Por: Silvia Tcherassi
Muy pocos personajes en la historia se destacan por su inigualable talento, gusto impecable y personalidad encantadora. Además de ser el embajador no de un país sino de una cultura, era un hombre comprometido con la filantropía como un ejercicio natural y no como una forma de ganar status o poder. Todas esas características se reunían en Oscar de la Renta y con su fallecimiento se cierran varios capítulos en la historia de la moda reciente.
Formado en los talleres de Balenciaga y Lanvin, su moda conservaba la herencia de las épocas de gloria de las grandes casas de alta costura, donde existía una mística no solo en el diseño y en la construcción de las piezas, sino en todo lo que rodeaba ese ambiente creativo donde arte y técnica no tenían límites. Había en él un respeto por su trabajo combinado con una gran pasión y eso se notaba. Para él, moda no era sinónimo de comercio y popularidad.
Sin lugar a dudas, fue el pionero latinoamericano de la moda, el primero en alcanzar renombre internacional y el referente del diseño en nuestra región por varias generaciones. Su amiga Carolina Herrera recordó hace poco como fue primero su cliente antes que su colega y precisamente es ella quien se convirtió automáticamente en su sucesora en términos de “seniority” con la responsabilidad que esto conlleva, sobre todo si se tiene en cuenta el simbolismo de su antecesor.
Pero por sobre todo, su aproximación conceptual no ocultaba sus raíces hispanas. Desde el contundente colorido del Caribe hasta la sensualidad de las formas siempre se hacían presentes en sus colecciones, aunque dijera que estaban inspiradas en Rusia. Era alegre, galante, le gustaba cantar y bailar y era reconocido como un excelente anfitrión. El representaba perfectamente la estampa del caribeño elegante, inteligente y seductor que para nosotros es familiar, en oposición a la visión distorsionada que muchos hacen de los hombres de nuestra región.
Su fallecimiento no ha hecho sino aumentar su leyenda. Las primeras páginas de los periódicos del mundo, las portadas de las revistas, las miles de fotografías en la web, los miles de minutos en la TV y las miles de palabras en los blogs solo son una muestra de su status indiscutible. Su capacidad para vestir desde primeras damas hasta estrellas de Hollywood, desde octogenarias hasta adolescentes, contribuyó a que su nombre fuera no solo más conocido sino también más apreciado y admirado. Y esperamos que esa fama bien ganada y merecida apoye la vigencia y relevancia de su marca en los años que vienen.
A nivel personal, el mismo me llamaba su amiga. Cuando le preguntaron alguna vez por Colombia, dijo que tenía dos amigos acá: Julio Mario Santodomingo y Silvia Tcherassi. Siempre recibí de él una palabra precisa, un consejo oportuno y una sonrisa sincera. Oscar me hizo uno de los más grandes honores en mi carrera cuando presentó mi nombre para la posición de directora creativa del prêt-à-porter de Pierre Balmain, cuando el estaba a cargo de la alta costura de la misma casa de modas francesa. Aceptar implicaba prácticamente renunciar a lo que había creado, mi propia marca, y al potencial que estaba por venir. Las cosas no se dieron y creo que el tiempo terminó por darme la razón. Y Oscar, quien siempre luchó por su independencia y por ser fiel a su visión, también.
Como persona y diseñador, Oscar de la Renta siempre será un referente de lo mejor que ha dado el Caribe. R.I.P.
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