Taxistas en rebeldía tras llegada de Uber y Cabify a América Latina

Manifestaciones que colapsan ciudades, demandas y hasta agresiones físicas ha desatado la irrupción de los servicios de transporte Uber y Cabify en calles de América Latina, donde enfurecidos taxistas buscan sacar de circulación estas aplicaciones, por considerarlas un “servicio ilegal”.

En México, Colombia, Brasil, Perú, Panamá y Chile circulan miles de automóviles particulares que mediante aplicaciones en teléfonos inteligentes ofrecen servicio de transporte a cambio de una comisión que ronda 20% a las firmas tecnológicas.

La estadounidense Uber, creada en 2009 y presente en 54 países, entró hace 21 meses al mercado latinoamericano por Ciudad de México, que con más de 20 millones de habitantes y 4 millones de vehículos es una las megaurbes más caóticas del mundo pero también un atractivo mercado.

En la región, algunos clientes prefieren las aplicaciones por su eficiencia y la seguridad que ofrecen, en contraste con los taxis, que a veces son utilizados por criminales para robar a los usuarios.


 

Uber


Rudeza callejera:

Uber ha sido prohibido en ciertas ciudades en Europa y enfrenta demandas en Estados Unidos, pero es en América Latina donde los ánimos se han caldeado con protestas callejeras de taxistas e incluso ataques a conductores.

En mayo, los taxistas mexicanos se rebelaron con una masiva manifestación que colapsó el tránsito en la ciudad y no han faltado incidentes violentos con algunos taxistas cazando conductores de Uber o Cabify. “A un compañero lo golpearon, a mi me persiguieron tres taxis. Se dan cuenta (que somos Uber) porque alcanzan a ver la aplicación en nuestro teléfono o si traemos al pasajero atrás”, explica Cristian Rivera, mecánico de 26 años que se convirtió en operador de Uber porque “fue una manera fácil de tener un trabajo”.

Bogotá es otro terreno donde Uber enfrenta una ruda resistencia de taxistas. “Ha habido retenes ilegales, agresiones con pistolas de balines, chocan los carros, los impactan con objetos contundentes”, dice a la AFP Adriana Garzón, vocera de la empresa en Colombia.

En Brasil, donde Uber llegó con una campaña protagonizada por la supermodelo Alessandra Ambrossio, la batalla también se da en las calles con manifestaciones bajo el lema “en Río el taxi es amarillo”.

La aplicación ya se usa en Rio y en Sao Paulo, rodeada de controversia. En una discusión con legisladores el jueves sobre su regulación, el presidente del sindicato de taxistas de Sao Paulo dijo que la disputa por pasajeros puede terminar en violencia: “Habrá muertes”, amenazó.

El viernes pasado, el alcalde de la megaurbe brasileña dijo que iba a cobrar un impuesto a Uber, lo que en la práctica encarecería el servicio de transporte.

¿Taxi o chófer privado?:

“Protestan porque estamos creciendo. Pero no somos competencia porque no somos taxi, somos una plataforma tecnológica que usan nuestros clientes, los conductores, para dar un servicio de renta de auto particular con chófer privado”, explica a la AFP Ana Paula Blanco, coordinadora de comunicaciones de Uber América Latina.

Pero los taxistas hacen cuentas y alegan que un particular no tiene que pagar una concesión para operar y que en Bogotá ronda los 40.000 dólares y en México los 10.000, sin contar otros derechos e impuestos.

En México “no pueden decir que es un servicio privado porque transportan público en general. Es ilegal según la ley de movilidad (transporte) porque no cuentan con una concesión, no pagan derechos. Y nos está afectando, nuestra clientela está bajando”, dijo a la AFP Rubén Alcantara, líder de una alianza de taxistas.

La alcaldía mexicana se ha limitado a instalar una mesa de diálogo con taxistas, que amagan con dejar de pagar derechos si estas plataformas no son sacadas del mercado o al menos reguladas. “Cabify está totalmente abierto a una regulación siempre que sea justa y equitativa para todos los involucrados y enfocada en los intereses de los usuarios”, sostiene de su lado Ricardo Weder, de Cabify México.

En Colombia, el ministerio de Transporte declaró en marzo ilegal a Uber y le impuso el pago de una concesión que ronda los 3.000 dólares y la limitó a un servicio “especial” para ciertos sectores, entre ellos hoteles, empresas, y personas discapacitadas.

Pese a las restricciones, Uber sigue al alza brindando servicios a usuarios en general, y no faltan los taxistas que optan por emigrar al polémico servicio.

“El trabajo se nos bajó por completo por Uber”, comenta a la AFP Darío Rodríguez, taxista de Bogotá de 50 años, 25 de ellos al volante, y que ha decidido trabajar con la aplicación en su propio automóvil, “pero disimuladamente para que no haya agresiones”. (AFP)


 

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