El fanatismo que concita el magnate Donald Trump, que encabeza la carrera republicana a la Casa Blanca, ya no es un fenómeno pasajero. ¿Por qué sus partidarios lo admiran? Muchos citan su éxito profesional, su independencia, su populismo… y su desprecio por la corrección política.
Cuatro meses después de haber lanzado su campaña, Donald Trump, de 69 años, es el candidato preferido de uno de cada cuatro republicanos. Alrededor de 5.000 personas lo ovacionaron el miércoles en una sala de exposiciones del circuito automovilístico de Richmond, en Virginia.
Un exitoso hombre de negocios:
Donald Trump nunca es tan aclamado como cuando hace mención a sus éxitos, en los sondeos o en los negocios. “¡Ese es el espíritu que este país necesita!”, clamó en su discurso del miércoles llevándose el dedo índice a la sien.
La palabra “businessman” brota automáticamente de los labios de los militantes cuando quieren mencionar una clave del éxito de su ídolo.
“Nuestro país se encuentra en un momento bisagra. Estamos gastando más dinero del que ingresa” y se necesita un hombre que invierta la ecuación, “un hombre de negocios”, explica Terri Brennan, una agente inmobiliaria de 50 años que estuvo entre los primeros en llegar para poder ver al candidato.
Son muchos los que comparan el ejercicio del poder político con la gestión de una empresa: hay que saber negociar, decidir, enfrentar a la competencia. Donald Trump, aseguran, sabrá “administrar” mejor las relaciones con el ruso Vladimir Putin que el actual presidente Barack Obama.
Poco importa que el magnate ignore el nombre de tal o cual dirigente extranjero.
“No llegó a donde llegó solo, sabe rodearse” de gente competente, afirma Alice Butler-Short, una irlandesa nacionalizada de 72 años que luce zapatos con los colores de la bandera estadounidense.
Independencia:
Valiéndose de su colosal fortuna Donald Trump repite que “nadie lo controla”.
Sus seguidores subrayan que no tiene deudas ni lobistas que lo apañen y lejos está de tomar a la política como “un trabajo”, como hacen sus rivales, según dice con desprecio Terri Brennan. “Es un hombre de Estado”, repite esta mujer, comparando a Trump con los padres fundadores de la nación, que pusieron su carrera entre paréntesis en aras del interés general.
El candidato sostiene que nadie más que él financia su candidatura, y recuerda que ha contribuido con las campañas de otros, tanto republicanos como demócratas. Lo repite a menudo, sin olvidar de mencionar las citas y las sumas que concedió a hombres políticos de distinto pelaje que nunca han dejado de reconocérselo.
¿Utilizará su candidatura para hacerse publicidad, visto que después de todo su imperio inmobiliario reposa en buena medida en el prestigio de la marca Trump?
“Por favor, no necesita esa publicidad. Si yo tuviera 10.000 millones de dólares, ¿necesitaría acaso publicidad?”, argumenta Alice Butler-Short.
Los “americanos” primero:
Sus seguidores conocen las grandes líneas del programa de Trump: “Devolver a Estados Unidos su grandeza” (su eslogan de campaña), deportar a los inmigrantes clandestinos, ganarles la guerra comercial a China y Japón, bajar los impuestos…
“Ya no tenemos fronteras”, se lamentó el candidato este miércoles al prometer la construcción de un muro antiinmigrantes clandestinos entre México y Estados Unidos.
Tras dos años de mandato de Obama en que, según dice, el peso de Estados Unidos en el mundo se degradó, Trump promete que para él “los ‘americanos'” están primero.
“El presidente Obama se inclina demasiado en favor de los extranjeros”, piensa Thomas Rosado, un estudiante de 19 años.
Los ultraconservadores del Tea Party creen que Estados Unidos gasta mucho “afuera”. Annete Truelove, una voluntaria de la campaña del candidato que milita en ese sector, pretende que ese dinero se consagre “a la gente de aquí, a nuestros veteranos de guerra y nuestros niños sin techo”.
Políticamente incorrecto:
Y está también el “estilo Trump”: la provocación, el decir en voz alta lo que “todo el mundo” piensa pero apenas susurra. “La corrección política nos está destruyendo”, subraya Matthew Weiner, un retirado de la US Navy. Muchos echan mano a la expresión “mayoría silenciosa”, popularizada por otro republicano, el expresidente Richard Nixon, y relanzada por el magnate.
Quienes respaldan a Trump son tan indulgentes con él como duros con el resto de la dirigencia política. Le perdonan su pasado demócrata y en nada les preocupa los repetidos errores del candidato en la escena internacional.
“Será un Ronald Reagan recargado”, se ilusiona Alice Butler-Short, fascinada por el personaje. AFP
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