Por: Samuel Azout.
“Desde la lógica de la moralidad, del costo social y de salud pública, no cabe duda que el énfasis de la lucha contra la violencia debe estar en la prevención, no en la represión.”
En los primeros 20 días del año se presentaron 54 homicidios en el Área Metropolitana de Barranquilla (AMB), 37 de ellos en la capital. La población está atemorizada y no es para menos. De mantenerse el ritmo de homicidios, entraríamos al selecto grupo de las 20 ciudades más violentas del mundo.
Ante esta realidad, las autoridades han instalado cámaras en las calles para vigilar a los ciudadanos, aumentado los efectivos de policías, impuesto toque de queda para menores de edad en horas nocturnas, prohibido parrilleros en motos después de 10.00 p.m., y limitado horario de venta de licor hasta las 2.00 a.m. Adicionalmente, nuestros líderes han planteado ampliación de las cárceles actuales para reducir el aberrante hacinamiento y la construcción de nuevos centros de reclusión para encerrar a más delincuentes. No hay duda, los políticos están trabajando para reestablecer el orden y la seguridad.
A los ciudadanos nos corresponde preguntarnos si estas medidas son adecuadas y suficientes para enfrentar el crimen. Para responder esta pregunta, primero necesitamos saber cuáles son las causas de la violencia. Investigaciones de la OMS revelan que las siete principales causas son: baja auto estima, consumo de alcohol y drogas, excesivo sentido de posesión, presiones sociales, baja capacidad de comunicación, daño al ego, y retaliación. Desde esta perspectiva, las soluciones propuestas por las autoridades no parecen estar debidamente alineadas con las causas.
El Estado tiene la obligación de proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos, y las medidas de control y vigilancia son necesarias, pero llama la atención el poco interés en atacar las causas del flagelo. Es decir, si queremos reducir los altos niveles de violencia, debemos necesariamente trabajar en sus causas. Es lo que recomiendan los estudios desarrollados por la OMS.
Desde la lógica de la moralidad, del costo social y de salud pública, no cabe duda que el énfasis de la lucha contra la violencia debe estar en la prevención, no en la represión. Es esencial que nuestras niñas y niños, en especial los más vulnerables, desarrollen lo que se conoce como Habilidades Para la Vida (HPLV), para atacar la fuente misma de la violencia. Las HPLV propuestas por OMS son: auto conocimiento, empatía, manejo de emociones, comunicación asertiva, toma de decisiones, manejo de conflictos, pensamiento creativo, pensamiento crítico, resiliencia y manejo de tensiones.
La educación básica se concentra en enseñar matemáticas, ciencias y lenguaje, y en el desempeño en las pruebas SABER. Sin embargo, son las habilidades sociales y emocionales las que permiten prevenir fenómenos a los cuáles están expuestos nuestros niñas, niños y jóvenes todos los días, tales como la pandilla, la prostitución, el micro tráfico, el maltrato, el embarazo adolescente, y otros fenómenos.
El desarrollo de HPLV se da de diferentes maneras, generalmente la innovación social juega un papel importante. Una manera es a través del deporte. Estas habilidades socio emocionales también se desarrollan a través del baile, la música, el teatro, y demás manifestaciones artísticas. Pero hay que tener en cuenta que la sola práctica de estas actividades no asegura el desarrollo de HLV, deben ir acompañadas por currículos desarrollados técnicamente y mentores debidamente capacitados.
La primera causa de muerte de adolescentes en Colombia es la violencia. Las medidas represivas son fáciles de implementar y pueden traer alivio temporal, pero la verdadera solución radica en educar debidamente a nuestras niñas, niños y adolescentes. Está claro que los tiempos de la política son distintos a los del desarrollo, pero jamás tendremos un Área Metropolitana donde impere la tolerancia y la convivencia pacífica si no le damos a la prevención la importancia que merece.
Las Habilidades Para la Vida son el Antídoto de la Violencia.
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