Por: Carlos Velásquez Muñoz.

Hoy, como todos los 5 de junio desde hace 43 años, se celebra un nuevo Día Mundial del Medio Ambiente. De acuerdo con la ONU, la celebración de este año tiene como tema: Siete mil millones de sueños. Un solo planeta. Consume con moderación.

El objetivo ha sido puesto para recordar el “sobrepasamiento”[1] a la biocapacidad del planeta como consecuencia de nuestra actividad humana. La biocapacidad está calculada en 3.500 millones de personas, sin embargo, hoy somos 7100 millones y, a 2050, seremos 9 mil. Como se ve, estamos dejando poco margen para la renovabilidad de nuestros sistemas naturales; fue, precisamente, lo que Paul Ehrlich llamo: la bomba demográfica.

Por si fuera poco, a lo anterior hay que agregar nuestro estilo de vida. Hay cálculos que indican que un país como Inglaterra tiene una huella ecológica equivalente a 16 veces su territorio para asimilar las actividades antrópicas realizadas en su suelo.

Por lo anterior es que debemos, sin reparos, declarar el día del medio ambiente todos los días.

Tal como lo menciona la ONU en su invitación de hoy, el bienestar de la humanidad, el medio ambiente y el funcionamiento de la economía dependen, inexorablemente, de la gestión responsable de los recursos naturales del planeta. Sin embargo, seguimos consumiendo muchos más recursos naturales de los que el planeta puede proporcionar de forma sostenible. Sin duda, los seres humanos estamos en el vértice de cualquier intervención para conservar y mejorar nuestro entorno.

A pesar de lo anterior, el papel individual y colectivo, al menos en nuestro país, arroja datos deficitarios en sensibilidad frente al ambiente y sobre el conocimiento de sus dinámicas, causas y efectos. La recopilación de indicadores proporcionados por la Red Colombiana de Ciudades Cómo Vamos (RCCCV), así lo corroboran:

Al ser preguntados por los temas que más les preocupan a los habitantes en las ciudades, el medio ambiente aparece con menos del 10% en todas.

Al ser preguntados por cuáles son los principales problemas ambientales de su ciudad, la gran mayoría no logra determinar con exactitud qué problema ambiental lo afecta.

Así las cosas, 5 de cada 10 personas les preocupa la congestión vehicular (esto puede ser un problema ambiental, pero en estricto sentido, no lo es).

A solo 3 de cada 10 les preocupa la contaminación de fuentes de agua, el nivel del ruido, el manejo de basuras, el reciclaje y la calidad del aire; solo a 2 de cada 10 les preocupa la arborización, las fuentes de agua para acueducto, las escombreras ilegales y la contaminación visual.

Como se ve, los datos relacionados con el conocimiento y sensibilidad de la ciudadanía frente al cuidado del medio ambiente son pobres. Se necesita mucha más información, formación, educación y sensibilización a la ciudadanía en estos temas.

Teniendo en cuenta lo anterior, quiero aprovechar para retomar la obligación contenida en el art. 10 de la Ley 23 de 1973 (primera norma ambiental en Colombia), la cual señala:

Artículo 10. Cuando se considere necesario, podrá el gobierno nacional crear el Servicio Nacional Ambiental Obligatorio para bachilleres, normalistas, técnicos medios o profesionales. En ningún caso la prestación de este servicio excederá de un año comprendido el respectivo ciclo lectivo.

Ojalá se echara a andar este servicio nacional en todas nuestras ciudades. Que los bachilleres, en vez de ir al servicio militar o de policía, sean formados para orientar a los colombianos en el conocimiento, uso racional y conservación del ambiente y los recursos naturales, en todos los rincones del país.

Desde la Universidad estaríamos en capacidad y, por supuesto, toda la disposición para capacitar a los que participen de este servicio.

[1] Fue la palabra utilizada por el famoso Informe Meadows sobre: “Los límites del crecimiento”, publicado por el Club de Roma con base en un estudio de un grupo de científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts-MIT.

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