Los retos de la Justicia y el rol de los medios

Por: Francisco Manrique.

En mi nota anterior (El rol de la Justicia en un post acuerdo con las FARC) comencé a referirme al rol que debe de jugar la Justicia en un eventual post acuerdo con las FARC. Este análisis adquiere mucho mayor importancia a la luz del monumental desastre que hoy afecta a la Corte Constitucional y a todo el aparato judicial. Por esta razón, es conveniente profundizar sobre los retos que enfrenta el país con motivo de esta situación, por la desconfianza monumental que ha generado, y porque puede comprometer seriamente la posibilidad de sostener la apuesta histórica de Santos, por la paz.

A los problemas mencionados en mi nota anterior, hay que sumar otros retos muy importantes. Hemos sido una sociedad permisiva, que ha utilizado la violencia para dirimir nuestras diferencias, para violentar los derechos de otros, y para imponer situaciones de facto. Y como es evidente para todos, la impunidad ha sido en buena medida producida por la inoperancia de nuestro sistema de justicia.

La descomposición aberrante, que hoy tenemos, ha llevado al ciudadano a tomar la ley por su propia mano. El resultado se evidencia en los linchamientos recientes, denunciados cada vez más frecuentemente por los medios de comunicación. También, por la cultura mafiosa, que por años se ha asentado en nuestro medio, y que carcome como un cáncer a la sociedad bajo la premisa de que el fin justifica los medios.

La sostenibilidad de un acuerdo con las FARC y la eventual incorporación del ELN al proceso, dependerá de que contemos con un sistema judicial a la altura de la oportunidad histórica que tenemos. Pero también, de poder controlar y sancionar ejemplarmente a los grupos delincuenciales, que muy probablemente se van a disparar en las zonas urbanas y rurales del país. El ejemplo de El Salvador, Honduras y Guatemala, es un espejo de lo que nos puede acontecer por la debilidad institucional, y en especial por la incapacidad de sus instancias judiciales.

Para todo lo anterior se necesita la presencia efectiva de la autoridad. Por esta razón, me parece muy oportuno el artículo de la revista SEMANA hace dos semanas sobre este aspecto crítico: ¿Dónde está la autoridad en Colombia?

El rol de la Justicia tiene un reto mayor en este momento histórico en Colombia. A esta conclusión llegábamos en estos días con un buen amigo abogado con quien comentábamos el tema. Según su opinión, “hay que pasar del sentido de lo legal y del uso del castigo, a una visión fundamentada de lo que es justo”. Se necesita un compromiso mucho más exigente ya que implica contar con unas bases mínimas de justicia, que no se pueden olvidar. Pero para lograrlo, hay que romper con la ortodoxia en las tres ramas del Poder. También, debe haber un modelo de verdad en relación a lo que es justo: “diga la verdad, repare, pero no piense que sale impune”. Para que la alternativadad penal, y del tipo de pena, puedan operar, “debe haber algo espléndido desde los actores de la guerra”. Hasta ahora sólo se ha visto la arrogancia de las FARC.

El riesgo de no entender este cambio de paradigma para enfrentar el proceso de paz, y que hoy ya se está dando, es exponerse a que se repita el ejemplo de las Madres de Mayo en Argentina, quienes rechazaron la Ley de Punto Final, y lograron después de muchos años de lucha, llevar a la prisión a los responsables. Es un ejemplo de un proceso mal hecho y pésimamente cerrado. Los muertos resucitaron para llevarse a la cárcel a sus victimarios.

Si se acepta que lo anterior representa uno de los mayores riesgos, y desafíos hacia adelante para la sociedad colombiana, es muy claro que la debilidad institucional del Estado es una causa , pero a su vez, una consecuencia de que estos riesgos se materialicen. Y en este sentido, el rol del sistema judicial, con posterioridad a un acuerdo en la Habana, va a ser una de las piezas más críticas para darle credibilidad y sostenibilidad a los acuerdos. Pero también, para aplicar las transformaciones que están explícitas en la Ley de Restitución de Tierras o la Ley de Víctimas.

Ahora bien, las instituciones están conformadas por seres humanos, hombres y mujeres, que desde diferentes posiciones, tienen que asumir la responsabilidad de hacer cumplir las leyes, los acuerdos y sancionar a quienes los infrinjan. En la narrativa que representa el nuevo capítulo que hoy se está escribiendo de la historia colombiana, estas personas tienen la tremenda responsabilidad de ser unos modelos de rol para la sociedad, por su comportamiento impecable, y por el cumplimiento de sus deberes. Pero también, deben demostrar que pueden ser creativas y flexibles.

Bajo esa óptica, mi amigo abogado me hacía caer en cuenta del inmenso cambio que tenemos que dar. Según su interpretación de los logros realizados hasta la fecha, en un post acuerdo, la autonomía de la Justicia tiende a desaparecer para generar una colaboración armónica, con las otras ramas del Poder. Y me daba también un ejemplo: si la Justicia operara implacablemente, haría inviable el proceso de paz porque hay cruce obligado entre lo jurídico y lo político.

El comentario anterior implica, que deben haber unos mínimos de penas alternativas, puesto que la paz tiene un precio que hay que pagar. La pregunta es si la sociedad colombiana lo entiende y está dispuesta a apoyar al Presidente Santos en esta apuesta. Pero también, si se entiende, que por donde veníamos, lo único seguro es mas violencia y muerte.

