Por: Pascual Gaviria.
Por esta misma época, hace 28 años, Córdoba y el Urabá antioqueño vivían la primera gran arremetida de los paramilitares. Los Castaño y los fundadores de las autodefensas en el Magdalena Medio había hecho su empalme y era el momento de la expansión al Caribe. Amalfi, cuna de los Castaño, sirvió como cantera del movimiento hacia la Costa y sobre las mismas paredes en las que la semana pasada apareció la sigla AGC (Autodefensas Gaitanistas de Colombia), estaban los grafitis con una leyenda más sugerente: “Ya vienen los magníficos a limpiar”.
Y llegaron a matar, algunas veces bajo el nombre de Los Mochacabezas, otras veces como Los Tangueros, siempre con métodos parecidos y el apoyo del ejército y la policía. “Coordinador de ley” le llamaban al encargado de tranzar a los retenes oficiales al paso de los camiones llenos de paras bajo la carpa.
María Teresa Ronderos lo contó con todas las señales en su libro Guerras recicladas. Entre febrero y abril de 1988 los paras recién desembarcados cometieron siete masacres en Turbo, en el cerro El Volador, frente a la hacienda Las Tangas, al lado del Sinú, en Chigorodó, en La Mejor Esquina en el municipio de Buenavista, en Currulao y en Valencia. El saldo superó los 90 muertos y quedó la constancia para movimientos sociales, sindicatos, profesores, ladrones de ganado, corredores de cercas y guerrilleros y auxiliadores del EPL. Las primeras elecciones populares de alcaldes llegaron con mucho proselitismo armado. Para no salirnos de 1988 digamos que en noviembre fue la masacre en Segovia (otra de las zonas afectadas por el reciente paro armado) luego del triunfo de Rita Tobón, candidata de la UP.
La desmovilización del EPL en 1991 trajo el clima propicio para que también los paras de Castaño se metieran en “el cuento” de la paz. Según María Teresa Ronderos fueron los propios guerrilleros quienes hicieron los primeros contactos y Fidel Castaño anunció que dejaba la guerra y entregaba 600 fierros. “Había alguna identidad. Ambos representaban a un país que se sentía abandonado: abusado por los políticos tradicionales locales, y desdeñado por los gobernantes nacionales”.
El experimento con donaciones de tierras de los paras a campesinos y hasta listas conjuntas entre paras y guerrillos trajo unos años de relativa calma, hasta que todo terminó en un mazacote de pequeñas traiciones y experiencia armada para dar forma a las ACCU (Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá). Las Farc aportaron lo suyo con la violencia en contra de la gente de Esperanza, Paz y Libertad y el narcotráfico puso lo mismo de siempre: la plata y la pasta base para cocinar la guerra.
Ese pequeño recuento puede servir para entender un poco el origen del Clan Úsuga y la compleja saga de historias que ha vivido un joven de 30 años nacido por decir algo en Currulao o en Tierralta. En 2012 vimos el primer paro armado del Clan por la muerte de Juan de Dios Úsuga, quien militó en el frente Luis Carlos Galán del EPL hasta los 19 años cuando se desmovilizó para movilizarse unos meses después hasta una columna de las Farc y luego a las filas de las Autodefensas. Su hermano Dairo Antonio Úsuga hizo un recorrido muy similar desde el oriente de Antioquia con el EPL pasando por el Bloque Centauros hasta su propia franquicia más o menos desde 2006.
Parece que nunca han importado mucho los bandos en esas guerras que se cruzan por los mismos caminos, para algunos siempre habrá intereses y riesgos irresistibles.
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