Por: Robert J. Samuelson.
WASHINGTON – Estamos vaciando el gobierno.
La extrema ironía del gobierno de Obama es que un orgulloso liberal –alguien que cree en el papel constructivo del gobierno– esté presidiendo durante la contracción más dura que éste haya sufrido desde la Segunda Guerra Mundial. Lo que está ocurriendo es simple: Los gastos en los ancianos y en la asistencia médica abruman lentamente al resto del gobierno federal. Los gastos en otras actividades esenciales (desde Defensa hasta regulaciones financieras) se sacrifican, para cubrir los crecientes costos de una nación que envejece.
Es el tema central del presupuesto en nuestra época. Se lo ignora generalmente, como sucedió en el reciente anuncio del gobierno del presupuesto para 2016. El presidente Obama constantemente lo evita; la mayoría de los republicanos se refugian en su silencio. Sin líderes políticos que definan el debate, a los medios les resulta difícil clarificar los conflictos y las decisiones. Se continúa esa política por inercia: Se dejan pasar los gastos en los ancianos; los recortes recaen en otros programas.
El resultado es que las prioridades se desvirtúan espectacularmente. Todo el que tenga dudas sobre este hecho debe estudiar los documentos del presupuesto de 2016. Comencemos con la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés). Sobre la base de las leyes actuales, la CBO proyecta que los gastos federales anuales crecerán en 2,6 billones de dólares, o un 75 por ciento, entre 2014 y 2025. Casi un 90 por ciento del aumento proviene de tres fuentes: el Seguro Social, los gastos de la asistencia médica (sesgados marcadamente a favor de los ancianos, a pesar de los recientes ahorros de Medicare), y el interés de la deuda federal. Los gastos de casi todos los demás programas no siguen el ritmo de la inflación.
Todo eso lo sabemos examinando los documentos del presupuesto de Obama. Un cuadro ajusta las principales categorías de gastos por la inflación y los aumentos de población. Entre 2016 y 2025, los gastos “reales” ajustados a la población crecen un 27 por ciento para el Seguro Social y 24 por ciento para Medicare, mientras que los gastos caen un 19 por ciento para Defensa y un 17 por ciento para los programas “internos discrecionales”. (Los gastos “internos discrecionales” abarcan muchas categorías tales como fuerzas del orden, vivienda, educación, energía, seguridad de alimentos y más.)
Lo que las secas cifras no transmiten es la degradación del gobierno en el nivel de las agencias y de los programas. Eso está ocurriendo, aunque es difícil documentar en qué medida. Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por sus siglas en inglés), estima que el presupuesto de la agencia perdió casi el 25 por ciento de su poder adquisitivo en la última década. NIH solía aprobar una de cada tres propuestas de subvenciones; la proporción ahora es una de cada seis. Supuestamente, los investigadores jóvenes son los que más sufren. Algunos problemas de salud pública (por ejemplo, la resistencia a los antibióticos) podrían recibir fondos insuficientes.
El Servicio de Impuestos Internos (IRS, por sus siglas en inglés) considera que los retrasos en el envío de reembolsos y en responder a las preguntas de los contribuyentes se deben a los recortes de su presupuesto y a la reducción de personal. En 2014, sólo alrededor de dos tercios de los que llamaron pudieron hablar con un agente, y el tiempo de espera promedió en casi 20 minutos. (En 2004, casi el 90 por ciento se comunicó con un agente con tiempos de espera de unos dos minutos y medio.) Los parques nacionales también han sufrido el golpe. Desde 2010, su financiación se redujo un 12 por ciento en dólares ajustados a la inflación y el atraso en mantenimiento diferido sumó 11.000 millones de dólares, según la National Parks Conservation Association, un grupo de incidencia.
Estamos permitiendo que los cambios demográficos determinen nuestras prioridades nacionales. Este hecho es evidente en Defensa, que se está reduciendo (el Ejército, por sí sólo, está reduciendo lo que se calcula en 120.000 efectivos en activo desde su pico en tiempo de guerra) justo cuando las amenazas extranjeras parecen estar elevándose. Así pues, los cambios demográficos hasta dan forma a la estrategia global.
Es el camino de menor resistencia. Idealmente, eliminaríamos los programas que no fueran esenciales o eficaces (subsidios a la agricultura, Amtrak), comenzaríamos a recortar el Seguro Social y los beneficios de Medicare (incrementos graduales en las edades requeridas y beneficios menores para los beneficiarios más ricos) y a pagar al resto del gobierno con impuestos más altos. Pero tanto Obama como los republicanos evaden ese ejercicio tan impopular.
En cambio, han adoptado una política de estrangulación de los gastos en cámara lenta. El problema no es el “secuestro”, que automáticamente recorta desembolsos. Son los límites de gastos requeridos para seguir dentro de los “límites” de desembolsos necesarios a fin de evitar el secuestro. Aunque el efecto en un solo año es modesto, el impacto acumulativo es enorme. Desde 1990, los gastos de Defensa y de los programas internos discrecionales promediaron un 7,4 por ciento de los ingresos nacionales (producto bruto interno). En 2014, esa cifra representó un 6,8 del PBI, cerca del pico más bajo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Bajo el presupuesto de Obama, se proyecta un 4,5 por ciento en 2025.
En algún momento, estas reducciones de los gastos podrían ser insostenibles políticamente. (Nota: Obama ya propuso incrementos para los parques nacionales.) En la medida en que las proyecciones presupuestarias de Obama reflejen suposiciones de gastos poco realistas, se subestiman los déficits futuros.
Todos deberíamos aspirar a tener un gobierno efectivo y eficiente. Pero se está estrangulando el gobierno, a medida que los costos de los baby-boomers jubilados reducen la capacidad de que otros programas cumplan con sus misiones. Obama empeoraría el problema. Al no poder pagar los programas existentes, agregaría otros (community colleges gratis y más programas preescolares, por ejemplo) que intensificarían la competición por fondos escasos.
Obama se imagina a sí mismo como el campeón de un gobierno mejor. En realidad, es un agente del vaciamiento del gobierno.
© 2015, The Washington Post Writers Group
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