Por: Carlos Velásquez Muñoz.
Aunque la lucha entre Federalistas y Centralistas se dio hace casi 200 años, en el fondo seguimos siendo la misma sociedad formalista y ensimismada de la Colonia. Los colombianos tenemos una forma bastante atípica de enfrentar y dar respuesta a nuestros problemas.
Al interior del país somos capaces de ejecutar cualquier acto extremo basado en la determinación de ascenso personal y sobrevivencia: cogerse la platíca del necesitado, abusar del prójimo, destruir el medio ambiente, matar por un celular o por unos zapatos; pero hacia afuera queremos aparentar ser los más educados y prudentes; una ambivalencia que nos lleva a equívocos.
Nuestro conflicto con Venezuela desnuda una vez más el doble rasero con el que queremos resolver nuestros problemas, unas medidas hacia adentro y otras, muy distintas, hacia afuera.
Lo primero que debo decir, sin reservas, es que son inaceptables los abusos cometidos por las fuerzas de seguridad venezolanas en contra de nuestros compatriotas, se han producido toda clase de vejámenes y vulnerado sus derechos humanos. Sin embargo, la realidad debe ser vista desde todas sus caras: ¿es o no cierto que el Estado colombiano dejó de hacer presencial, real, en la frontera con Venezuela?, ¿es o no cierto que esa frontera se convirtió en tierra de nadie?, ¿es o no cierto que en esa frontera se delinque, secuestra, mata, hurta de nuestro lado, sin control?
Así como nos indignan los abusos de los venezolanos en contra de nuestra gente, debería también indignarnos el abandono del Estado colombiano con sus fronteras y por supuesto, con los compatriotas que las habitan. El Gobierno debe ser tan claro y contundente para resolver el problema interno, como recobrar y rehacer una frontera digna para Colombia, tanto en forma, como de fondo.
Pero al tiempo, debe reclamar con vehemencia y claridad respeto y trato justo para nuestros nacionales, no la diplomacia de camarín que despliegan los funcionarios en el Gobierno. Nos equivocamos una vez más, como ya ha pasado antes, como pasó con la Costa Seca o el meridiano 82; mientras los vecinos cabildean, actúan antes de que las decisiones se tomen, hacen ruido; nosotros nos limitamos a presentar comunicados ante la opinión pública lamentando el desenlace, aparentando ser los más respetuosos y mesurados.
Hay que dejar de ser bobos y ensimismados, vamos dando tumbos ante los conflictos que se nos presentan. Mientras el país pierde un litigio ante la Corte Internacional de Justicia y por lo consiguiente, decide no aceptar lo decidido, la primera gran solución que se propone es presentar una demanda ante otra corte internacional; por favor!
Nos quedamos pensando que el resto de países van a responder positivamente ante nuestras pretensiones, con el único argumento de que se trata de nosotros. Los países no tienen amigos, tienen intereses, por eso Panamá, por ejemplo, prefirió abstenerse antes que perder la platíca que el Gobierno de Maduro le debía a sus nacionales, por eso y otras cosas, nos quedamos sin ventilar las violaciones de derechos humanos ante la OEA.
No tenemos una realidad fácil, nuestros vecinos son altamente complicados, pero tenemos que sacar lecciones de este nuevo incidente, como una nueva oportunidad para mirarnos, dejar de ser autocomplacientes y clarificar el panorama sobre la forma como abordar nuestros problemas. Somos altamente conscientes de lo que nos pasa, pero seguimos concentrados en las resultas mientras las causas de fondo se perpetúan en el tiempo.
Esta es otra huella más de nuestra versión complaciente de la historia, de la eterna Patria Boba.
© Blogs Uninorte, 2015
Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora