La salud de víctima y victimario: Diagnóstico de un crimen.
El 90% del abuso sexual infantil en Colombia sucede dentro del círculo cercano del menor, o sea la familia. Hay casos que pueden tardar años en quedar en evidencia, por eso se convierten en una problemática que debe afrontarse desde la prevención.
Por: Oriana Lewis Ramos.
Los muchos casos de abuso contra menores que han indignado a la sociedad colombiana son solo la punta de un iceberg que es muy difícil dimensionar en su totalidad. La razón es que la mayoría de niños abusados viven su situación en el silencio de sus hogares o en su entorno inmediato.
Estudios calculan que el 10% de las veces el victimario es un desconocido mientras que en el 90% es un familiar o alguien cercano al niño. El abuso puede durar años sin ser descubierto. Seducidos por regalos y dulces, muchos no entienden siquiera que están siendo víctimas de una violación y por tanto no ponen resistencia. Cuando entran a la adolescencia comprenden la irregularidad de lo vivido.
Una de las estrategias empleadas por los agresores del círculo cercano es ganarse el afecto de los menores poco a poco para que al acercarse no lo sientan como algo violento. Aunque tener su confianza garantiza que guarden el secreto, el pedófilo suele recurrir a chantajes y amenazas para asegurarse del silencio de la víctima.
Acercamientos distintos
Si bien el término pedófilo se usa comúnmente para referirse a todo aquel que abusa sexualmente de menores, Edith Aristizábal, profesora de Psicología de Uninorte, explica que existen los pedófilos y existen los depredadores sexuales.
La diferencia entre estos dos perfiles radica en el modus operandi. “Los depredadores suelen ser personas impulsivas, que cuando se les activa el deseo sexual no lo pueden controlar. Es una necesidad inaplazable para ellos”, dice la profesora, quien además es coordinadora de la especialización en Psicología Forense.
Los depredadores son más atroces en lo que hacen, por lo que son más fáciles de apresar, porque suelen coger a su víctima a la fuerza, sin medir las consecuencias. No hay mucha planeación ni premeditación, lo que aprovechan es la oportunidad. Su preferencia por los menores se debe en parte a que suelen tomarlos como víctimas más fáciles, que ofrecen menor resistencia. “Estos actos sí implican violencia física. La persona es retenida a la fuerza, a veces rasgan su ropa, los golpean si la víctima hace repulsa, si no se deja”, agrega la psicóloga.
Por otro lado, el pedófilo enamora al niño y no ejerce violencia física sino psicológica. Es un abusador que se acerca con un método premeditado para que el menor acepte lo que le hace; es decir que saben controlar y medir su conducta para alcanzar el propósito establecido. De acuerdo con Aristizábal, estos son mucho más peligrosos porque corresponden al perfil del criminal organizado.
En entrevistas con abusadores de este tipo, la psicóloga cuenta que su forma de justificarse es decir que el niño no se negó, e incluso usan como pretexto su amor por ellos. Por su lado, el menor no entiende lo malo de la situación, debido a que se trata de personas cercanas que lo hacen sentir querido y no lo toman a la fuerza.
Problema de salud pública
Los efectos a largo plazo que puede tener el abuso sexual infantil no son pocos. Estrés postraumático, trastorno de ansiedad, aislamiento, mutismo y conductas presuicidas son algunas de las patologías que puede llegar a padecer el menor. Sin embargo, uno de los aspectos más perjudiciales es que no le crean cuando acusa a su abusador.
“La desvirtuación de su palabra puede generar daños emocionales bastante fuertes. En cambio cuando hay una actitud de defensa por parte de los padres, el impacto psicológico puede disminuir”, manifestó la psicóloga.
De acuerdo con Ana Liliana Ríos, profesora de Salud Pública de Uninorte, los actos violentos contra los niños evidencian los graves problemas de salud mental que padecen los agresores. Esto, sumado a los problemas mentales que se pueden presentar en los niños después del abuso, constituyen un problema de salud pública, el cual se incrementará si no se toman las medidas adecuadas.
“La salud mental está directamente relacionada con el bienestar personal, familiar y comunitario y tiene un impacto importante en términos de mortalidad, morbilidad y discapacidad en todas las etapas de la vida”, explicó Ríos. Desde el lado de la víctima, los adultos que fueron abusados son propensos a tener baja autoestima, impulsividad, dificultad para establecer vínculos, incapacidad para generar empatía y mayor hostilidad. Así mismo podrían convertirse ellos mismos en agresores, perpetuando los actos violentos.
Ya sean depredadores sexuales o pedófilos, la rehabilitación y trabajo en la salud mental del agresor es fundamental si se quiere evitar la repetición del abuso. “El que es reincidente, si no se trata, no va a mejorar por más cárcel que le den. Hay que hacer rehabilitación”, puntualiza Aristizábal.
La docente, quien hizo sus prácticas doctorales en la Penitenciaria Federal de Buenos Aires, Argentina, explica desde su experiencia que lo idóneo es hacer un trabajo entre varios profesionales: médicos, psicólogos, trabajadores sociales y psiquiatras. Esto, con el fin de llegar a una rehabilitación integral, en donde se enseñen, entre otras cosas, técnicas para el manejo del estrés, que suele ser un detonante para aumentar el abuso por parte de los agresores.
Por su parte, Ríos expresa que los recursos que se tienen en el país para afrontar la carga de la enfermedad mental son muchas veces insuficientes y no están distribuidos apropiadamente.
La diferencia entre los perfiles radica en el modus operandi. Los depredadores suelen ser personas impulsivas que cuando se les activa el deseo sexual no lo pueden controlar. El pedófilo enamora al niño y no ejerce violencia física sino psicológica.
“Actualmente solo una minoría de las personas que requieren atención relacionada con la salud mental la recibe, a pesar del sufrimiento y la discapacidad que estos trastornos causan en el paciente, la familia y la comunidad”, manifestó. A lo anterior, agrega, “se le suma el estigma y la discriminación que siempre ha rodeado a la enfermedad mental y que es un gran obstáculo para que se detecte el problema y se reciba atención”.
Las expertas enfatizan en la importancia de la prevención en los abusos sexuales infantiles. Una herramienta clave es la educación sexual a niños desde temprana edad, para que acorde a su edad sepan qué tipo de contacto físico es abusivo y cuál no. La educación a padres es también necesaria para que sepan detectar los síntomas de los niños víctimas de abuso sexual.
Nota publicada en UnNorte, publicación de la Universidad del Norte, reproducida en PCNPost con autorización
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