Nadando con tiburones en las Bahamas: de la fobia a la fascinación

El biólogo marino Samuel “Doc” Gruber carga a un pequeño tiburón en el Bimini Shark Lab, Bimini Sur, Las Bahamas. Mayo 21, 2015.  .AFP PHOTO /  Robert MacPherson

El biólogo marino Samuel “Doc” Gruber carga a un pequeño tiburón en el Bimini Shark Lab, Bimini Sur, Las Bahamas. Mayo 21, 2015. .AFP PHOTO / Robert MacPherson


Cuarenta años después de que la película “Tiburón” convirtiera a estos escualos en una feroz leyenda de la cultura pop, Samuel “Doc” Gruber insiste en demostrar lo seguro que es sumergirse en las aguas y nadar entre ellos.

En su bote a motor en las tibias aguas turquesa de las Bahamas, Gruber, una de las mayores autoridades mundiales en tiburones, lanza trozos de barracudas, malachos y otros cebos a una docena de tiburones que nadan en círculos, complacidos por el desayuno gratis.

También en el agua, una cantidad similar de humanos que cuelgan de una línea de anclaje con su equipo de snorkel combaten su inicial fobia a los tiburones y dan paso a la fascinación por el frenesí alimenticio que se desata ante sus ojos.

“¡Patéalo, patéalo!”, grita Gruber alegremente, cada vez que un tiburón curioso se acerca demasiado a los buzos, que entonces sacuden las aletas para alejarlos. Un truco que al parecer nunca falla.

Después de que los tiburones han devorado todo, unos pocos valientes están invitados a unirse a Gruber para seguir buceando junto a los tiburones, gratis, durante una hora. Y los escualos parecen contentos de circular tranquilamente en torno a sus visitantes de tierra firme.

“Deberías verlos, son hermosos. No son peces mortales del infierno”, dice este incansable biólogo marino de 77 años que, en 1990, fundó el Bimini Shark Lab en las Bahamas, que se ha convertido desde entonces en una parada obligada para todos los expertos en tiburones en el mundo.

Malas relaciones públicas:

No es que nadar con tiburones carezca de riesgo. Son depredadores y ocupan el lugar más alto de la cadena alimenticia marina. No obstante, en los 20 años que el Shark Lab ha estado ofreciendo estos paseos, no ha ocurrido nada que lamentar. “Muchos de los tiburones han estado en esta zona por 10 o 15 años”, dijo Tristan Guttridge, el director y principal científico del Shark Lab. “Ellos ya saben exactamente qué esperar y son muy fáciles de entrenar”.

Más de 500 especies de escualos habitan todos los océanos del mundo, desde el enorme tiburón de Groenlandia que se esconde en las aguas árticas hasta el tiburón linterna enano de las costas de Colombia y Venezuela, que caben en la palma de una mano.

Pero debido a la muerte de unos 100 millones de tiburones al año –muchas debidas al tradicional valor que se le da en China a la sopa de aleta de tiburón–, cerca del 30% de la población corre riesgo de extinguirse y poco más de un cuarto podría enfrentar la amenaza de su desaparición en el futuro cercano, dicen los científicos.

“De todas las especies de vertebrados marinos, ellos son los que sufren el mayor nivel de amenaza”, dijo Imogen Zethoven, directora de la división de conservación mundial de tiburones del Pew Charitable Trusts en Washington.

Además del apetito chino, los escualos sufren de un problema de relaciones públicas. Tienen mala fama, aunque las muertes debidas a un ataque de tiburón son sumamente escasas. Ocurren cerca de seis veces al año en el mundo, según el programa internacional Shark Attack File de la Universidad de Florida, y los surfistas son los más vulnerables.

“La tasa de muertes ha bajado notoriamente en los últimos 110 años”, a pesar de que cada vez más gente se sumerge en las aguas con ellos como una forma de entretenimiento, dijo el curador del programa, George Burgess.

Mientras Australia es bastante conocido por las arremetidas fatales del gran tiburón blanco, en la costa de Florida (sureste de EEUU) también se puede acabar sin un brazo. Pero, aún así, la posibilidad de sufrir un ataque de tiburón en una playa estadounidense es de una en 11,5 millones.

Turismo de tiburones, un buen negocio:

En la construcción de la imagen del tiburón como el más temible de los depredadores marinos, los expertos culpan a “Tiburón”, el clásico de Steven Spielberg de 1975 sobre un resort en New England aterrorizado por un voraz escualo blanco con especial apetito por los humanos.

“Si usted no sabe nada de tiburones y lo único que ha visto es la película, entonces claro, está en problemas”, dijo el cineasta submarino Andy Casagrande, conocido por su trabajo filmando los tiburones blancos de Australia.

Pero las campañas medioambientales y los especiales televisivos como la “Semana del Tiburón” del canal Discovery, que vuelve para su 28ª temproada el 5 de julio en Estados Unidos, le han dado un impulso a la reputación de los tiburones.

En las Bahamas, cuyas aguas fueron declaradas en 2011 un santuario de tiburones donde no se permite su pesca, los operadores de buceo en Bimini y otras islas promueven activamente las expediciones para nadar entre ellos.

Del 18 al 24 de julio, México celebrará en Isla Mujeres, cerca de Cancún, su octava edición del Festival del Tiburón Ballena –el pez más grande del mundo– con el objetivo de promover el buceo entre tiburones.

Un estudio de 2013 de la Universidad de British Columbia en Canadá calificó el “turismo de tiburones” como una industria emergente que atrae a 600.000 curiosos al año, crea cerca de 10.000 empleos y genera 314 millones de dólares al año, una cifra que podría alcanzar los 780 millones en dos décadas.

En términos generales, Gruber es optimista sobre el futuro de los escualos: “Ha habido un enorme cambio de percepción, pero todavía tenemos mucho que hacer”. (AFP)


 

 

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