Los palitos de matarratón

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Por: Manuel Guzmán Hennessey.

Del libro de memorias de Ricardo Olano se colige quizás el origen del Matarratón en la arborización de Barranquilla.

Pudo ser en 1935, cuando Olano refiere que hizo traer de Bolombolo, Antioquia, una buena cantidad de estacas que hizo sembrar en el parque del cementerio, en el bosque y en las orillas del río[1]. La canción de Esthercita Forero es más reciente, y nombra un tiempo no muy lejano en que había matarratones en las calles “doradas por el sol y las arenas”; y también en “los patios de guayaba y de ciruelos”.

Evidentemente ya no hay casi patios en la hermosa ciudad, y por lo tanto han caído en el olvido los matarratones y también los ciruelos, los tamarindos, las acacias rosadas y los robles morados. Si el cemento acaba por cumplir su destino sobre la tierra ¿Adónde sembraremos las isabeles segundas, las buenastardes y las margaritas? ¿Y cómo habremos de guarecernos del sol si esto se sigue calentando?

Es de Melquiades Hennessey que tengo la oral historia de que en la vieja Barranquilla los obreros acostumbraban usar ramas de matarratón en sus sombreros para protegerse de la canícula.

Y el dato debería servir a las autoridades de la salud pública pues los últimos informes de la ciencia indican que la ciudad será un hervidero cercano a los 40ºC, no digo en el futuro, sino en este mismo año de 2016. ¿Se imaginan sus calles atestadas de vehículos soportando altas temperaturas? ¿Se imaginan sus servicios de salud atendiendo a los ancianos, los niños en mal estado de nutrición y los desprotegidos cuando sufran los golpes de calor?

La ciencia del cambio climático indica (Quinto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental de Científicos de ONU) que estos escenarios, ciertamente catastróficos pueden ocurrir en las ciudades tradicionalmente calurosas entre 2020 y 2040. ¿Se imaginan una ciudad llena de vehículos y sin árboles en el año 2020? Y qué pasaría si a esta mezcla agregamos unos servicios de salud sin políticas e infraestructuras de prevención de los golpes de calor, unos criterios de urbanización y viviendas inapropiados para estos escenarios que prescribe la ciencia, y unos flujos migratorios cada vez más grandes e incontrolados hacia la ciudad ‘grande y progresista’ de la Costa Caribe?

Opino que a todos en Barranquilla convendría saber que una semana antes de empezar la Cumbre de París sobre cambio climático, hace apenas un mes, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) presentó los datos de temperatura global actualizados hasta el mes de octubre del 2015. Y la principal conclusión que mostraron fue que 2015 podía convertirse en el año más caliente de la historia.

Así sucedió, pero no es todo, según el secretario general de la OMM, Michel Jarraud, el año 2016, podría ser incluso más caluroso que el 2015, a consecuencia del fenómeno meteorológico de ‘El Niño’ que en este momento avanza desde las aguas, hoy cálidas del océano pacífico.

He sido honrado con la invitación de escribir en PCNPost, y esta primera nota va con la temperatura de Bogotá, que el 16 de enero de 2016 probablemente cumpla su record más alto de temperatura desde que se tienen registros en la otrora ciudad del frío.

No es para celebrar, pues el cambio climático cobró el año pasado, según el Monitor de Vulnerabilidad Climática, más de quinientos veinte mil muertes, y millones de personas afectadas en todo el mundo. Según la OMM el aumento de la temperatura global del planeta fue de 0,73ºC el año pasado, sobre la media del periodo 1961-1990, que es 14ºC, y aproximadamente 1ºC por encima del periodo preindustrial, tomando en cuenta los datos entre 1880 y 1899.

El informe señala que los años 2011 a 2015 fueron el quinquenio más cálido desde que se tienen datos. Los océanos han absorbido más del 90% de la energía acumulada en el sistema climático debido a las emisiones de gases de efecto invernadero. Se han aumentado la temperatura, la acidez y el nivel de los mares, como indica el siguiente gráfico de la NASA publicado hace apenas un mes.


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Ahora bien, el análisis meteorológico de 2015 también indica que la extensión del hielo marino en el Ártico ha disminuido desde los años 70 y en 2015, la extensión máxima del 25 de febrero fue la menor desde que se tiene constancia, con 14,54 millones de kilómetros cuadrados.

Le preguntaron a la investigadora de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) de EEUU Julianne Stroeve si ella creía que veríamos al Ártico sin hielo durante nuestras vidas, y no dudó en contestar: “Sí, me temo que sí”. Le insistieron ¿Es ya demasiado tarde para limitar el aumento de temperatura global a 2ºC? Y dijo: “Yo creo que probablemente es ya demasiado tarde para que no veamos el Ártico libre de hielo dentro de unos años. Pero no es un punto sin retorno”.

Lo que indican estos datos, pero sobre todo los resultados de la Cumbre de París COP 21, es que una catástrofe inminente sucederá gradualmente a medida que aumente la temperatura y se desencadenen los efectos sistémicos del cambio climático. Si esto se sabe con suficiente anterioridad, y se conoce además que contra el cambio climático no hay solución a la vista y que lo único que podemos hacer es adaptarnos, me pregunto si no sería ya la hora que las ciudades altamente calurosas tomen esto bastante en serio.

Una política coherente y responsable de adaptación al cambio climático debe ser formulada en Barranquilla durante la administración que acaba de empezar. Y en este empeño deben participar todos: los empresarios, las universidades, los trabajadores, los jóvenes, los medios de comunicación, las iglesias. El mensaje central de la reciente cumbre de París es que los gobiernos centrales no podrán en adelante responder sin los ciudadanos y los gobiernos locales ante esta amenaza. Ha llegado la hora de los actores no estatales del cambio climático y Barranquilla, en nuestro país, como ciudad que ha sido pionera en muchas actividades, debería marcar la pauta de una respuesta adaptativa responsable y de largo plazo.

Algo de mi corazón late más fuerte mientras escucho –no en mi ciudad– la canción de Esthercita sobre los palitos de matarratón.

Aquí se las dejo para que escuchen.


[1] Olano Ricardo, Memorias, tomo II, Fondo editorial Universidad Eafit, 2004


 

 

 

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