Por: César Lorduy.
“Los malos momentos dejan de parecernos tan malos cuando empezamos a reconocer que nos dejaron lecciones muy buenas”.
Algo similar a esa frase ha sucedido con el puerto de Barranquilla, entendiendo como tal todas las terminales ubicadas, en su mayoría, sobre la ribera occidental del río Magdalena y las operaciones desarrolladas en sus últimos 27 kilómetros.
El 11 de mayo de 2011 el puerto amaneció cerrado por culpa del último encallamiento que hemos tenido, con la amenaza de recibir, por primera vez, una estrella negra de la OMI, que lo hubiera dejado por fuera de los mercados internacionales; sin batimetría, porque el contrato que tenía Cormagdalena con Uninorte se demoraba más en su legalización que en su ejecución, y sin dragado, pero con una discusión acerca del levantamiento de banderas para que operaran dragas extranjeras.
Las lecciones buenas que nos dejaron esos malos momentos ayudaron a valorar la importancia de apoyar la llegada de nuestros coterráneos a la dirección de organismos que tienen responsabilidad sobre el mayor activo de la ciudad.
Desde esa época para acá Carlos Rosado llegó a Invías; Augusto García a Cormagdalena; Ernesto Durán, que es casi de Barranquilla, a la Dimar; Armando De Lisa, a buena hora y afortunadamente, llega como capitán de Puerto y, para completar el escenario, Elsa Noguera tomó las riendas de la Alcaldía. Todo esto, en unión a la nueva Ley de Distritos y al nuevo Plan de Ordenamiento Territorial, ha hecho resurgir en la ciudad un sentido de pertenencia por el río y a reconocer que sin el puerto no somos nada.
Como resultado de lo anterior, sumado el apoyo de Asoportuaria, no volvieron a presentarse encallamientos; el puerto no ha estado en peligro de cierre; las batimetrías se hacen de manera oportuna; el canal navegable ha conservado una profundidad estable como consecuencia de los dragados efectuados; instalaron 28 boyas y 8 faros, al punto de tener el puerto una de las mejores señalizaciones del mundo; opera de manera eficiente un comité permanente de seguridad, y hemos pasado de 1.367 motonaves arribadas en 2013 a 1.483 en 2014. Ya van 468 en 2015.
En los próximos días contaremos con 2 remolcadores adicionales a los 3 existentes, y un acto administrativo regulará, entre otras actividades, el tráfico marítimo y fluvial para garantizar un orden de prioridades en las movilizaciones, ingresos y zarpes de naves a través de una programación de maniobras que será publicada a diario.
En 2016 tendremos un gran Centro de Control de Tráfico y Vigilancia Marítima y Fluvial bajo el control de la Capitanía de Puerto de Barranquilla (Dimar), único en Colombia, desde el cual se ejercerá un completo monitoreo, con sistemas de vigilancia de alta tecnología, sobre los primeros 22 kilómetros del río y toda la costa del departamento del Atlántico.
Para rematar, de acuerdo con el contrato que tiene como objeto recuperar la navegabilidad por el Magdalena, nuestro canal navegable tendrá una profundidad garantizada de 12,19 metros del kilómetro 0 al 2 y desde este hasta el 22 (Puente Pumarejo) en 11,43 metros.
Nos falta mucho, pero el esfuerzo que la ciudad-puerto hizo para rechazar el fondeo demuestra que juntos todo lo podemos, y vamos por más.
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