Pablo Larraín: Iglesia necesita cambio estructural para combatir la impunidad

El cineasta chileno Pablo Larraín presentó hoy en la Berlinale su película “El Club”, una cinta a competición que busca abrir el debate sobre la impunidad en este “gran consorcio” que es la Iglesia católica”, tan necesitado de “cambios estructurales”. Lo que tiene de interesante la película, afirma el realizador en entrevista, es que aborda a través de una organización mundial, la Iglesia católica, “esta idea de que no todos somos iguales ante la Justicia”, lo que la hace “muy universal”.

Vista general de preparativos en la alfombra roja del Festival de Cine de Berlín (Alemania), 2015. El evento irá del 5 al 15 de febrero de 2015. EFE/FELIX HOERHAGER

Vista general de preparativos en la alfombra roja del Festival de Cine de Berlín (Alemania), 2015. El evento irá del 5 al 15 de febrero de 2015. EFE/FELIX HOERHAGER

Ante las grandes expectativas depositadas en el nuevo máximo representante de la Iglesia, afirma que para ver si el papa Francisco finalmente va a ser el pontífice del cambio, habrá que esperar, pues la reforma necesaria “no es menor”. “No es suficiente con despedir a dos o tres sacerdotes y cambiar cosas que son importantes. Aquí hay que hacer algo estructural, aquí hay una estructura de poder social y económica que está asociada a un libro, que es la Biblia, y por tanto tienen una estructura moral, ética, religiosa y teológica”, sostiene.

Según el director, “mientras los miembros de la Iglesia se consideren personas distintas al resto de seres humanos y, por lo tanto, no puedan ser juzgados por los mismos tribunales que todo el resto”, el papa realmente no habrá hecho nada.

La cinta de Larraín, que compite con otras 18 películas por el Oso de Oro, narra la historia de un grupo de sacerdotes que viven con una monja en una casa de retiro de la Iglesia y que, cuando no rezan o hacen penitencia, entrenan a sus perros para la próxima carrera.

Cuando ingresa en el hogar un nuevo sacerdote, un hombre lanza graves acusaciones contra él y el religioso acaba suicidándose. “Ese club que vemos es una extensión del gran club que es la Iglesia y que finalmente es una organización que no cree en la justicia civil ni en la justicia laica. Cree que sus miembros deben sólo rendirle cuentas a dios”, señala.

A su juicio, esa estructura es la que ha permitido que durante muchos años haya habido “un sistema de encubrimiento sistemático por parte de la Iglesia”. La “duda tremenda” en esa casa es si todos los que la habitan están ahí por fe o simplemente para “refugiarse porque son unos ineptos para la vida y acceden a estar en una congregación” para conseguir amparo, interviene el actor Alfredo Castro, que encarna a uno de los sacerdotes.

Incluso personas que han cometido algún crimen, “que no creen en un pacto social”, son amparados “por esta mano oscura y siniestra de la Iglesia”, subraya el intérprete.

Con esta película, agrega, “surge un deseo de estar con los indignados, con la gente que no ha tenido justicia” y que espera que ésta se aplique cuando hay curas involucrados. Esa casa recibe también a sacerdotes que por su edad o por razones de salud ya no pueden seguir ejerciendo; “no todo está en esa zona tan oscura”, señala Larraín. Pero lo cierto es que cuando un sacerdote “hace algo indebido”, antes de convertirlo en un escándalo “es tomado, capturado por ese sistema y llevado a este lugar de penitencia y oración”.

Un lugar que no acaba siendo más que un grupo de “sacerdotes que están jugando con unos perros en una casa frente a la playa”, lo cual resulta “particularmente irritante”. “Eso es lo que ellos consideran una purga, cuando todo el resto de los mortales, cuando cometemos ese tipo de pecados o delitos, nos vamos a la cárcel”, y esa es la “estructura de impunidad”, señala.

Larraín está convencido de que “la reacción natural” de los sectores eclesiásticos ante su película será el silencio. La Iglesia ,”cuando es atacada, cuando es puesta en un lugar de peligro, cuando es señalada, cuando es nominada de cualquier manera, lo que hace es no referirse al tema”, pues lo contrario sería darle “más bombo y más prensa”. “Finalmente tiene aparentemente más miedo a la prensa que al infierno”, asegura el cineasta.

En este sentido, señala que “hoy día el tipo que maneja la prensa en el Vaticano es casi tan poderoso como el papa y eso es algo que no ha pasado nunca antes”, pero al mismo tiempo, eso “le da una gran oportunidad al papa Francisco de hacer algo”.

El deseo de Larraín y de los dos actores que le acompañan en la Berlinale -Alfredo Castro y Roberto Farías- es que la película se distribuya en muchos países, que circule y que su imaginario, sus deseos, aquello que querían decir, sea visto y escuchados por distintas personas y culturas en todo el mundo.

“Ese es el premio”, asegura Larraín. (EFE)


 

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