Por: Andrés Quintero Olmos.
El dólar está por encima de los 2800 pesos, el euro sobrepasando ampliamente los 3000 pesos; volvimos a niveles del 2005. Nuestro peso es la segunda moneda que más se ha devaluado en toda Latinoamérica, justo después del trágico caso venezolano, llegando a ser la cuarta moneda más depreciada del mundo. En lo corrido del año la devaluación está llegando a los 15%. Si cogemos referencia entre septiembre 2014 y marzo 2015 nos hemos empobrecido casi 40% frente al occidente.
Ante este fenómeno monetario lo normal es que se reduzcan nuestras importaciones. Lo cual efectivamente ha sucedido en un 10.2% frente al mismo periodo del año anterior. Lo asustador de nuestra situación es que en vez de que crezcan nuestras ventas externas ha pasado todo lo contrario: las exportaciones del país en estos primeros meses de 2015 han venido disminuyendo entre 22% y 39% en comparación a los mismos meses de 2014. Por esta razón es que se ha agrandado el déficit de la balanza comercial que en los últimos doces meses suma 11 mil millones de dólares. ¿Cuánto habrían bajado las exportaciones si el dólar hubiese seguido en el nivel del año pasado?
El barril de petróleo WTI volvió a ubicarse cerca a los 50 dólares. La causa directa de esto es que los inventarios en poder de los Estados Unidos subieron sustancialmente en las últimas semanas a pesar de que los analistas internacionales apostaban por lo opuesto. La terquedad de Arabia Saudita, y otros países árabes, en querer mantener su ritmo y la presión sobre los costos de producción han ido creando un dumping depredador sobre los campos de esquistos que parece no tener eficacidad hasta hoy. Si a esto le añadimos que el acuerdo sobre lo nuclear entre los países occidentales e Irán, que abre la posibilidad de que entren nuevas fuentes de recursos al mercado, seguirá empujando los precios a mediano-largo plazo hacia abajo -ahondando en la sobreoferta-, la situación podrá empeorarse para Colombia.
El golpe sobre nuestras exportaciones y finanzas públicas será punzante y perenne, lo cual irremediablemente aporreará nuestra economía que no podrá crecer más allá del 3%, y más si se materializa una nueva reforma tributaria (aumento del IVA) ante el próximo hueco presupuestal que se deslumbra. Además de esto, el Gobierno colombiano tendrá cada vez menos flexibilidad a la hora de inyectar dinero en su burbuja económica, por el hecho que ya el presupuesto para el próximo año prevé una reducción en 5 billones de las inversiones y que las tasas de interés subirán necesariamente por la creciente inflación y el fin de los incentivos por parte de la FED.
Nuestras perspectivas económicas parecen agravarse por el constante derroche de este Gobierno que parece querer ocultar a toda costa la situación a través de un desapercibido -pero considerable- aumento de las vigencias futuras fiscales que pasaron, según el Senador Ivan Duque, entre 2013 y 2015 de 27 billones de pesos hasta el año 2027 a 89 billones de pesos hasta el año 2042.
Las futuras generaciones de colombianos tendrán que pagar la cuenta, y mientras tanto ¿qué está pasando? “Absolutamente nada”, dice el Gobierno.
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