Por: Samuel Azout.
Todos los días escuchamos a altos funcionarios del gobierno nacional y a mandatarios locales anunciando medidas contra la delincuencia y la criminalidad. Hace poco el Alcalde de una ciudad importante amenazó con militarizar todas las calles. Y no es para menos, la violencia en las calles es una de los mayores problemas del país y así lo manifiestan los ciudadanos.
En Barranquilla y en Cali, 51% de los ciudadanos se sienten inseguros (encuesta polimétrica de Red de Noticias Caracol Sept/2015). Según el Banco Mundial, 5 de las 50 ciudades más inseguras del planeta están en Colombia. Generalmente, las medidas que anuncian los políticos consisten en aumentar el número de policías, cámaras de vigilancia, laboratorios de criminología, nuevos centros de policías – los cuáles se inauguran con grandes celebraciones – y cárceles.
Desafortunadamente, estas medidas represivas resultan onerosas y poco efectivas porque atacan solo los síntomas, olvidando la raíz del problema. Es necesario abordar el problema de inseguridad urbana y rural desde otra perspectiva. La violencia en Colombia está asociada a los llamados ninis[1]. Está comprobado: en los lugares donde hay más ninis, aumentan los índices de criminalidad. El último informe del Banco Mundial señala que 1 de cada 5 jóvenes entre 15 y 24 años en América Latina son ninis. El problema de la inseguridad reside allí.
Si no abordamos el problema de los ninis, no veremos mejoras significativas en los niveles de seguridad y paz. Los ninis no se educan, no tienen trabajo estable ni ingresos, no tienen mentores ni oportunidades, son fácilmente seducidos por la ilegalidad y el crimen. Las consecuencias son nefastas: se detiene la movilidad social, y se perpetúan la pobreza y la exclusión. Ya sabemos que la acumulación de capital humano es fundamental para crecimiento económico y la reducción de pobreza.
Cómo deben responder los gobiernos ante esta realidad? Esperar a que siga aumentando en cantidad de ninis? Aumentar las poco eficaces medidas represivas? O actuar para proporcionarle a los niños y jóvenes mayores oportunidades en educación y empleo?
Si la respuesta es invertir en educación y empleo la sugerencia es concentrarse, no solo en las habilidades académicas, sino en las llamadas habilidades suaves (soft skills, en inglés). Recientes estudios de la Universidad de Duke en los Estados Unidos evidenciaron que el desarrollo de habilidades como empatía, autoestima, auto control, asertividad, auto reflexión, resolución de problemas, y de valores como respeto, tolerancia y solidaridad, están directamente relacionados con la reducción de delincuencia juvenil.
Aprender matemáticas y lectura es importante para aquellas cosas que requieran matemáticas y lectura, pero para evitar ser reclutado por el crimen se requiere tener auto control y la confianza en sí mismo, habilidades que poco se desarrollan en nuestras escuelas.
Pero el mayor crimen de todos es el que sistemáticamente cometen nuestros políticos al destinar la mayor parte el gasto público a policías y ejército, en vez de invertir en el desarrollo de habilidades y valores para que nuestros niñas y niños tomen buenas decisiones para sus vidas.
Solo así veremos una verdadera reducción en los ninis y consecuentemente, en la inseguridad.
[1] Jóvenes que no estudian, no trabajan y no están recibiendo capacitación para el trabajo.
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