En una callejuela escarpada de la favela Providencia, en el centro de Rio, una veintena de niños y adolescentes conversan mientras esperan el minibús de la policía militar que les conducirá al Parque Olímpico para ver un partido de básquet, algo inédito para ellos.
“¡Sujétense bien durante el viaje!”, dice Christian Ribeiro, de 36 años, uno de los policías encargados de cuidarlos.
Este hombre, policía militar desde 1998, es también uno de sus profesores de jiu-jitsu. Los entrena en el marco de los proyectos sociales de las UPP (Unidades de Policía Pacificadora), las comisarías de policía vecinal instaladas en varias favelas de Rio desde 2008 para arrebatar su control a los traficantes de droga, en vistas de la Copa del Mundo de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
En estos últimos tiempos, no obstante, los traficantes han retomado el dominio de algunas favelas “pacificadas” por la policía, donde los servicios públicos tardan en llegar. Esto da lugar a enfrentamientos armados constantes entre bandidos y policías.
Los habitantes de las favelas siempre han desconfiado de la policía, muchas veces violenta y corrupta, con numerosos casos de tortura y homicidios de habitantes en su haber. Estos proyectos sociales apuntan a ganar la confianza de la población y dejar atrás esa “lógica del enemigo”.
“Enseño jiu-jitsu a los niños desde 2010. Es una gran satisfacción verlos evolucionar de 10 a 16 años por el buen camino (sin caer en la droga). Cuando llegan, son muy agresivos. Les transmitimos los valores del deporte, de la ética”, dijo Ribeiro.
“Les enseñamos ante todo a ser ciudadanos”, subrayó otro policía, Thiago Diorgenes, de 30 años. Uno de sus alumnos fue campeón del mundo en 2015 en Estados Unidos, subrayó.
Un neumático estalla
Los policías no están uniformados, ni armados como cuando están de servicio, sino que visten jeans y camiseta.
Finalmente ha llegado la hora de arrancar desde Providencia, la primera favela de Rio, hasta el Parque Olímpico, 40 km al oeste, por avenidas de uso exclusivo para vehículos acreditados para los Juegos.
Pero solo han pasado 10 minutos y el neumático del primer microbús estalla. Parada forzosa en la UPP más cercana. Una vez resuelto el problema, el convoy vuelve a partir con las sirenas encendidas para regresar lo más rápido posible a la vía expresa, mientras los niños cantan a todo pulmón.
Suelen do Desterro tiene 19 años y cuenta que es cinturón violeta de jiu-jitsu. Comenzó a los 14 años.
“Ahora doy clases a los mas pequeños. Recibo un sueldo de la alcaldía. Aprendí la disciplina, a respetar los horarios, los compromisos”, dice con orgullo. Explica que “es un deporte que demanda más técnica que fuerza”.
“Para mí el jiu-jitsu ha cambiado todo”, cuenta Patrick Sanches, de 13 años. “Mi comportamiento cambió, me siento más seguro, también soy mejor alumno. Mis padres quieren que haga judo ahora. Piensan que puedo llegar a presentarme en los próximos Juegos Olímpicos”.
“Es mi sueño”
“¡Llegamos!”, grita de pronto un niño que acaba de ver los anillos olímpicos delante del Parque Olímpico, luego de más de una hora de viaje.
Aún quedan varios minutos para encontrar la puerta de entrada correcta, pasar los detectores de metales, y llegar a la Arena Carioca 1, donde se enfrentan Australia y China en básquet.
Por la puerta de al lado pasa un grupo de niños de la favela Ciudad de Dios, célebre tras la película del mismo nombre de Fernando Meirelles, y ahora porque una de sus habitantes, Rafaela Silva, ha ganado la medalla de oro en la categoría 57 kilos. Rodeados de policías, los niños gritan sonriendo “¡UPP, UPP, UPP!”.
Al fin ingresan al interior del parque donde están las inmensas instalaciones deportivas. “¡Esto es para los ricos!”, exclama Juliana Medina, de 12 años, maravillada. “¡Este es mi sueño!”, agrega mientras se sienta en su lugar.
Hoy hay 38 UPP en 264 favelas, donde viven más de un millón y medio de personas. Los 142 proyectos sociales gratuitos de la policía militar benefician a 6.081 niños, e implican a 112 policías.
En las gradas, se encuentra el secretario de Seguridad del estado de Rio -y jefe de la policía militar- José Mariano Beltrame.
“Conseguimos 2.500 ingresos para que los niños de los proyectos de las UPP vengan durante los Juegos Olímpicos. Es un proyecto que implica dos comunidades -policías y habitantes de las favelas- que antes no podían cohabitar. Pero aún hay mucho trabajo para hacer”. AFP
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