Por: Asier Hernando.
Subdirector regional de Oxfam en Latinoamerica y el Caribe.
Es solo un cartel, pero cuanto significa. Podría haber sido en cualquier país de América Latina, en lugares recónditos donde el narcotráfico o las maras mandan, como Ocotepeque en Honduras; Tamaulipas en México o Puerto Barrios en Guatemala. No fue así, el cartel, o más bien los carteles, porque eran seis, estaban cerca de la transitada carretera Panamericana en el Perú, a 40 minutos de Lima.
¿Quién da la orden de disparar?, ¿quién permite poner el cartel? ¿soy el único sorprendido de todos los que pasan por aquí? Preguntas que me brotaban por la cabeza, sin embargo, su falta de respuesta no fue lo que más me sorprendió, sino la reacción de algunos conocidos cuando se los enseñé. “ah, sí, es normal”, esa fue la respuesta.
¿Razones? Todas. La época de Sendero Luminoso, el negocio de las colonizaciones, las mafias. Y el que la violencia se sigue justificando en América Latina, toda es normal, por parte de gobiernos, empresas, jueces, vecinos, esposos o amigos. Hacia las mujeres, defensores de derechos humanos, jóvenes, hacia los privados de libertad, niñas y niños. Se normaliza, asimila, se vive con ella, permanece y se agudiza.
Dos ejemplos cercanos de violencias muy diferentes
Un taxista ayer, de regreso del aeropuerto me conversaba con tono ameno que le insistió a una amiga en que no se divorciara, a pesar de que su marido le acababa de golpear en la cara: “No era para tanto”, decía.
Hace dos meses en Honduras, el presidente de un banco inversor en una represa, nos respondió que fuéramos conscientes del gran costo de la inversión, cuando le dijimos de la muerte que estaba provocando la construcción de la misma.
Tanta violencia normal lleva a datos escandalosos. De los 185 defensores de DDHH asesinados el año pasado en el mundo, 122 fueron en América Latina. Un joven en Latinoamérica de entre 15 y 24 años de edad está en más peligro de morir asesinado que en cualquier otro lugar del mundo. 14 de los 25 países del mundo con las tasas más altas de feminicidio están en Latinoamérica.
La iglesia y la música han legitimado moral y culturalmente la violencia históricamente, pero dos hechos recientes han generado reacciones en la dirección correcta. Las declaraciones del cardenal peruano Juan Luis Cipriani “muchas veces la mujer se pone como en un escaparate, provocando” generaron la mayor reacción de la violencia machista de la historia del Perú con el movimiento #NiUnaMenos.
También, la detención por apología al delito de Gerardo Ortiz, famoso cantante mexicano, después de que lanzó el video de una de sus canciones más populares en el que simula el asesinato de una mujer.
Hay mucho por hacer, las razones de la violencia son muchas y complejas, pero nunca se justifica o se normaliza, ni con canciones, carteles o sermones. Demuestra el lado más primitivo y menos evolucionado del ser humano.
Nota publicada en Oxfam, reproducida en PCNPost con autorización
SOURCE: Oxfam
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