Lucía había avisado a su esposo que escuchó algo sobre una ayuda que daban a las personas que buscaban refugio en Ecuador, pero él decía que eso seguramente no era cierto y que quizás era para hacer un registro de cuántos colombianos vivían en Esmeraldas.

No la dejó viajar a la ciudad para averiguar. Le decía: “Usted no va a ningún lado. Después usted va a decir cosas que no son o que no sabe, y la van a rechazar”. Con el paso de los días ella insistía y él se negaba a que ella acudiera, aunque ninguno de los dos tenía trabajo y necesitaban la asistencia. La jama (voz local para comida) escaseaba.

Cierto día, su marido se embarcó a pescar durante cuatro días. Lucía, en lugar de esperar en casa para ver si volvía con algo, salió hacia la ciudad. Con ayuda de un vecino, llegó con sus cuatro hijos hasta la carretera en una trici-moto.

Desde allí, pidiendo rebaja en los pasajes porque no tenía suficiente dinero, logró coger un transporte a la ciudad con el apoyo de personas caritativas. En la ciudad estuvo un poco perdida respecto a las direcciones, pero lo logró. Llegó a la oficina del PMA, donde se inscribió, la entrevistaron y recibió la transferencia con la que pudo comprar alimentos en una tienda local ese mismo día.

“Me fui contenta con mis hijos a mi casa – cuenta Lucía-. ¡Y con comida, que era lo más importante! Cuando mi marido llegó y vio que nuestros hijos tenían qué comer, se le saltaron las lágrimas, y sobre todo cuando yo le contaba cómo hice para ir. Ya casi se terminan mis entregas, pero él viene conmigo siempre y me ayuda a llevar de la tienda ‘lo más nutritivo para la familia’, como dice la señora del PMA”. “Mi marido dice: ¡Mi mujer es la dura de la jama!”

Programa Mundial de Alimentos

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SOURCE: Programa Mundial de Alimentos