Las mujeres no suelen estar presentes o participar (y mucho menos dirigir) organizaciones agrícolas y cooperativas productoras.
Las mujeres que cada día luchan por cultivar, procesar, vender y cocinar alimentos para sus familias son por desgracia conscientes de que el sistema alimentario no funciona para muchas personas. Su papel es clave en la alimentación del mundo, pero se las suele ignorar o menospreciar.
Muchos de los alimentos en nuestras mesas han sido producidos o procesados por mujeres. Constituyen un ejército de agricultoras que recogen fruta fresca de las granjas keniatas, habas para exportar en Senegal, o trabajan en la industria avícola en Brasil. Las mujeres también representan dos tercios de los ganaderos de todo el mundo. A pesar de su duro trabajo y las horas que le echan, muchas de estas mujeres continúan viviendo en la pobreza.
En muchos de estos casos, la razón que las recluye en la pobreza y el hambre no es otra que la desigualdad de género. No es común que ostenten propiedades, ni que tengan acceso al crédito que necesitan para sacar adelante sus propios negocios, y tienen poco acceso a los mercados y a la información. Irónicamente, se las tienen que apañar sin comida.
La mitad de las mujeres embarazadas de los países en desarrollo tiene déficits de hierro, y la anemia que deriva de ello provoca que 111.000 mujeres embarazadas mueran cada año.
Muchos políticos y élites empresariales continúan ignorando los derechos de las mujeres y sus contribuciones vitales al sistema alimentario del que dependemos todos. Millones de mujeres producen los alimentos necesarios para nuestra supervivencia y bienestar, pero están patentemente ausentes en las mesas de negociación en las que se toman decisiones cruciales sobre los alimentos.
Las mujeres no suelen estar presentes o participar (y mucho menos dirigir) organizaciones agrícolas y cooperativas productoras. Las mujeres gritan con voces mudas en las negociaciones del cambio y otros foros globales como el G20, en las instituciones gubernamentales y en las poderosas juntas administrativas empresariales.
No sorprende que los problemas relacionados con la alimentación se ceben especialmente sobre las mujeres. Para cambiar esto, debemos comprender el rol de la mujer en el sistema alimentario, tanto a nivel hogar como producción. Sus intereses deben estar presentes en los gobiernos y las instituciones internacionales, y es necesario que más mujeres accedan a cargos con toma de decisiones.
Las mujeres ya tienen un papel crucial en la alimentación de sus familias y de la comunidad en general, y si nos aseguramos de que tengan más peso seguramente consigamos paliar las deficiencias del sistema alimentario.
Nota publicada en Oxfam, reproducida en PCNPost con autorización
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SOURCE: Oxfam
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