Por: Robert J. Samuelson.
WASHINGTON – Y ahora viene la brecha de las expectativas de vida. Podría cambiar la conversación nacional sobre el Seguro Social y una sociedad que envejece—para peor.
Todos sabemos que Estados Unidos está envejeciendo, pero probablemente pocos sabemos en qué medida el proceso está sesgado a favor de la clase media y clase media alta. Entre los hombres, la expectativa de vida mejoró considerablemente para el 60 por ciento más rico. Pero para el 40 por ciento más pobre, el avance es mínimo o inexistente. Los cambios para las mujeres reflejan tendencias similares, aunque menos pronunciadas.
Los números provienen de un nuevo informe de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina, que calcularon las expectativas de vida de los trabajadores nacidos en 1930 (ahora de 85 años) y 1960 (ahora de 55 años) a los 50 años. Las conclusiones son desagradables. Para el quinto más rico de los hombres, hubo un aumento de 7,1 años en la expectativa de vida, de 81,7 para los nacidos en 1930 a 88,8 para los nacidos en 1960. Mientras tanto, para el quinto más pobre de los hombres, la expectativa de vida cayó levemente, de 76,6 años para los nacidos en 1930 a 76,1 años para los nacidos en 1960.
Los cambios para los hombres restantes también son paralelos a los ingresos: Para el segundo quinto más rico, el aumento fue de 8 años a 87,8 años; para el tercio más rico, 5,3 años a 83,4 años; y para el cuarto más rico, 1,1 años a 78,3 años.
Como generalización, cuanto más altos son los ingresos, más se vive. El informe no explica el motivo. Cita, al pasar, el cigarrillo (concentrado entre los pobres) y la obesidad (mucho menos concentrada). Menos seguro médico y acceso a la asistencia médica también son causas plausibles. Como también lo son las diferencias en los estilos de vida (menos ejercicio, dietas deficientes, más consumo de alcohol y drogas) y los puestos de trabajo (físicamente más exigentes para los pobres). Pero el informe no presenta una explicación general.
Cualesquiera sean las causas, la brecha de la expectativa de vida afecta drásticamente los gastos federales en los ancianos. Aunque el Seguro Social y muchos de los programas para los ancianos fueron creados para favorecer a los desfavorecidos, las expectativas de vida más largas para la clase media y clase media alta contrarrestan ese sesgo. Puesto que los trabajadores hombres de mayores ingresos cobran sueldos durante más años que los pobres, sus beneficios de toda una vida son mayores.
El estudio calcula el valor actual de cuatro programas federales para beneficiarios típicos (Seguro Social, Medicare, Medicaid e Ingreso de Seguridad Complementario). Para el quinto más alto en ingresos de los hombres, los beneficios de toda una vida sumaron 522.000 dólares, un tercio más que los 391.000 dólares del quinto más pobre.
Estamos gastando la mayor cantidad de dinero durante los períodos más largos para proteger a aquellos individuos que menos necesitan protección, porque tienen más ahorros personales y beneficios de pensiones que los pobres. Consideremos a los hombres de altos ingresos (el quinto superior) que se jubilan a los 66 años y cobran los beneficios completos del Seguro Social y Medicare hasta que mueren a los 89 años, su expectativa de vida estadística. Estamos subsidiando a esos jubilados durante 23 años, alrededor de la mitad de su vida laboral (si comenzaron a trabajar a los 20 años, el total de su carrera sería 46 años).
¿Tiene sentido esto como sociedad?
Para mí, la respuesta es que no.
El Seguro Social debe ser una red de seguridad, no un aprovechamiento. A medida que el número de jubilados aumenta, también aumenta el costo de pagar sus beneficios. Desplaza a otros programas federales, crea presiones para un aumento de los impuestos y sostiene déficits presupuestarios a largo plazo. Penalizamos el futuro para pagar al pasado. Necesitamos (como lo he dicho muchas veces) una distribución más justa de las cargas generacionales. Las edades requeridas para el Seguro Social y Medicare deben aumentarse gradualmente, para que reflejen las expectativas de vida más largas de la mayoría de los norteamericanos. Los beneficios deben reducirse lentamente para aquellos cerca de la cima.
El estudio evita dar recomendaciones, pero sugiere que unos pocos años más de trabajo no suponen penurias. “Aunque las tasas de discapacidad suben marcadamente con la edad”, señala, “la salud no es la principal limitación para el trabajo en edades más avanzadas, para la mayoría de los trabajadores.” Más de la mitad de los hombres entre 65 y 69 años que no trabaja no tiene afecciones de salud, como las tienen la mitad de los de 70 a 74 años. … Hay espacio considerable para que la gente mayor postergue su jubilación.”
Todo esto parece de sentido común, pero la realidad, sospecho, es que la brecha de las expectativas de vida dificultará aún más que los líderes políticos encaren el tema del envejecimiento de la sociedad. El informe no recibió aún mucha atención pública, pero casi con certeza la recibirá. El refrán de los defensores de los gastos sin freno para los ancianos será: No eleven las edades requeridas, porque eso perjudicará desproporcionadamente a los pobres.
Eso es simple y superficialmente correcto, pero ignora factores plausibles que contrarrestan ese aspecto—pagos más elevados para los pobres cuando califican y esfuerzos más enérgicos para comprender por qué la expectativa de vida ha divergido tan drásticamente.
Lo que se cierne es el status quo aumentado. A causa de la política, las políticas a seguir son retrógradas. Los programas para los ancianos benefician abrumadoramente a la clase media y clase media alta, pero se los defiende con un llamamiento a la protección de los pobres. Algunos dicen que eso es “progresista”; otros podrían decir que es cínico.
© 2015, The Washington Post Writers Group
Imagen tomada de www.cdz.es
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