarse afirma que el no pagar impuestos es una señal de su inteligencia empresarial. Es todo un marrullero como caracterizamos en nuestro medio a alguien así.

Y para rematar, las victimas de sus tres quiebras fueron sus contratistas y trabajadores a quienes no les pagó. Y en su incoherencia supina, reniega de los indocumentados a quienes amenaza con deportar masivamente, pero los contrata sin rubor en sus proyectos inmobiliarios para ganar más.

Durante toda su vida, Trump se acostumbró a que podía violar las normas éticas y no pagar el precio por hacerlo. Su despreció por la verdad lo demuestra una y otra vez. Para este personaje, no aplican el cumplimiento de la normas mínimas de descendía porque ha visto que no hay necesidad y tampoco un costo que pagar. La impunidad total.

Como negociante estos comportamientos  son un gran problema para quienes tienen que lidiar con personajes como Trump. Pero a cargo de un país como los Estados Unidos, la ausencia de principios, es un problema monumental. La desconfianza y la sospecha lo acompañarán como una gran sombra en todo lo que diga y haga. Los actos de su presidencia siempre estarán  minados  por su falta de credibilidad.

A todo lo anterior hay que añadir su ignorancia y falta de experiencia en temas críticos para el manejo de un país tan complejo como son los Estados Unidos, además  de un temperamento explosivo, poco reflexivo y acostumbrado a salirse siempre con las suyas.

Es una mezcla  que convierte a Trump en un personaje tremendamente peligroso para los americanos y el mundo en general.


 

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