Por: Angélina Boulesteix.
¿Milagro o espejismo? Aunque el apetito de las finanzas por el sector verde parece inextinguible, el fuerte aumento de estas inversiones, de momento exentas de cualquier regulación específica, plantea interrogantes.
Panorama de estas financiaciones y los medios de medir su eficacia.
Una idea y muchas controversias
A primera vista la idea de que una inversión verde financia un proyecto que beneficia al medio ambiente o ayuda a un actor concreto a cumplir su transición ecológica parece indiscutible.
En realidad las dos principales apelaciones (“ISR”, Inversión socialmente responsable) y los criterios ESG (Medioambientales, sociales y de gobernanza) dan lugar a múltiples controversias.
¿Es verde invertir en grupos petroleros? Para algunos, no, pero quienes consideran que su reconversión es necesaria, discrepan. ¿Y qué pasa con el dilema nuclear? Algunos destacan la ausencia de gases de efecto invernadero, pero Greenpeace Francia lanza una campaña para “separar lo verdadero de lo falso” y “evitar financiar la industria nuclear y/o del carbón con tus facturas de electricidad”.
Explosión verde
Más de diez años después de los primeros préstamos verdes, las finanzas se han reverdecido en gran parte y su impulso es espectacular, aunque, globalmente, el peso de este cambio siga siendo débil.
En la actualidad, las emisiones de obligaciones verdes para 2018 alcanza los 156.800 millones de dólares, es decir, alrededor del 2% del mercado mundial de bonos. Esto puede parecer marginal pero desde el principio es exponencial. Y es forzosamente lento, pues esas inversiones toman décadas habida cuenta de las infraestructuras que hay que poner en marcha: Frédéric Gabizon, responsable de obligaciones, y Jérôme Pellet, director encargado de bonos verdes, de HSBC Francia.
¿Por qué atrae tanto?
La presión de la sociedad, de los gobiernos y de los particulares empuja a la esfera financiera a responder a una demanda fuerte y a cuidar su imagen en materia ecológica.
Sin embargo, esas inversiones no ofrecen ninguna rentabilidad superior a los fondos clásicos. La motivación reside más en la idea de que los más íntegros serán los campeones del mañana.
Como subraya Rob Hardy, director de gobernanza en JPMorgan AM: “Vemos emerger una joven generación de ahorradores que quieren cosas ligeramente distintas”, pues “¿qué interés hay en ganar mucho dinero si uno no puede respirar luego?”.
Incipiente evaluación
“Es un mercado en su primera juventud”, con “buenas prácticas que empezaron a implantarse en 2015 y 2016”, explica Stéphne Marciel, responsable de obligaciones sostenibles en el banco francés Société Générale CIB.
Las finanzas verdes no cuentan con ninguna reglamentación internacional, pero los grandes “principios” como los que rigen las obligaciones verdes (“el principio de los bonos verdes”) fueron elaborados bajo el auspicio de la Asociación Internacional de Mercados de Capitales (ICMA, por sus siglas en inglés). La mayoría de los actores eligieron conformarse a ellos.
Una operación verde implica sistemáticamente una evaluación del destino de los fondos y otra de su impacto, por el mismo prestatario. Por ejemplo, en el caso de un préstamo “verde” para financiar la construcción de un parque eólico hay que asegurarse de que los fondos sirvieron para la obra y luego medir las ganancias para el medio ambiente de esta estructura.
Otra “tendencia muy fuerte” es recurrir a un auditor externo, según Rahul Ghosh, experto en finanzas verdes de Moody’s. Ghosh considera que “más del 95% de las obligaciones verdes emitidas en la actualidad en Europa lo incluirán”.
“Incluso aunque las metodologías no se hayan estandarizado, empezamos a tener herramientas para tratar la complejidad del tema”, pues “es imposible detenerse en la medición de las emisiones del tubo de escape”, apunta Sandrine Enguehard, especialista en finanzas verdes en Société Générale CIB.
Evaluar el impacto beneficioso que tiene para el clima un aerogenerador es fácil, pero la tarea puede volverse mucho más ardua en un proyecto de renovación urbana, por ejemplo. Y, como inversor, observa Bram Bo, gerente de obligaciones verdes en NN IP, “tienen que hacer sus deberes, dejar pasar el tiempo para estar seguro de que no se trata de un ecoblanqueo”.
Ecoblanqueo
La ola del verde también genera ecoblanqueo o “green washing”, es decir, darle un barniz verde a cosas que no lo son.
“Aunque afortunadamente las mentiras son muy escasas, existen malas costumbres y hay quien abusa del argumento ecológico”, señala el Foro para la Inversión Responsable, una asociación que aglutina a representantes de las finanzas y a onegés.
Pero, recuerda Marcil, “si los fondos no se usan acertadamente, la reputación del prestatario se arruina y el mercado se cierra. Es un arma extremadamente potente”.
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