Por: Susana Gauster.
Coordinadora de Influencia para Oxfam en Guatemala.
Cuando hablamos de desigualdad, es difícil imaginar los niveles en que ésta se manifiesta en el mundo. Sin embargo, hoy contamos con impactantes datos que pueden graficarla: los 8 hombres más ricos del planeta poseen la misma riqueza que el la mitad de la población más pobre del mundo (informe Oxfam 2017 “Una economía para el 99%”). Un dato alarmante, que muestra lo lejos que ha llegado la desigualdad a nivel global. Guatemala, de acuerdo al estudio, se sitúa entre los 4 países más desiguales en América Latina (siendo América Latina la región más desigual del mundo), ubicándose, según indicadores, entre el rango 15 y 18, de 18 países evaluados.
Contrariamente a lo que habitualmente se cree, y se nos hace creer, la riqueza no se genera por iniciativa, talento humano, ambición y trabajo. Hoy tenemos evidencia que indica que la riqueza proviene en un alto grado de rentas, herencias y, sólo alrededor de la tercera parte se ha conseguido a partir de méritos propios.
Esto supone un sistema poco justo e incentivador y, por ende, poco apropiado para el desarrollo adecuado de las sociedades. De hecho, la desigualdad está íntimamente ligada a diversos fenómenos sociales nocivos, pero durante décadas se han analizado las consecuencias de la desigualdad (falta de crecimiento económico, pobreza, violencia, corrupción, etc.) de modo aislado, en lugar de abordarlos como síntomas de un sólo fenómeno.
Desigualdad y pobreza: En Oxfam hemos calculado que si entre 2011 y 2019 la desigualdad en la región se redujera en cinco puntos, unos 17,4 millones de personas podrían salir de la pobreza. Y al contrario: cinco puntos más de desigualdad latinoamericana podrían dar lugar a unos 18 millones de nuevos pobres. Es por esto que hablar de desigualdad y combatirla es absolutamente necesario para enfrentar la pobreza y dar pie a un futuro en el cual mujeres y hombres disfruten de la misma manera de todos sus derechos.
Desigualdad y crecimiento económico: La desigualdad no sólo es perjudicial para las personas más pobres; también lo es para el conjunto de la sociedad. Un reciente estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula que si aumenta el porcentaje del ingreso total que reciben los pobres y la clase media, la economía crece. Mientras que si lo que aumenta es el porcentaje del ingreso que capturan los más adinerados, la economía de ese país se reduce.
Desigualdad y violencia: Existe una estrecha relación entre la desigualdad socioeconómica y la violencia, y Latinoamérica no es la excepción. América Latina cuenta con 10 de los 15 países más desiguales del mundo y 8 de los 10 más violentos, a pesar de tener solamente 8% de la población global.
Sin embargo, países como Brasil, Ecuador, Bolivia y Colombia han mostrado avances en materia de reducción de pobreza y desigualdad. En el caso de México y el Triángulo Norte de Centroamérica, la tendencia ha sido en dirección contraria, con un aumento en términos de pobreza absoluta, así como en las tasas de desigualdad y violencia desde el año 2010. Si estamos cansados de tanta violencia y conflictividad, es indispensable tomar las medidas necesarias para reducir no sólo la pobreza, sino también la desigualdad.
Desigualdad y corrupción: Existe hoy un amplio consenso entre los expertos acerca de la correlación entre la corrupción y la desigualdad socioeconómica: la corrupción tiende a empobrecer a los pobres y enriquecer a los más adinerados. Sin embargo, es importante destacar que la corrupción está más estrechamente vinculada a los niveles relativos de desigualdad. Y aunque los expertos aún no se pongan de acuerdo de la dirección de influencia de la correlación entre desigualdad y corrupción, sí existe un consenso importante: la corrupción y la desigualdad se refuerzan mutuamente.
En un país como Guatemala, por lo tanto, la lucha en contra de la corrupción debe ir de la mano de acciones robustas dirigidas a reducir la desigualdad. De lo contrario, será imposible salir del círculo vicioso.
Desigualdad y captura política: La enorme desigualdad económica alimenta la concentración de poder. Se trata de élites que controlan las decisiones y reglas creadas a su favor, impidiendo que se garanticen derechos como la salud, educación, agua potable y seguridad a las mayorías.
Es importante tener en cuenta que la desigualdad no afecta a toda la población por igual. Mujeres y poblaciones indígenas (y dentro de ellas nuevamente las mujeres) sufren particularmente las consecuencias de la desigualdad pues la discriminación que sufren se entrelaza con las desigualdades socioeconómicas.
Desde Oxfam en Guatemala creemos que es posible revertir esta situación de desigualdad. Consideramos existe un ambiente favorable para que, desde diversos sectores, se desarrolle un debate constructivo, aceptando como una premisa inicial que los excesivos niveles de desigualdad son nocivos y que el debate debe centrarse en CÓMO combatirlos y no en SI es necesario hacerlo. Además es imprescindible que la ciudadanía tenga un papel protagónico en este debate.
En este marco, este martes 23 de mayo, entre varias organizaciones preocupadas por la desigualdad, se lanzó la iniciativa ciudadana Paraíso Desigual, a la cual pueden unirse desde sus propios campos de acción, personas interesadas así como instituciones, con el fin de dialogar, proponer y actuar.
Podemos elegir un futuro donde el Estado y los diferentes sectores adopten decisiones que permitan garantizar derechos a todos y a todas, donde haya igualdad de oportunidades y justicia social. ¡Avancemos hacia allá!
Nota publicada en Oxfam, reproducida en PCNPost con autorización
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SOURCE: Oxfam
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