Por: Samuel Azout.
“La pobreza trae consigo lo más difícil de tolerar, y es que hacer ver a la humanidad como un ridículo.” Juvenal (poeta romano siglo I)
Las personas que viven en situación de pobreza extrema están atrapadas en una dinámica que solo obedece al imperativo de la subsistencia y de la inmediatez; su existencia se desenvuelve dentro de una trampa de la cual es muy difícil liberarse. Dentro de ella el tiempo no es un aliado, las cosas no tienden a mejorar con los días y la esperanza en ello es abstracta e infinitamente lejana. Las vidas de estas familias consisten en una amalgama frágil de actividades que generan ingresos extremadamente bajos, los cuales, además, son inciertos e inconstantes.
Los pobres extremos viven con sus estómagos medio vacíos, deben saltarse las comidas. La consecuente desnutrición conduce a deficiencias generales de salud, agregándole aún más vulnerabilidad a su existencia. Esta dinámica viciosa se extiende más allá de una generación: mala salud de la madre conduce a bebés malnutridos, quienes empiezan sus vidas con desventajas fisiológicas y psicológicas, muchas veces irreversibles, en particular por la severidad de la privaciones desde el nacimiento.
Los niños de esta familias que asisten a la escuela llegan a esta malnutridos, muchos viven con hambre y se atrasan en el aprendizaje, lo cual los lleva, no pocas veces, a la deserción escolar. Eventualmente, estos niños ingresan a la lista de trabajadores no calificados, carentes de activos y sin educación básica. Así crecen, maduran y forman familias, perpetuando la trampa de la pobreza extrema.
Por lo general, los beneficios del crecimiento económico no llegan a los pobres extremos. Estos no tienen competencias necesarias para un enganche laboral. El Estado es incapaz de garantizar el goce de sus derechos, el sector privado no genera las oportunidades que requieren, y las organizaciones sociales no logran llenar los enormes vacíos. En Colombia la ANSPE – Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema – se creó para focalizar la atención en el millón y medio de familias más pobres del país, unas 6.0 millones de personas.
Un grupo de más de 8900 enlaces familiares llamados cogestores sociales y un sistema de información llamado SIUnidos, han hecho posible que los más pobres de Colombia mejoraron sus posibilidades de acceso a servicios de identificación, educación, salud, vivienda, ingresos, nutrición, justicia, micro crédito y ahorro. La ANSPE ha permitido atacar la pobreza desde una perspectiva multidimensional, promoviendo la goce de derechos fundamentales y el empoderamiento necesario para que los más vulnerables y excluidos tomen control de su propio futuro.
La ANSPE fue diseñada para operar durante 8 años, (2012 – 2020), con el objetivo de que en ese período la pobreza extrema se redujera del 10.0% al 3.0% de la población, es decir, 1.0 punto porcentual por año. Esto se logró en los primeros dos años de la estrategia: la pobreza extrema se ha reducido del 10.0% al 8,0%. Sin embargo, el gobierno nacional ha tomado la decisión de fusionar la ANSPE con el DPS – Departamento de Prosperidad Social – aparentemente, presionado por el déficit en las cuentas fiscales.
Al tomar esta decisión, el gobierno corre el riesgo de debilitar la focalización de política pública en garantizar los derechos de los colombianos más vulnerables: aquellos que no gozan de los beneficios del crecimiento económico y que han vivido en miseria ininterrumpidamente por generaciones. No es inusual que los recortes presupuestales afecten a los más pobres. Esperamos que esta vez el ahorro no salga caro, y no se interrumpa el ritmo de superación de la pobreza extrema de los últimos años.
De lo contrario, habríamos atentado contra un enorme imperativo ético y el mayor reto de nuestra generación: la erradicación la pobreza extrema para siempre.
Foto: Noticias Departamento para la Prosperidad Social
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