Por: María Alejandra Martínez.
En palabras de María Alejandra Martínez: De la guerrilla a la reconciliación
Hoy, a los 26, escribe, actúa y participa en un proyecto artístico-político de encuentro social de víctimas desplazadas/desmovilizadas y de policías y militares, que busca crear estrategias de paz, reconciliación y reconstrucción de la memoria y la verdad. El 15 de junio, participó en el lanzamiento de un libro escrito por otra sobreviviente de guerra, coorganizado por ONU Mujeres en Nueva York.
En palabras de… Son testimonios en primera persona de socios/as y beneficiarios/as de ONU Mujeres en los que se detallan problemas específicos, lo que se está haciendo para abordarlos y cómo está instrumentándose el cambio.
Narra su historia, en sus palabras…
Desde que nací viví entre las armas. En diciembre de 1994, mi madre y otros familiares fueron asesinados en medio de operaciones militares del gobierno colombiano contra la FARC-EP. Este acontecimiento, del que soy sobreviviente, cambió mi vida, pues a mis 5 años quedé huérfana en medio de una dinámica de guerra.
La guerrilla me acogió como medida de “protección” ya que me encontraba desamparada. Durante mis primeros años en la guerrilla mi vida estuvo marcada por el fuerte entrenamiento en la vida militar y el traslado a diferentes campamentos cocaleros.
La guerra era lo único que conocía para entonces. Allí aprendí el manejo de armas como el fusil y los explosivos, y otras tareas como los primeros auxilios, manejo de equipo de comunicaciones y recursos alimenticios, economía y organización operativa. Cada uno de estos pequeños momentos históricos de mi vida en la guerrilla fue enmarcado por distintos conceptos sociales y distintas apreciaciones de la realidad. Para poder adaptarme al grupo armado tuve que estar al nivel de los hombres, es decir, casi adoptar un rol de hombre.
En el año 2006, fui recapturada por el ejército nacional. Después de un largo proceso fui entregada al “Programa de Prevención para el Reclutamiento y Uso de Niños, Niñas y Adolescentes por los Grupos Armados Organizados al Margen de la Ley” del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Durante mi reintegración conocí distintos proyectos sociales que transformaron mis expectativas e intereses de vida. El arte fue un espacio de sanación. Ayudó a empoderarme y podía expresarme no solo desde el rol de la víctima, pero como niña o joven.
En el 2008 empecé a hacer vida independiente. Me vinculé a diversas iniciativas sociales y escenarios de prevención del reclutamiento infantil desde mi propia experiencia de vida, con el objetivo de hacer valer en mis derechos como joven, mujer y ciudadana. Gracias al liderazgo que fui ganando participé en procesos de atención, reparación y participación de niñas, niños y adolescentes desvinculados del conflicto armado.
Fundé con otras y otros compañeros una red de jóvenes desvinculadas/os llamada Aliarte, apoyada por WarChild-Holanda, que tenía el objetivo de prevenir la vinculación al conflicto armado a través del arte y la participación juvenil. La mayoría éramos mujeres. En el 2010, escribí un guion de teatro con mi historia de vida llamado “Verde Olivo”, que contaba lo que le pasa a los niños en el conflicto pero más que todo a las niñas, porque siempre su historia es invisible.
Ese mismo año me convertí en madre y nació mi hijo Juan Pablo. Su nacimiento me humanizó; con él he vivido mi infancia, como no pude antes. Entendí que el merecía una historia distinta a la mía y me empoderé más en cuanto al trabajo de prevención del reclutamiento.
En el 2015, Escribí una historia llamada: “María en el trabajo de conseguir trabajo” que fue publicada por la Agencia de Cooperación Español en Colombia en el libro “Warmipura (entre mujeres): Historias de mujeres reales”. Relaté las dificultades que enfrentamos las mujeres, y más aquellas que han salido del conflicto, para conseguir un trabajo que les permita vivir una vida digna. “María… intenta construir la vida, proyectada en conseguir un trabajo para continuar la lucha, ahora en la realización de los sueños”.
Este proyecto me ayudó a aprender a convivir y a reconciliarme todos los días con mi pasado, con los sujetos que también fueron responsables de lo que me pasó.
El primer paso para la paz se construye desde cada persona y esto es posible solo si aprendemos a convivir, incluso con enemigos o nuestras víctimas.
Este artículo está escrito en las palabras de la autora y las opiniones expresadas no reflejan necesariamente las opiniones de ONU Mujeres.
Nota publicada en ONU Mujeres, reproducida en PCNPost con autorización
SOURCE: ONU Mujeres
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