¿Cuando Floyd Mayweather se retire, trascenderá por su legado boxístico o por sus escandalosas bolsas millonarias por peleas desangeladas?
La pregunta flota en el aire porque el ‘Rey Midas’ del boxeo está a punto de colgar los guantes y no se ve en el horizonte un sucesor, en una época por demás árida en figuras que combinen taquilla con experticia en el ring.
Mayweather anunció un probable retiro para fines de este año, cuando su récord llegue a 49-0, luego de empatar la marca del legendario Rocky Marciano, un campeón mundial de los pesados de 1952 a 1956, en las antípodas del boxeo del ‘Money May’.
Marciano era el clásico fajador, que terminaba muchas veces con el rostro más maltratado que su rival, y daba nocáuts espectaculares que le salvaban de derrotas que parecían inevitables. Su récord, al momento del retiro, mostraba que 43 de esos triunfos habían sido por nocáut.
Floyd Mayweather es considerado hoy el mejor libra por libra del boxeo, título ganado gracias a un depurado estilo, que combina exquisita técnica defensiva con un contragolpe eficaz, estudiados desplazamientos dentro del ring, y la capacidad para controlar el ritmo del combate según su voluntad.
Como todo orfebre del ring, Mayweather crea sus joyas boxísticas con precisión y esmero, y aunque no es un pegador, como muestran sus 26 nocáuts en 48 peleas, tampoco es manco a la hora de anestesiar. Sólo que prefiere tejer su tela de araña en 12 asaltos en vez de arriesgarse a devorar la presa de un mordisco.
El irreverente Money:
Polémico y arrogante, irreverente hasta la osadía al decirse superior a Mohamed Alí, el dios máximo del olimpo pugilista, Floyd Mayweather se ha ganado no obstante el derecho de entrar en la galería de las leyendas del boxeo.
Ahí estará, en medio de críticas y elogios, a la diestra de Alí, y a la par de Marvin Hagler, Tommy Hearns, Julio César Chávez, Roberto Durán, Sugar Ray Leonard, Ray Sugar Robinson, Wilfredo Gómez, Alexis Arguello y otros notables.
Con la salvedad de que al momento de mencionar uno de sus grandes combates habrá vacilaciones. Enfrentó a grandes nombres, pero en la mente del fanático su legado y carrera estarán ligados de por siempre al de Manny Pacquiao, y a la “Pelea del Siglo” que resultó en el gran fraude de la centuria.
Antes de Mayweather y después de Mayweather, el boxeo siempre seguirá siendo el arte de dar y que no te den.
Pero la gente recordará siempre los fragorosos combates entre Alí y Frazier, Ali-Foreman, Durán-Leonard, Hagler-Hearns, Pacquiao contra el mexicano Juan Manuel Márquez, que cualquiera de las trabajadas victorias de Mayweather ante Oscar de la Hoya, Márquez, Miguel Cotto, Saúl ‘Canelo’ Alvarez o Arturo Gatti.
El nocáut siempre será el rey del boxeo, porque le da a este deporte la emoción de lo imprevisible. Es como el jonrón en el béisbol, la clavada en el básquetbol, el tackle en el football americano o el ace cortante y peligroso en el tenis: armas letales que despiertan sentimientos primigenios.
Los ajenos a este mundo de las narices chatas confunden el nocáut con morbo, pero es parte esencial de un deporte cuya esencia no es precisamente amar al prójimo.
Tal vez, el legado de Mayweather quede más en lo monetario que en lo boxístico.
No será recordado como un artista del nocáut o un estilista depurado, sino como el hombre que mejor supo mercadear su talento innegable hasta convertirse en la gallina de los huevos de oro de la televisión estadounidense.
Así como Alí abrió el camino a las peleas de bolsas millonarias con su talento innato para publicitarse, Mayweather abrió el sendero de un nuevo boxeo: el del púgil empresario que crea su propia compañía promotora, emplea todas las ventajas de las redes sociales y explota con inteligencia su imagen para vender un producto.
Aunque en muchas ocasiones, este producto sea puro humo de utilería, sombras chinescas que como ha dicho el propio Mayweather, “no puedes golpear lo que no ves”, pero si lo puedes comprar. (AFP)
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