Patrick Modiano se hace calle en París

De apenas un metro y medio, rostro ovalado y jersey burdeos, Dora Bruder se desvaneció en el París ocupado de 1941 para inspirar la obra cumbre del último nobel de literatura Patrick Modiano, un turbador relato que lleva a la ciudad a dedicar hoy un paseo a la novela.

Patrick Modiano 3

La historia empezó a finales de los ochenta, cuando el escritor dio con un diario de 1941 en cuyas páginas el humilde matrimonio Bruder publicaba un aviso; Dora, su única hija, se había fugado de un internado del bulevar Ornano, en el extremo norte de París y no muy lejos de las colinas de Montmartre. Dora era judía.

La nota intrigó a un Modiano que comenzó a reconstruir el episodio según su particular método literario, una excavación documental que conjuga su propia biografía con un obsesivo ejercicio de memoria, recuerdos de otros recuerdos. “Dora Bruder”, que Gallimard publicó en 1997, resultó ser una obra maestra. “Es una opinión muy compartida y también es la mía -dice el escritor y crítico Pierre Asssouline-, probablemente estemos ante su novela más lograda, la más original, mostró al completo la maestría de Modiano en un momento clave de su madurez creativa”.

En el París de la ocupación nazi la desaparición era una forma de vida, un drama corriente en aquel invierno de cuatro años cuya bruma sepultó la herrumbre moral del colaboracionismo, las purgas hebreas, la anónima deportación de Dora y, con ella, la de sus padres.

Judíos de origen austríaco, los Bruder habitaban una buhardilla en el número 41 del bulevar Ornano, un barrio popular donde desde hoy se situará el Paseo Dora Bruder, según dejó caer recientemente la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, durante una velada de homenaje al escritor.

Altísimo, mudo, el novelista apenas acertaba a sonreír mientras la regidora parisiense confesaba la conmoción que le produjo una obra estrechamente ligada a la capital y sus calles, redescubiertas por la silenciosa sombra del obstinado Modiano, amigo de registros, pasajes y fantasmas. “No hay duda, la ciudad constituye el personaje principal de su obra, ese es su universo, un mundo propio y ajeno a las modas del que Modiano nunca se ha desviado”, razona Assouline.

Aquel jovencísimo autor que en 1968 debutase con “La Place de l’Étoile” prolongaba a sabiendas una figura esencial del París literario, el paseante ocioso que recuerda mientras camina y camina para recordar, “un escritor de la memoria”, sentencia el crítico.

Sus novelas, siempre breves, brotan a partir de una desaparición, de un misterio que empuja el relato y al que el narrador combate con una rara paciencia, como un “faro que, en vano -avisaba-, lanza señales en la noche”.

Era la noche de la Ocupación, su particular geografía de la culpa y donde una y otra vez arraigaba la narrativa de un Modiano que, en opinión de Assouline, “nunca ha dejado de ser fiel a su propia verdad”.

Porque al rastrear las huellas de la joven Bruder, el escritor también se buscaba a sí mismo, a su infancia de abandonos en el París que despertaba a la Liberación y donde malvivían sus padres, el opaco Albert Modiano y Louisa Colpeyn, actriz de reparto, madre ausente y espectro habitual de su obra.

La vida de Colpeyn, de silueta aristócrata y habitual de los jardines de una clínica parisiense, se apagó hace unos días con 96 años, según informaba una sobria esquela familiar aparecida el pasado 29 de enero en el diario “Le Figaro”.

La nota en el periódico remite a aquella otra que anticipó la deportación de Dora Bruder. Un caso que exigió al escritor seis años de indagaciones y pistas falsas hasta el punto que, confió una vez a Gallimard, llegó a pensar que nunca lograría desenterrar su historia.

Ahora una calle lleva su nombre para, más aún, anudar París a las páginas de Modiano. Se trata -nunca dejó de ser así- de conjurar el olvido. (EFE)


 

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