Por: Pascual Gaviria Uribe.
La democracia en la forma de un botín jugoso y transitorio será siempre una amenaza. No importa que el ofrecimiento sea una especie de condecoración, una medalla inútil y fugaz.
La novedad y la escasez ambiente puede dar lugar a una rapiña desconocida por el honor que está en juego. La subasta de unas sillas parlamentarias en pueblos acostumbrados a levantar la mano durante meses para lograr una mirada, puede convertirse en una lucha con más riesgos y promesas que ventajas.
Las 16 Circunscripciones Especiales Transitorias de Paz fueron pensadas para dar representatividad a municipios en zonas de conflicto que nunca han tenido quién alegue por ellos. Las 16 zonas agrupan, según el proyecto gubernamental, 167 municipios en 19 departamentos, y elegirán un representante a la Cámara por cada circunscripción para los periodos 2018-2022 y 2022-2026.
Las alertas han comenzado a sonar desde la Fiscalía y la Misión de Observación Electoral (MOE). Ahora la pregunta es si sería preferible la acostumbrada carencia de representantes a obtener una especie de sobre representación que atraerá nuevos actores electorales e ilegales, y podrá exacerbar los muchos conflictos políticos y sociales existentes. Sin duda las regiones ganarán en ruido, pero no es seguro que lleguen las nueces.
Un poco menos de 2’700.000 electores serán los encargados de escoger a los 16 Representantes a la Cámara en municipios que siempre hemos oído asociados a la coca (tienen el 56% del total de hectáreas en Colombia), a la minería ilegal (participan del 40% de ese mercado ilegal en el país), a la presencia del ELN (está en 59 municipios de esos municipios) y al dominio de Bandas Criminales Organizadas (actúan en 50 de ellos). Sin olvidar que son zonas donde las Farc tuvo presencia histórica y donde sin duda intentará tener influencia en la política que se inaugura.
Los cabildos indígenas, los consejos afro, los grupos significativos de ciudadanos, las organizaciones sociales tendrán el riesgo de convertirse en franquicia de intereses de siempre (el partido Liberal fue el más votado en la mitad de esas circunscripciones en las elecciones a la Cámara de 2014) o en parapeto de organizaciones armadas o a medio armar.
¿Cómo se ganarán esas elecciones en el Bajo Cauca Antioqueño, en el Catatumbo, en Urabá, en el Nordeste de Antioquia, en los Montes de María, en los fortines cocaleros de Nariño, Putumayo y Guaviare? Los municipios con menos Estado y con la democracia más precaria y más influenciada por los poderes armados tendrán una de las grandes responsabilidades luego de la desmovilización de las Farc.
Algunos municipios donde una tercera parte de los mayores de edad no tienen cédula y otros donde hay un puesto de votación por cada 2000 kilómetros cuadrados. Los datos más preocupantes entregados por la MOE hablan de la violencia social y política. Entre enero de 2016 y abril de 2017 se presentaron 56 homicidios, 69 amenazas, 30 atentados, 3 secuestros y 2 desapariciones relacionadas con violencia contra los liderazgos sociales y comunitarios en los 167 municipios señalados, más de una tercera parte de los hechos similares en todo el país.
Al menos esperamos que desde las ciudades y el gobierno central haya más atención sobre ese explosivo laboratorio político, y que la amenaza latente de armas y política no nos haga recordar viejas tragedias frente a nuevas esperanzas.
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