Por: Andrés Quintero Olmos.
Esta semana ocurrieron tres seísmos en Colombia: el económico, el político y el geológico.
El económico: los mercados cambiarios tiemblan con el tiempo, pero pocos como el colombiano. Hoy, el dollar está llegando a niveles de 2.700 pesos, tras una devaluación de más de 20% en los últimos meses, siendo la segunda moneda más devaluada de Latinoamérica.
En general, el dólar se está apreciando frente a todas las monedas mundiales. De cara al euro, el dólar está volviendo a sus niveles iniciales de 1999, año en el cual surgió la moneda europea. Este fenómeno de apreciación americana ocurre, desde hace más de un semestre, por la aberrante disminución del precio del petróleo y el fortalecimiento de la economía estadounidense, que ahora podría verse afectada por esta fuerza.
Además de esto, el peso se devalúa aún más por el hecho de estar entrando menos dólares al país, debido principalmente a la intensa disminución de las inversiones extranjeras (sobre todo las minero-energéticas), efecto natural de la última reforma tributaria. Esta situación de devaluación nos empobrece, nuestra deuda externa -utilizada con abundancia por este Gobierno- aumenta significativamente y nuestro PIB disminuye ampliamente por ser calculado en dólares.
Lo extraño es que hace pocos años nuestro ambiente movedizo giraba hacía otro lado. A finales de 2012 y principios de 2013, destacábamos cómo el peso colombiano era una de las monedas más apreciadas del planeta, situando su tasa de cambio por los 1.800 pesos frente al dólar. Hoy, se materializaron los temores de los inversionistas, aunando hacia la depreciación del peso. Estos fuertes movimientos cambiarios ponen de relieve la alta dependencia frente a los mercados externos, la inestabilidad y las falsas expectativas de nuestra economía.
El político: Santos, tras tildar de extrema derecha y de neonazis al Centro Democrático, invitó a este partido a participar en una Comisión de paz tras decretar un cese bilateral con las FARC. Al día de hoy, Zuluaga ha negado todas las invitaciones, sosteniendo que su movimiento seguirá luchando por una paz con justicia desde la oposición. Creo que el uribismo debería aceptar esta sísmica invitación: participar con condiciones en esta Comisión sin perder la oposición.
El geológico epicentro: el filósofo francés, Voltaire, ilustró muy bien la desviación política de la atención: “Pasado el terremoto, los sabios del país no encontraron un medio más eficaz para prevenir una total ruina que ofrecer al pueblo un magnífico auto de fe, (decidieron) que el espectáculo de unas cuantas personas quemadas a fuego lento con toda solemnidad era un infalible secreto para impedir que la tierra temblase”. Los terremotos son la excusa perfecta para cristalizar nuestra infinita maleabilidad: seguimos siendo insignificantes ante los poderes naturales, económicos y políticos. La corrupción rodea a la Corte Constitucional, este es el verdadero sismo de la semana: si así es en la Corte más prestigiosa, imagínense cómo será en los tribunales inferiores. Y aun así no pasa nada en el país, igual que ante el paro judicial. El epicentro del asunto es que tiembla pero no duele.
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