Seguridad y movilidad: un desmadre de ciudad – Parte I

Por: Francisco Manrique.

Se aproxima la época de elecciones regionales, cuando se definen quienes serán los responsables de los gobiernos locales en todo el país. En el caso de Bogotá, la próxima elección determinará quien será la persona encargada de sacar a esta urbe de más de 7 millones de habitantes, del hueco en que se encuentra. Este es la voz de un ciudadano indignado que quiere aportar al despertar de nuestra ciudad.

Llevamos 12 largos años de desgobierno, de escándalos de corrupción, y de golpes contra su institucionalidad. Pasamos de sentirnos orgullosos por los logros alcanzados desde 1995 al 2003, a tener una imagen muy negativa de nuestra ciudad en la actualidad. La encuesta hecha a finales del 2014 por parte de Bogotá como Vamos, demuestra que el 70% de los encuestados percibe que la ciudad va por mal camino, siendo el punto más bajo de toda la serie desde que se inició esta medición hace mas de una década.

La mala percepción es un gran problema para quien quiera gobernar una ciudad compleja como es Bogotá. Como mencionaba el editorialista de El Tiempo el pasado sábado 23, la gente asume una actitud de “sálvese quien pueda” en una urbe que se quedó sin dolientes, como sucedió a principios de los 90. “Una ciudad que, como Bogotá, esté habitada por el pesimismo y la decepción, tiende a convertirse en tierra de nadie, en un terreno abonado para la corrupción y el atraso”.

Hoy el ciudadano común ve la falta de gestión de la ciudad en temas críticos como la movilidad y la seguridad. Veamos.

El costo del embotellamiento que padecemos en Bogotá es aterrador en términos de millones de horas perdidas en productividad. El pasado viernes, dure 3 horas movilizándome, en menos de 20 km, desde la Av Boyacá con la Calle 116 hasta llegar al peaje de la “autopista al norte” para salir de la ciudad !!!!. La presencia de la Policía brillo por su ausencia durante el tortuoso y desesperante trayecto.

Quien quiera salir o entrar a Bogotá, por cualquiera de las principales vías que nos conectan con la región, se ve abocado a sufrir situaciones similares o peores a la mía. Es verdaderamente vergonzoso que la ciudad capital de Colombia, tenga este monumental problema de conectividad, sin que haya habido ningún esfuerzo, por parte de Petro y sus antecesores, por mejorar esta situación. Son 12 años, durante los cuales el parque automotor creció en promedio a más de 150.000 vehículos al año, con una malla vial que simplemente se infartó.

Lo que es aun más increíble, es que este señor que hemos padecido como alcalde, se dio el lujo de cancelar la ALO -( Avenida Longitudinal de Occidente)- al norte de la ciudad, que es una vía fundamental para desembotellar la movilidad del transporte de carga que atraviesa la ciudad. Hoy, según me he enterado en las noticias locales, muchos de los terrenos comprados por el Alcalde Peñalosa a principios de este siglo para esta obra, se encuentran invadidos ante la pasividad y desidia de la Administración Distrital.

Han pasado cuatro años de este desgobierno, y aquí seguimos con el Metro como la panacea que va a solucionar el problema de esta ciudad colapsada. Hace unos meses escribí sobre este tema a la luz de una artículo publicado por el ex alcalde Peñalosa. En medio de esta discusión, a nadie le preocupa que la inversión en este proyecto se haya multiplicado por dos, ya que vamos en más de 20 billones de pesos en el papel y no hemos comenzado el proyecto!!!. Ahora, de resolverse de donde van a salir estos recursos, las probabilidades de unos grandes sobre costos son enormes. dada la complejidad del proyecto subterráneo en unos suelos como los de Bogotá.

Pero la gente tampoco se ha pellizcado ante otra realidad. La primera línea del Metro, en una extensión de 27 km, solo resuelve del 5% al 7% de los viajes de la ciudad. Nadie ha mencionado que, para que esta iniciativa tenga un verdadero impacto en el problema de movilidad de la ciudad, se necesitaría por lo menos tres veces más líneas.

En esta semana salió la noticia que el Gobierno Nacional planteó una solución mixta de 24km de metro subterráneo con dos líneas de superficie de trenes de cercanías. Esta propuesta parecería mejorar la movilización de pasajeros buscando sacarle más provecho a la inversion.

Sin embargo, en plata blanca, la inversión requerida para tener una cobertura de por lo menos tres veces lo planeado hoy, seria del orden del US 32.000 millones, sin contar el dinero necesario para terminar la red de Transmilenio, ni arreglar el “huecolandia” en que se ha convertido la malla vial actual. Ni para que pensar en expandir esta infraestructura, que hoy ya está desbordada. Solo para que tenga referencia el lector, la inversión en carreteras de 4G, del Gobierno Nacional, están del orden de US 20.000 millones.

Tampoco, nadie ha reclamado que el sistema de Transmilenio se haya quedado sin desarrollar. De las 14 etapas inicialmente previstas, apenas hoy llegamos al 35%. Las tres últimas administraciones, de manera irresponsable, le pusieron un palo a la rueda y frenaron su desarrollo. Esto explica el colapso actual de este modo de transporte.

Y hay un aspecto todavía más crítico que afecta tremendamente la trombosis vial de Bogotá. Resolver el problema tan monumental va a tomar mucho tiempo y dinero. La incapacidad de gestión que han demostrado las últimas tres administraciones es proverbial. Si se continuara con esta desafortunada tendencia, y asumiendo que no repitamos el “carrusel de la contratación”, durante varias administraciones futuras, la ciudad seguirá recibiendo anualmente más de 100.000 nuevos vehículos que físicamente ya no cabrán en la ciudad. ¿Y mientras tanto que hacemos?


Leer mañana domingo 31: Seguridad y movilidad: un desmadre de ciudad – Parte II


 

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