Por: Pascual Gaviria.
Era indispensable que la maquinita del cine tuviera al menos un papel secundario en la fuga de Richard Matt y David Sweat de la prisión de Clinton en el estado de Nueva York. El guion que los periódicos han ido soltando a cuenta gotas es minucioso y sorprendente, incluso algo pasado de truculencia y suspenso, de rastros de sangre y traiciones, de lágrimas en la amante cómplice y socarronería en los asesinos que hace unos días comían en un Subway cercano a la cárcel.
Uno podría pensar que todo hace parte de un desagravio, a manera de película, de Richard Matt a David Telstar, un antiguo compañero de prisión que le pagó a Matt una fianza de 100.000 dólares en 1991 y le encargó el asesinato de su esposa, sus suegros y el abogado de la familia. La señora de Telstar es heredera de la fortuna Warner Bros que debería tener por mano propia los derechos sobre la fuga. Richard Matt decidió que no valía la pena matar a esa gente y terminó delatando a quien pagó su fianza y le encargó esas duras tareas. Algún escrúpulo asaltó a quien ya había apuñalado a su propia suegra y más tarde terminaría torturando y matando a un antiguo jefe.
La película debe comenzar con un Matt silencioso frente a un caballete donde pule los retratos de Hillary Clinton, Julia Roberts, Barack Obama y Oprah Winfrey. Varias veces expuso sus obras en la cárcel y su comportamiento ejemplar lo hizo llegar hasta el “pabellón de honor”. En la celda del lado está David Sweat quien puede ser presentado en sus tareas en la sastrería de la prisión, donde compartía con Matt el tiempo de sus tramas. Juicioso frente a las agujas de la máquina que son también una especie de reloj. Para ponerle algo de peso a las paredes con 170 años de historia de la “pequeña Siberia” se pueden mostrar algunas rayaduras negras atribuidas a “Lucky” Luciano y otras más coloridas que dicen tuvieron como autor al rapero Tupac Shakur.
Para llegar hasta las herramientas que les permitieron romper las láminas de acero de la celda y trabajar durante semanas en los tubos que los sacaron hasta una alcantarilla a 30 metros del muro externo de la cárcel, hay que presentar a Joyce Mitchell, la directora de las prácticas industriales en la cárcel y por siete meses supervisora de trabajo de Matt y Sweat en la sastrería. Mitchell tiene 51 años y los encantos de una guardiana agria con sobrepeso y una mueca lánguida que le cuelga hasta el pecho. Terminó enamorada de Matt que parece hacía algo más que coser en la sastrería. “El amor es ciego”, dijo su abogado.
Pero en las primeras declaraciones también se ha insinuado que la señora Mitchell tenía algunos desordenes en el apetito sexual. Esas escenas serán del resorte del director. Para que todo no sea tan fácil Mitchell tendrá un ataque de remordimientos e incumplirá su cita para recoger a los fugados en la madrugada indicada. Al dejar el último tubo Matt y Sweat estaban de buen humor y pegaron una hoja amarilla con un chino de sombrero triangular acompañado de una nota simple para los guardias: “Que tengan un buen día”. Ese será el afiche perfecto para el estreno.
En las afueras la persecución cuesta un millón de dólares diarios. Han pasado 16 días y la policía ha recibido 1400 llamadas para alertar la presencia de dos personajes: caminando por las vías del tren, esculcando en los patios, durmiendo en campamentos de caza, corriendo bajo aguaceros memorables… Hay 1400 escenas posibles para mover a los protagonistas por un paisaje de bosques a 30 kilómetros de la frontera con Canadá. Todavía no sabemos el final, pero la policía dijo ayer que en 48 horas estarán de nuevo en la cárcel. También los periódicos se pueden leer acompañados de un pote de crispetas.
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