Por: Andrés Quintero Olmos.
El deporte es un arte que une a las personas y a las naciones alrededor del mundo. Sin embargo, más allá del culto a la victoria, el deporte puede tener consecuencias sociales y políticas altamente costosas para la moral y la democracia.
Según estudios de la universidad de Stanford, las elecciones son fuertemente influenciadas por los resultados deportivos. Los votantes tienden a premiar al candidato titular del puesto si su equipo gana cerca a las elecciones. Es decir, el buen humor esporádico que crea una victoria deportiva instaura un estado de conciencia disminuido y un alto estado emocional que tiende a hacer caer la balanza hacia el candidato que busca reelección. Algo que sucedió en Colombia durante la última Copa del Mundo de fútbol y la reelección presidencial de Santos.
Un claro ejemplo de la influencia del deporte en la política fue la Copa de Mundo de Rugby del año 1993 en Sudáfrica. Al ganar el torneo, los Springboks, el equipo sudafricano, lograron unir simbólicamente a una nación en un momento histórico de transición democrática y fin del apartheid racial. El efecto político fue sustancial: Nelson Mandela subió su popularidad y ganó legitimidad entre los blancos de su país.
En los Juegos Olímpicos de México de 1968, cuando los atletas afroamericanos Smith y Carlos, respectivamente medalla de oro y de bronce en la carrera de 200 metros, alzaron su puño envuelto en un guante negro en pro de los derechos civiles de su país, el efecto social fue tremendo, marcando un hito en la historia contra el racismo.
Los equipos deportivos nacionales son tan simbólicamente fuertes que pueden sobrepasar la legitimidad política, pudiendo crear conflictos entre naciones o religiones. Esto fue lo que ocurrió cuando un comando terrorista de la Organización para la Liberación de Palestina secuestró y asesinó a la gran mayoría del equipo olímpico israelita durante los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972. Además de tener inmensas repercusiones geopolíticas en Medio Oriente, el ataque significó que Israel creara la “Operación Cólera de Dios” encaminada a asesinar a los individuos participantes en esta masacre.
Los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 fueron la antesala de la segunda guerra mundial. Muchos países hesitaron en participar y otros los boicotearon ante el miedo de legitimar al recién electo régimen nazi. No podríamos pasar de agache que Hitler utilizó a este evento deportivo como un acto de propaganda que mostrara la potencia germánica y la superioridad de su raza. Nunca podríamos olvidar que al ganar su país la mayoría de las medallas, seguramente muchos se convencieron de esto.
Así es el deporte; un poderoso acto político, un gran generador de cambios sociales y un eficaz emblema que puede utilizarse tanto para el bien como para el mal.
Por eso preocupa que la selección colombiana esté mostrando por estos días de Copa América actitudes violentas que van más allá del deporte. Colombia tiene suficiente violencia en su cotidianidad como para que su referente de moralidad y esperanza, que es su equipo, sea su artífice. Así que sí, Bacca, merecida tarjeta roja ante Brasil, aunque hayas tenido algo de razón.
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