Primera retrospectiva en Francia de Diego Velázquez, genio de la pintura

El Grand Palais de París acoge la primera retrospectiva en Francia del genio español de la pintura Diego Velázquez (1599-1660), con unos 50 cuadros, casi la mitad de su producción.


Pintura de Diego Velazquez Diego Velasquez, marzo 20, 2015. Grand Palais, Paris. AFP PHOTO / BERTRAND GUAY

Pintura de Diego Velázquez
Diego Velasquez, marzo 20, 2015. Grand Palais, Paris. AFP PHOTO / BERTRAND GUAY


P. ¿Por qué Velázquez es uno de los más grandes retratistas del arte occidental?

R. “¡Demasiado veraz!”: Así habría calificado el papa Inocencio X su célebre retrato. De hecho, sea cual sea el modelo, los retratos de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez son extraordinariamente vivos y expresan la verdad de los personajes.

“Velázquez renovará y regenerará el género, marcado en España por una tradición glacial, rígida”, subraya Guillaume Kientz, comisario de la exposición. Velázquez pinta a los poderosos pero también a los enanos, a los bufones o a otros artistas; prueba de su libertad de tono, se permite realizar experimentos impensables con la imagen de los soberanos españoles.

Un ejemplo sería el “Retrato de Pablo de Valladolid”, un célebre bufón representado como gentilhombre. “El fondo desaparece, es el aire el que envuelve a este vivo hombrecillo vestido de negro”, escribe Edouard Manet a su regreso de Madrid.

Es muy virtuoso en temas religiosos (“La Inmaculada Concepción”), mitológicos (“La Fragua de Vulcano”) o en bodegones, muy en boga en España (“La Mulata”). Sin olvidar el desnudo, muy inusual en el arte español de esta época (“La Venus del espejo”).

P. ¿Qué formación tuvo? ¿Cuáles fueron sus influencias? 

R. Velázquez entra con doce años en el taller del pintor sevillano Francisco Pacheco, encargado de una academia que reunía a los mejores espíritus de la ciudad. Durante un viaje a Madrid, entra en contacto con el caravaggismo, llegado de Italia, “que aducía su naturalismo muy trivial, violento” y hace que su pintura sea “más poética”, subraya Guillaume Kientz. Convertido en pintor del rey en Madrid, Velázquez conoce a Rubens, quien persuade a Felipe IV de enviar al joven artista a Italia.

Hacia 1630, pinta en Roma dos magistrales composiciones, en las que “confronta las más grandes tendencias pictóricas de aquel tiempo”: el caravaggismo de “La Fragua de Vulcano” y la influencia de Pietro da Cortona o de Nicolas Poussin, manifiesta en la elección de los colores, con “La túnica de José”.

Velázquez no hizo escuela pero su yerno, Juan Bautista Martínez del Mazo, fue su discípulo más brillante. No le faltaron admiradores: Goya, Delacroix, Manet, Bacon y Picasso, que dijo que “Velázquez es el verdadero pintor de la realidad”.

P.¿Es Velázquez un hombre de corte?  

R. “No hubo ni una pizca de subversión en él”, afirma Guillaume Kientz. “Es alguien familiar para el rey, que viene a verle todos los días, pero no un amigo. La confianza que le da el soberano, que no le cede todo, le da importancia”. En 1652, es nombrado mariscal de Palacio. Producirá, durante estos años, “Las Hilanderas” y “Las Meninas”. En cuanto a sus ingresos, vivía bien pero es difícil decir si era rico.

P. ¿Qué se sabe sobre Velázquez, sobre su persona? 

R. “Pocas cosas”, destaca Guillaume Kientz. Se casó con 19 años con la hija de su maestro Francisco Pacheco, que percibió muy rápidamente las cualidades de su alumno. “Sabemos que le gustaban las buenas costumbres, que era muy elegante, que tenía una rica biblioteca”, principalmente en obras de arquitectura y científica, asegura Guillaume Kientz.

“La única tacha, es un hijo natural que tuvo durante su segundo viaje a Italia” y que probablemente no reconoció, comenta el comisario. Tuvo un esclavo, Juan de Pareja, quien también era un pintor muy dotado y del que hizo un retrato lleno de vida. Pero no lo liberó hasta 20 años después.

(AFP)


 

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