Por: Samuel Azout.
“El núcleo de la moral es la buena voluntad, que se distingue del mero cumplimiento de los deberes”. Leo Strauss
Las personas que viven en situación de pobreza extrema están atrapadas en una dinámica que solo obedece al imperativo de la subsistencia y de la inmediatez; su existencia se desenvuelve dentro de una trampa de la cual es muy difícil liberarse. Dentro de ella el tiempo no es un aliado, las cosas no tienden a mejorar con los días, y la esperanza de una vida mejor es infinitamente lejana. Para ellos, su situación no es solo crónica, sino que aprisiona también a las generaciones futuras, obligándolas, incluso, antes de su advenimiento, a soportar una condena similar.
Tradicionalmente se ha visto la pobreza desde una perspectiva económica circunscrita dentro de la dimensión de ingreso monetario. No debe sorprender, es así como sistemáticamente e históricamente la pobreza se ha medido. Durante décadas el Banco Mundial y otras organizaciones multilaterales han establecido umbrales para medir y comparar la incidencia de la pobreza. Por ejemplo: internacionalmente se ha determinado que pobres extremos son todas aquellas personas con ingreso promedio diario por debajo de US$1,25.
Sin embargo, la pobreza extrema no tiene causa única. Su razón de ser no obedece sólo a bajos ingresos. Tampoco obedece exclusivamente a falta de agua potable, vivienda o educación. Algunas de sus causas tienen orígenes culturales, y muchas veces costumbres ancestrales.
Desafortunadamente, las soluciones de los gobiernos, empresas privadas y organizaciones de la sociedad civil suelen ser unidimensionales, poco articuladas entre sí. Como resultado, millones de ciudadanos siguen privados de servicios básicos y vidas dignas.
Las esperanzas están puestas en los emprendedores sociales quienes entienden la pobreza como un fenómeno multidimensional, y saben que sus causas obedecen a la interrelación de muchos factores. Ellos y ellas buscan soluciones innovadoras a los problemas y reconocen que la activa participación comunitaria es clave para el avance social.
Las organizaciones que crean los emprendedores sociales utilizan herramientas del sector privado para adelantar sus objetivos. Por lo general, desarrollan modelos de alto impacto social (o ambiental) y financieramente viables que puedan alcanzar gran escala. Ellas no recurren al asistencialismo tradicional; en vez, utilizan fuerzas del mercado para enfrentar los problemas más difíciles de la humanidad.
Sabemos que el Estado no es capaz de garantizar el goce efectivo de los derechos de los ciudadanos más pobres y que no hay soluciones mágicas para superar la pobreza. También sabemos que el desarrollo requiere coaliciones entre los diferentes actores de la sociedad, una activa participación de los emprendedores sociales, y sistemas inter sectoriales efectivos para coordinar los esfuerzos de los diferentes sectores. Estos sistemas deben ser proveídos por los gobiernos regionales y locales, aprovechando el músculo de la política pública.
Lograr un nuevo equilibrio social requiere humildad, reconocimiento de los demás y voluntad para la construcción colectiva. En pocas palabras, se requiere transparencia intelectual y voluntad moral, valores no tan comunes en nuestro medio. Todavía nos falta entender que es más importante impactar que figurar.
Mientras tanto, se alejan las posibilidades de una vida digna y justa para los más desposeídos y excluidos del Caribe Colombiano.
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