En una callejuela del barrio londinense de Clapham, a 33 metros de profundidad, un refugio antiaéreo de la Segunda Guerra Mundial alberga un huerto pionero parte de la revolución de la agricultura urbana.
El refugio, que podía albergar a 8.000 personas durante los bombardeos alemanes, consistía en dos largos túneles, así construidos con la idea de que, tras la guerra, sirvieran para extender la línea de metro Northern, que une Londres de norte a sur, algo que nunca ocurrió.
Donde antes había literas, hay una larga fila de estanterías llenas de bandejas en las que crecen brotes de rúcula, de mostaza castaña, de wasabi, broccoli, cilantro, guisantes, rábanos e hinojo. Reina un intenso olor a verdura y humedad en esta granja que entró en funcionamiento en 2015.
“Hay que crear nuevos espacios fértiles” para afrontar el crecimiento de la población mundial, en general, y la de Londres en particular, explicó Steven Dring, uno de los fundadores de Growing Underground, recordando que se calcula que la capital británica, que ahora tiene 8,7 millones de habitantes, superará los 10 a mediados de la próxima década.
Los brotes crecen por el método de la hidroponía, es decir, sin tierra, gracias a un sistema de riego de agua enriquecida con nutrientes que, al fin y al cabo, es lo que necesitan las plantas aparte de luz -la tierra sirve para retener el agua y los nutrientes, pero no es esencial.
La noche y el día
El túnel adquiere un aire futurista gracias a las luces LED de color rosa sobre las plantas, unas luces que van cambiando de intensidad para simular las fases del día, con una particularidad: emulan el día durante la noche, porque la electricidad es más barata.
“Predominantemente cultivamos microverduras, que son plantas normales, de diferentes semillas, y las dejamos crecer sólo un poco, antes de que aparezcan las primeras hojas. Así tenemos estas microverduras que concentran mucho sabor”, explica Dring tendiendo una muestra de cada brote.
Los brotes tardan unos pocos días en crecer antes de ser empaquetados en el mismo refugio y despachados a clientes como la cadena de supermercados Marks&Spencer, a los puestos del mercado londinense de Borough Market y a restaurantes, gracias al apadrinamiento del chef Michel Roux Jr., que ha invertido en el proyecto.
Dring y su socio Richard Ballard dieron un cambio de rumbo en sus carreras para dedicarse a la agricultura urbana, inspirados por el biólogo estadounidense Dickson Despommier y su libro de 2010 “The Vertical Farm: Feeding the World in the 21st Century”, que se ha traducido en la aparición de numerosos huertos en las grandes ciudades.
Ambos encontraron el viejo refugio antiaereo de Clapham, que llevaba 70 años en desuso y era propiedad de la compañía de transportes públicos de Londres (TfL). El alquiler les resulta “cien veces más barato” de lo que les hubiera costado el mismo espacio en la superficie.
Sus clientes están satisfechos con el resultado: “creo que es una historia fantástica”, explicó Charlie Curtis, una agronomista de la cadena de supermercados Marks & Spencer.
“A todos nos gusta saber que nuestra comida fue cultivada localmente, pero además es un producto que se vende por sí solo. La calidad es fantástica, y nunca había visto un sabor así”.
Todo bajo control:
La agricultura vertical y urbana es un campo prometedor para afrontar el crecimiento de la población, su concentración en las ciudades, y el cambio climático.
El Centro de Agricultura Urbana de la Universidad británica de Nottingham enumera, en su página web, las ventajas de este campo, como “la creación de empleo en entornos urbanos”, “la reducción de costes de transporte y contaminación”, “la reducción del uso de aguas y nutrientes gracias a un sistema cerrado” y “el incremento de la producción” al no tener que lidiar con las inclemencias meteorológicas.
Efectivamente, cada día es verano o primavera o lo que convenga en el refugio antiaéreo, porque la humedad y temperatura son regulables. Growing Underground envía estos datos a la Universidad de Cambridge, que creará modelos para determinar el entorno óptimo para cada producto.
Como estamos en lo que se llama agricultura de entorno controlado, tenemos mucho más control que los productores tradicionales. Durante el año podemos rotar más nuestros cultivos. Cuando en invierno hace más frío, en un invernadero te llevaría 25 días hacer crecer mostaza castaña, aquí siempre nos lleva 10 días. No afrontamos grandes retos, aparte del de construir el campo bajo Londres: Steven Dring.
AFP
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