Por: César Lorduy.
Helkin A Núñez Cabarcas, un historiador joven nacido en el municipio de Puerto Colombia (Atlántico) y cuya obra intelectual es digna de leerse para conocer más sobre la que fuera, en su momento, la Puerta de Oro de Colombia, nos cuenta en un artículo publicado en la revista Huellas, titulado “La desaparición de Isla Verde, un desastre ecológico del siglo XX en el Caribe Colombiano”, que el hoy corregimiento de Salgar, en los años veintes, sufrió una arremetida del mar, que fue tan devastadora que la bautizaron como “la catástrofe de Salgar”.
La situación anterior fue casi igualada, años más tarde, al punto que EL HERALDO de junio 13 de 1951 lo registró así: “Salgar, el floreciente corregimiento de Puerto Colombia, fue ayer teatro de un fenómeno de la naturaleza, muy común en las regiones costaneras del Caribe; el mar embravecido, rebelde y rugiente, desencadenó con furia sus olas contra las planas arenas de un puerto sin defensa”.
Muchas son y han sido las razones por las cuales el mar ha venido afectando a las hoy casi inexistentes playas de Puerto Colombia, y las de sus corregimientos Salgar y Sabanilla, pero ninguna razón ha existido para no haber actuado en defensa de las mismas.
Solo hasta 2005 construyeron cinco espolones a los que, desde esa época y hasta la fecha, no les han hecho mantenimiento. Por fortuna, ahora construyen cuatro más en el sector conocido como las playas del Country, después de un proceso que comenzó en 2010 y que culminó en diciembre 23 de 2014 con la firma de un contrato por $21.430.741.831, entre Puerto Colombia y el consorcio Playas del Country, conformado por Carlos Bengal y Edgardo Navarro V.
Gracias a los recursos gestionados por el gobernador José Antonio Segebre y el senador Álvaro Ashton, aprobados por el OCAD Caribe con el apoyo de la ANLA y la DIMAR, más de 1.090 metros de playas están en proceso de recuperación.
Protegidas las costas de Sabanilla y Salgar por las obras en construcción y llevando a cabo los mantenimientos que necesitan los espolones construidos, que no dan espera, Salgar deberá recuperar el espíritu que tenía en 1951, cuando todo indicaba, como hoy, ser un floreciente lugar ubicado a solo 12 minutos de Barranquilla.
Salgar, más que ser el lugar del castillo que le da su nombre y uno de los lugares de paso del Libertador, es sitio de pescadores, gente trabajadora y sencilla que, con sus playas protegidas y sin la amenaza de inundaciones ocasionadas por el mar, es hoy el foco de atención de muchos proyectos urbanísticos, por ofrecer la ventaja de poder disfrutar del mar, su paisaje y su brisa sin estar lejos de la ciudad.
En el pasado Puerto Colombia, Salgar y Sabanilla fueron vitales para darle el empuje que necesitaba Barranquilla. Hoy es nuestra capital, en unión con el mar de esas localidades y la presencia que —por fin— comenzó a tener frente al río Magdalena, la que puede ayudar a constituir no solo, como lo dijo el Joe Arroyo, una “gran sociedad” de río y mar, sino que podrá aportar la fuerza que permitirá imprimirle a esos lugares el desarrollo que merecen, acompañado de adecuados servicios públicos y un ordenamiento territorial y costero acorde con su naturaleza turística y residencial.
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