Barack Obama va a ser mentado en cada rincón de La Habana en los próximos días. Excepto en uno: en el rincón de los “cretinos”, el feroz mural que le reservó Cuba a los presidentes de Estados Unidos antes de que pudieran ser populares en la isla comunista.
Visita casi obligada de turistas, el Museo de la Revolución, que destaca la gesta de los guerrilleros al mando de los hermanos Castro, exhibe en su planta baja un mural de antihéroes.
Turistas posan para una foto en La Habana, Cuba, marzo 18, 2016. AFP PHOTO/ Yuri CORTEZ
Ronald Reagan es un ‘cowboy’, George Bush padre un emperador romano y su hijo George W. Bush lleva un casco nazi del que salen orejas de burro.
Todos expresidentes de Estados Unidos, pero, sobre todo “cretinos” que en su orden ayudaron a “fortalecer”, “consolidar” la revolución y hacer “irrevocable” el socialismo, según se lee en las placas negras de letras blancas escritas en inglés, francés y español.
Los dibujos en relieve y gran tamaño suscitan risitas nerviosas o comentarios políticamente incorrectos, que Cristopher, un guía cubano, intenta matizar con una aclaración evidente: “esto es una caricatura, es diversión”.
¿Y Obama? No, él nunca podría estar en ese mural. El mandatario que terminó con más de medio siglo de enemistad con Cuba es increíblemente popular en la isla y su imagen incluso ya se usa como imán para el turismo.
“Siempre me preguntan por Obama, pero de hecho a Obama lo vemos como un presidente que ha mejorado las relaciones, no lo vemos tanto como un cretino”, explica Cristopher.
No hay estudios de opinión que sustenten la popularidad de Obama en la isla, pero es difícil encontrar cubanos que hablen abiertamente mal de él como ocurría con sus antecesores … ni siquiera en el gobierno.
Su visita de tres días puede cambiar por completo la imagen que tuvieron varias generaciones de cubanos de los presidentes de Estados Unidos, aun cuando todavía esté vigente el embargo económico que castiga a los isleños y les impide a los estadounidenses hacer turismo o negocios libremente en Cuba.
La última vez que un presidente de Estados Unidos estuvo en Cuba fue en 1928. El discreto Calvin Coolidge no sobrevivió al olvido.
“Somos más populares”:
Bob Johnson, un médico estadounidense de 59 años, también sonrió cuando vio a Reagan y los Bush retratados como “cretinos”. “Obama sería diferente si hubiese sido presidente en los sesenta, setenta, ochenta, cuando todo esto estaba ocurriendo”.
Pero “nuestro país ha cambiado y él representa muchos de los cambios que han ocurrido”, señala.
Johnson parece un turista: pantalones cortos, sombrero de sol y cámara de fotos al cuello, pero oficialmente no está haciendo turismo. Para viajar a Cuba debió pretextar un tour fotográfico por cuenta de las restricciones del embargo.
“Obama es popular aquí pero también todos los estadounidenses, más populares de lo que somos en otras partes del mundo”, añade.
A raíz del acercamiento con Estados Unidos, el turismo creció en Cuba un 18% en 2015 con respecto al año anterior, y las visitas de estadounidenses aumentaron un 77%.
Elerida Bengtsson, profesora noruega de 26 años, sí puede hacer turismo en Cuba y al igual que su novio Hakon Dalland, de 25 años, está feliz con Obama.
“Espero que para los cubanos Obama no sea un cretino. Para mí no lo es. Es absolutamente diferente de ellos (los Bush y Reagan). No es lo mismo cuando escuchabas las cosas de Bush que cuando escucho las de Obama”.
“¿A qué viene?”:
A pocas cuadras del Museo de la Revolución, en la “esquina caliente”, donde se reúnen a diario los habaneros, sobre todo mayores, a debatir de béisbol, también se habla del presidente de Estados Unidos pero del Obama aficionado al deporte que asistirá el martes al juego del equipo nacional cubano con los Tampa Bay de las Grandes Ligas.
“A Obama lo vamos a escuchar, lo vamos a respetar, pero él en su lado y nosotros en el nuestro”, dijo Rolando Verdecia, un mulato exboxedor de 89 años.
Caridad Amador, una farmacóloga de 62 años, no habla de béisbol pero sí del presidente de Estados Unidos y sin reservas se pregunta por qué no ha hecho más para aliviar el embargo.
“¿A qué viene aquí, a hacer qué? Con sinceridad, yo no estoy de acuerdo en que venga. No estoy de acuerdo, con el mayor respeto, y lo considero un absurdo”, dijo Amador.
A diferencia de otras épocas su opinión ya no es la de la mayoría. AFP
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