Con su rostro absolutamente realista, Erica fija su mirada en los ojos de su interlocutor. Al igual que ella, los humanoides están ganando espacio en la investigación robótica, ya que su forma humana resulta clave para integrarlos en nuestra vida cotidiana, según varios investigadores.
“Ha hablado usted de gestión de proyectos. ¿Puede contarme más?”, pregunta Erica en una entrevista ficticia de trabajo, en la que hace de responsable de recursos humanos. No comprende el fondo de la conversación, pero reacciona cuando capta una palabra clave.
La presencia de robots en el día a día es fuente de polémica, por el temor a que destruya millones de empleos. Y sin embargo, es inevitable, aseguran los ingenieros reunidos hasta este viernes en el congreso internacional de robótica IROS 2018, en Madrid.
En unas sociedades cada vez más envejecidas, “los robots acabarán tarde o temprano coexistiendo con los humanos”, afirma Hiroko Kamide, una psicóloga japonesa especializada en la relación entre personas y robots y su “coexistencia pacífica”.
El sacar a los robots de la industria y los laboratorios para insertarlos en los hogares y los lugares de trabajo implica desarrollar “máquinas polivalentes capaces de interactuar con el hombre”, y que no sean “peligrosas” para él, explica Philippe Souères, director del departamento de robótica en el centro de investigación LAAS-CNRS (Toulouse, Francia).
Humanos, pero no tanto
El objetivo último es que los robots sepan “comportarse de manera flexible” pese a su rígida mecánica, y “pararse lo suficientemente rápido” en caso de imprevisto, de manera que se eviten accidentes, añade Souères.
Atlas, el humanoide concebido por Boston Dynamics, es tan hábil que es capaz de correr en distintos tipos de suelo. En Madrid, el fundador de la empresa estadounidense, Marc Raibert, difundió un video en el que se ve al robot hacer una acrobacia.
Financiado por una agencia del Departamento estadounidense de Defensa, el robot fue sin embargo acusado en 2015 por Amnistía Internacional de ser un futuro “robot asesino”, concebido para la guerra.
Otro humanoide presentado en Madrid fue Talos, un robot de 1m75 y 95 kg, fabricado por la empresa española Pal Robotics y con un gran sentido del equilibrio.
Aunque no es la única forma empleada para los robots en contacto con los humanos, Hiroko Kamide sostiene que la forma humanoide es “más fácilmente aceptada”, porque la gente así puede “anticipar cómo van a desplazarse o reaccionar los robots”.
Un parecido que tranquiliza, pero que también tiene sus límites.
Según la teoría desarrollada por el investigador japonés Masahiro Mori en los años 70, el robot nos resulta agradable si presenta rasgos familiares, pero se vuelve molesto si se nos parece demasiado.
“Nunca puede reproducirse perfectamente un rostro humano”, y esa imperfección provoca un sentimiento de “rechazo” en el ser humano, abunda Miguel Salichs, de la universidad Carlos III de Madrid.
En su caso, este investigador ha optado por darle apariencia de animal de dibujos animados a su robot Mini Maggie, destinado a divertir a domicilio a personas mayores.
“Comprender a los humanos”
En Japón ya se están utilizando robots como Erica para hacer de recepcionistas. Aunque para uno de sus conceptores, Hiroshi Ishiguro, profesor en la Universidad de Osaka, estos humanoides son sobre todo “una herramienta muy importante para comprender a los humanos”.
Durante su desarrollo, los investigadores deben por ejemplo analizar lo que caracteriza las interacciones entre seres humanos, en términos de contacto visual, por ejemplo.
Para el alemán Jurgen Schmidhuber, presidente del laboratorio NNAISENSE, el futuro está lleno de robots, de forma humanoide o no.
Según él, los robots futuros “no sólo imitarán lo que hacen los seres humanos sino que arreglarán problemas experimentando por sí mismos”, gracias a una inteligencia artificial que les permitirá aprender “sin necesidad de profesor humano”.
Sentada en su silla, Erica, que lleva arrebol en los pómulos, asiente con la cabeza.
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