Por: Sri Mulyani Indrawati.
Managing Director y Chief Operating Officer Banco Mundial.
Las pruebas son claras: cuando los países valoran a las niñas y las mujeres tanto como a los niños y los hombres; cuando invierten en su salud, educación y capacitación, y cuando les dan a las mujeres mayores oportunidades de participar en la economía, administrar los ingresos, y tener y dirigir negocios, los beneficios trascienden más allá de las niñas y mujeres como individuos y se extienden a sus hijos y familias, sus comunidades, las sociedades y las economías en general.
Esta es la visión que sustenta la nueva Estrategia de género del Grupo Banco Mundial, la cual traza un camino ambicioso para mejorar las oportunidades de las mujeres y niñas, porque no es solo moralmente correcto, sino que es fundamental para el crecimiento económico.
A partir de la información recogida durante meses de consultas con Gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, el sector privado, y otras partes interesadas en 22 países, nuestra nueva estrategia se apoya en pruebas sólidas de que las brechas que persisten entre los hombres y las mujeres imponen costos reales y significativos a nivel mundial que pueden ser abordados.
Una vía mediante la cual podemos reducir el costo de la desigualdad de género es ampliando el acceso a los servicios financieros. En algunos países, a las mujeres se les prohíbe abrir cuentas bancarias o líneas de crédito y con frecuencia no poseen propiedades que los bancos piden como garantía.
Los proyectos con buenas perspectivas para superar estos obstáculos incluyen mecanismos que permiten que las mercancías y otras garantías móviles sean reconocidas como propiedades de manera que las mujeres puedan acceder al crédito. Y para quienes solo tienen una prueba de identidad limitada, un problema que a menudo comienza con la imposibilidad de registrar el nacimiento de una niña, otros tipos de documentos (como una factura de servicios) podrían ayudar a las mujeres a abrir cuentas bancarias, algo que ha estado fuertemente vinculado a la reducción de la pobreza.
Nuestra nueva estrategia de género se basa en cuatro objetivos, todos ellos indispensables para un mundo más igualitario:
- Reducir la mortalidad materna y cerrar las brechas que subsisten en salud y educación;
- Crear más y mejores empleos para las mujeres y los hombres;
- Disminuir la desigualdad de género relacionada con la propiedad y el control de los activos clave como la tierra, la vivienda, la tecnología y el financiamiento, y
- Mejorar la capacidad de las mujeres para hacerse oír y dirigir sus propias vidas.
La estrategia se centra en intervenciones prometedoras que dan lugar a resultados tangibles en el mundo real, resultados que transforman la vida, y establecen igualdad de condiciones y crean oportunidades para todos.
En Bangladesh, por ejemplo, inversiones en planificación familiar mejoraron la salud de las mujeres, disminuyeron la mortalidad infantil, y aumentaron la participación femenina en la fuerza laboral. Se prevé que estos avances incrementarán el crecimiento en casi un 2 % en la próxima década. En América Latina y el Caribe, la participación de las mujeres en la fuerza laboral aumentó 7 puntos porcentuales entre 2000 y 2012, y estudios del Banco Mundial señalan que esto provocó una reducción significativa de la pobreza extrema en la región del 30 % y una disminución de la desigualdad durante la última década del 28 %.
En los países de ingreso bajo, cerrar las brechas de productividad entre las mujeres y los hombres en sectores como la agricultura aumenta el crecimiento de la economía en general. Uno de nuestros estudios más recientes indica que incrementar el acceso de las agricultoras a la tierra, el capital y los servicios financieros no solo conduce a un crecimiento real del producto interno bruto (PIB), sino que también garantiza una fuerte caída en el porcentaje de personas que padecen hambre.
De cara al futuro:
Ahora enfrentamos el interesante desafío de aplicar nuestro nuevo enfoque y adaptar las soluciones para satisfacer los contextos específicos de cada país y basarnos en lo que funciona mejor. Apuntaremos a las áreas en las que podemos tener impactos transformadores, aprovechando las asociaciones, y trabajando en estrecha colaboración con el sector privado. E innovaremos y evaluaremos.
La infraestructura es un área prometedora y a menudo descuidada cuando se trata de promover y poner en práctica la igualdad de género.
Las mujeres dependen más del transporte público que los hombres y satisfacer sus necesidades de un transporte seguro, confiable y asequible puede abrir un mundo de oportunidades de trabajo y de otros tipos para las mujeres en particular, creando al mismo tiempo un mejor sistema de transporte para todos.
En Brasil, por ejemplo, el Grupo Banco Mundial diseñó y apoyó un programa destinado a modernizar el extenso sistema de transporte urbano de Río de Janeiro, tomando en consideración las altas tasas de violencia de género y elaborando la red urbana de manera de poder entregar una amplia gama de servicios a las mujeres. Ahora todas las estaciones tienen baños para mujeres y mejores sistemas de iluminación, mientras que cinco estaciones principales ofrecen apoyo jurídico, médico y de orientación a personas afectadas por la violencia de género. Una iniciativa similar está en marcha en Ecuador.
La desigualdad de género sigue siendo uno de los mayores obstáculos para aumentar la prosperidad compartida. Ningún país, ninguna economía, ninguna empresa o comunidad podrá resolver los desafíos de hoy o alcanzar su potencial hasta que todos sus habitantes puedan lograr el de ellos mismos. Esperamos mejorar la manera en que realizamos nuestra labor para que esto nos acerque a la igualdad.
Nota publicada en Banco Mundial, reproducida en PCNPost con autorización
SOURCE: Banco Mundial
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