Ahora bien, el aparato legislativo también debe entender que se le deben hacer concesiones al ejecutivo para garantizar el proceso, ya que este debe liderar el camino. Pero también, los entes de control no pueden ser los detractores del proceso, como ha sido el Procurador Ordoñez hasta la fecha. “Libre es el que se compromete por el bienestar del otro”, por esta razón, se necesitan concesiones de todos lados, y por esta razón las fronteras teóricas entre los poderes se pierden. El poder político es el que tiene la mayor responsabilidad y todos tienen que conceder algo para que pueda hacer su labor.

El planteamiento de mi amigo abogado es todavía más agresivo si se quiere ver así. Lo dicho hasta ahora significa que hay un gran reto: abandonar los roles tradicionales entre los diferentes actores de los poderes públicos, para lograr la Paz. El Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, deben de entender que estamos ante una situación inédita de nuestra historia. Lo es porque tenemos unas grandes oportunidades, pero también, porque el contexto internacional del país es muy diferente. La guerrilla también debe romper el rol de luchador libertario, puesto que también tiene que pagar un precio haciendo concesiones muy importantes en el post conflicto y abandonar su postura insultante para la sociedad colombiana, que hoy los desprecia.

En un escenario de nuevas narrativas, hay que entender la necesidad de hacer una redefinición de los roles para manejar un problema tan complejo, con dinámicas tan macabras , violentas, e imprevisibles. Lo que si es un hecho, es que las instituciones actuales no están a la altura del reto, y por esta razón, la comunidad como un todo, se debe apropiar del nuevo discurso.

Pero también, hay que abandonar el viejo discurso, construido por tantos años, porque hoy se convierte en una piedra en el zapato para avanzar. A título de ejemplo, es el problema que tiene Uribe con su Seguridad Democrática, en la que insiste a pesar del cambio en las circunstancias históricas que el ayudó a crear.

Lo importante hacia adelante, es aceptar que los instrumentos actuales, como hoy operan, no funcionaron. Es necesario repensarlos a fondo para adecuarlos a los nuevos retos y oportunidades hacia adelante. “Hay que abandonar las armas del pensamiento para agredir al otro y defenderse del otro”, para ir construyendo un camino para apoyar críticamente al Ejecutivo, a quien le corresponde el papel de liderar el proceso.

En resumen, las tres ramas del Poder tienen unos grandes retos para redefinir sus roles ante las nuevas realidades, y en especial a la Justicia. Lo mismo le sucede a los empresarios, los académicos, y los militares. En todos los casos, se necesita el liderazgo colectivo de personas representativas de todos estos sectores, para que el país pueda aprovechar la oportunidad histórica que tenemos por delante.

Hoy, también se reconoce a los Medios como el cuarto poder, que en nuestro caso, han sido fundamentales para evidenciar la fragilidad actual de nuestro sistema democrático y desnudar nuestra realidad. Gracias a su papel, se han destapado los escándalos que han afectado a los otros tres poderes: los abusos en el sistema judicial y la impunidad rampante, la influencia de los paramilitares en el Congreso, el papel de un ex Presidente que abusó de su poder haciendo mal uso del aparato de inteligencia del Estado, entre otras perlas. Lo que es increíble, es que todos estos casos aberrantes, han sido expuestos sistemáticamente por los medios y no por las entidades de control, como era su deber hacerlo, de haber cumplido con su obligación constitucional.

Hasta ahora, el balance del papel de los medios es agridulce. Lo positivo ya lo mencioné: destapar los grandes escándalos. Lo negativo: la deformación de la opinión pública mediante los titulares amañados, el foco en las noticias negativas porque son las que vende, y las telenovelas que permanentemente ensalzan a los mafiosos que han sembrado de sangre y corrupción nuestro país.

Los medios son el cuarto poder porque tienen la posibilidad de denunciar, pero también porque pueden focalizar la atención pública con los titulares en los periódicos, las telenovelas que refuerzan o no los rasgos culturales, y a través de los noticieros de amplia sintonía que ven millones de colombianos.

El reto de los medios en los próximos meses debe ser el de ambientar una discusión informada para que el ciudadano normal, entienda lo que está en juego. También, deben de ayudar a hacer la transición, de un lenguaje de violencia y agresión permanente, a uno de convivencia. Al final, de eso se trata todo este proceso: aprender a convivir sin matarnos entre los colombianos, descalificar al que no piensa igual, y manejar nuestras diferencias desde el respeto y sin agresión.

En resumen, a lo largo de cuatro blogs, he querido contribuir con unas reflexiones en relación a los roles y los retos de algunos de los actores que son protagónicos en este momento histórico del país. Este no ha sido un tema de importancia pata los medios que cubren el proceso, ni tampoco lo ha sido para Santos como su “promotor”. Y si este tema no se aborda ya, desde la perspectiva del liderazgo y responsabilidad colectivos, en mi humilde opinión esta apuesta histórica no será sostenible. El resultado: una gran oportunidad perdida y mas sangre, violencia y muerte hacia el futuro. ¿Será que no vamos a estar a la altura del gran reto de escribir un nuevo capítulo de nuestra historia a partir de una narrativa diferente?


 

Debes loguearte para poder agregar comentarios ingresa ahora