El papa Francisco logró el apoyo de los obispos de todo el mundo a la acogida de una parte de los divorciados que se vuelven a casar, un punto, tímido pero a la vez importante a favor de la reforma de la Iglesia.
La línea de Francisco de apertura hacia todo tipo de familias, tanto aquellas formadas por divorciados que se vuelven a casar, como por parejas que conviven o casadas por lo civil, fue aprobada por el sínodo de obispos que se clausuró este domingo con una misa solemne en el Vaticano. Aún si para algunos observadores resulta una apertura modesta, para otros se trata de un primer punto a favor, de una victoria, en la batalla por las reformas que encabeza el papa argentino, que el año pasado no fue aprobada en el primer sínodo.
Al término de tres semanas de intensos y agrios debates los obispos aprobaron por un solo voto a favor “la integración”, sin jamás hablar de dar comunión, de los divorciados que se vuelven a casar y evaluar “caso por caso” su situación para poder acceder a los sacramentos tras someterse a un periodo de reflexión con los obispos de sus diócesis.
El documento final abre las puertas a que los católicos que fracasaron en su matrimonio puedan acercarse a comulgar, a que no sean considerados más como adúlteros y en sustancia impulsa “un cambio pastoral responsable”, explicaron fuentes religiosas.
Esa apertura fue defendida por buena parte de la iglesia latinoamericana que desde hace años encara el fenómeno del aumento de los divorciados católicos que contraen segundas nupcias, como ocurre con muchos presidentes de la república de la región.
Inclusive el Vaticano no acepta la presencia de la segunda esposa en los encuentros oficiales con el papa, un gesto que en algunos casos ocasionaba profundo dolor y que podría cambiar en poco tiempo. “Desde hace años trabajamos con la pastoral de los divorciados vueltos a casar”, contó el mexicano Alfonso Miranda Guardiola, quien presentó a los obispos el caso del niño que dividió la propia hostia para darla a sus padres debido a que no podían comulgar por estar casados en segundas nupcias.
Si bien las expectativas eran mayores y muchos se esperaban que el texto fuera más allá, con propuestas concretas, el hecho de aceptar el cambio de actitud que propone Francisco hacia los problemas del mundo moderno resulta una victoria.
No a condenas y anatemas:
“El primer deber de la Iglesia no es distribuir condenas o anatemas sino proclamar la misericordia de Dios”, recordó el papa, quien tuvo que encarar una oposición feroz de los sectores conservadores.
“Han usado métodos no del todo benévolos”, reconoció el papa, en una alusión a los ataques, falsas noticias, conspiraciones y montajes urdidos por los sectores conservadores durante las tres semanas de deliberaciones.
“La resistencia contra las reformas de Francisco está concentrada en un grupo capaz de generar mucho rumor y escándalo pero que no aportó ideas y por lo tanto perdió”, resumió en una entrevista el historiador italiano experto en religiones, Alberto Melloni.
Tres párrafos del documento aprobado obtuvieron un voto más (178) con respecto a la mayoría calificada requerida de dos tercios (177), lo que denota también que el papado de Francisco tendrá que seguir batallando a favor de la modernización de la Iglesia. “Es una oposición reaccionaria que se identifica con sectores minoritarios. Personajes que formaban parte de la vieja maquinaria que boicotean a Francisco para conservar el propio poder”, sostiene el filósofo italiano Massimo Cacciari.
“Preparaban un golpe espectacular”, asegura el vaticanista Andrea Tornielli, quien estima que los conservadores contaban con que el documento no pasara, debilitando así la línea aperturista del papado de Francisco.
Para varios editorialistas y expertos la “solución alemana” fue clave para derrotar a los defensores de la ortodoxia católica.
Los cardenales alemanes, todos teólogos brillantes y cultos, con posiciones muy variadas (conservadores, progresistas, moderados) trabajaron juntos para encontrar la solución propuesta y aprobada en el documento final.
Citar además un documento de 1981 sobre la familia de Juan Pablo II, el pontífice preferido de los conservadores, fue la estrategia clave para convencer a los obispos y cardenales moderados, muchos de ellos se formaron y crecieron bajo el largo pontificado de Karol Wojtyla.
El documento, que también habla de la economía actual, de las guerras, migraciones y hasta las imposiciones de algunos organismos internacionales, será convertido probablemente por el papa en un documento oficial, con las directrices de Francisco para la familia del siglo XXI.
Un texto que seguramente rechazará el matrimonio gay, la píldora anticonceptiva, el aborto y aconsejará que se eviten “injustas discriminaciones” hacia los homosexuales, tema que sigue siendo tabú. AFP
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